El terremoto que sacudió a Haití el 12 de enero fue una de las catástrofes naturales más dramáticas y costosas de la historia.
Organismos internacionales estiman que en 35 segundos, el temblor hizo retroceder diez años la lucha contra la pobreza en el país.
Casi tres meses después de aquel terremoto de magnitud siete, que dejó 220,517 muertos y 310,928 heridos según cifras del Gobierno haitiano, hay 1.2 millones de personas viviendo en campamentos, más de la mitad de la población de Puerto Príncipe.
Las agencias humanitarias trabajan contra el tiempo para lograr refugios seguros antes de que llegue el siguiente problema: las lluvias torrenciales y la temporada de huracanes, que empieza el 1 de junio.
Necesitan encontrar 600 hectáreas de terreno apto para construir refugios a prueba de inundaciones y deslaves, -de las cuales hasta ahora sólo tienen unas 220-, limpiar los sistemas de drenaje, descongestionar los campamentos que están atiborrados.
“La mayor dificultad está relacionada con las dimensiones del desastre. Hay 470 campamentos espontáneos, 1.2 millones de desplazados, y se necesitan recursos para el manejo de esta crisis”, dijo a dpa Bertrand Martin, un hombre que trabaja con la Organización Internacional para las Migraciones, OIM, en Puerto Príncipe.
Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU, Ocha, en los 35 años de aplicación de la metodología que utilizan para estimar daños “es la primera vez que el costo de un desastre es tan alto en relación con el tamaño de la economía de un país”.
Los daños y pérdidas fueron de unos 7,800 millones de dólares, un 120% del producto interno bruto de Haití en 2009. Las labores de recuperación y reconstrucción demandarán 11,500 millones de dólares, señala la evaluación.
En Puerto Príncipe un grupo que analizó los daños estructurales llegó a la conclusión de que seis de cada diez viviendas tendrán que ser demolidas. Mucha gente no tiene adonde ir.
Incluso, ha habido problemas para dar de alta a pacientes que ya estaban en condiciones de abandonar los hospitales -algunos de ellos amputados- porque carecen de un hogar o tendrían que alojarse en sitios lejanos a los centros médicos, a los que todavía deben acudir para recibir atención ambulatoria.
En los tres meses transcurridos desde el sismo, el drama de los muertos ha dado paso al drama de los vivos. Hacinamiento, violaciones en campamentos, la amenaza de personas armadas o pandilleros, falta de empleo, niños huérfanos, tensión emocional.
En coordinación con el Gobierno haitiano se ha puesto en marcha una campaña para explicar a las mujeres cómo pueden protegerse de ataques sexuales o qué hacer si son violadas, además de que se han intensificado los patrullajes de las fuerzas de la ONU y la Policía Nacional Haitiana.
Según organismos internacionales, hay un continuo incremento tanto del número de nuevos campamentos como en el tamaño de los existentes, al parecer porque personas de áreas pobres que no fueron directamente afectadas por el terremoto se instalan ahí pensando que tienen más posibilidades de ayuda.
“La prioridad es descongestionar los campamentos espontáneos”, explicó Martin, para lo cual la OIM está empezando a registrar a los damnificados y les da a escoger entre cinco alternativas de realojamiento.
Las opciones son regresar a sus casas si se certifica que están en buenas condiciones, instalarse en un terreno del que se hayan removido escombros cerca de su antigua vivienda, irse con alguna familia, quedarse temporalmente en campamentos seguros que tengan los servicios básicos mínimos o reubicarse en sitios planeados y previamente identificados por el Gobierno haitiano.
Algunos de los campamentos actuales llegan a tener 5,000 “habitantes”, y hay 17 que presentan condiciones de alto riesgo de cara a la temporada de lluvias. Unos 300,000 niños haitianos están viviendo en campamentos.
El presidente de Haití, René Preval, no tiene dinero para pagar los sueldos de médicos, policías y otros empleados públicos. Según contó el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, Preval lloró cuando contó la situación a sus colegas de América Latina y el Caribe en una cumbre que tuvo lugar en el balneario mexicano de Cancún en febrero.
También en un sentido figurado, Haití, que era el país más pobre del continente desde antes del terremoto, quedó en escombros.
“Los desafíos en Haití han sido enormes”, dijo Gregg McDonald, jefe de equipo del grupo de coordinación de refugios de la Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja. “Pérdida de agencias gubernamentales claves, falta de transporte, escombros en las calles, cuestiones de seguridad”.
Para McDonald, aún así hay logros que resaltar: unas tres cuartas partes de los haitianos que perdieron su hogar habían recibido materiales para refugios de emergencia después de diez semanas, en una de las acciones humanitarias más rápidas de los últimos años.