El expresidente islamista egipcio Mohamed Mursi, derrocado en 2013 por el ejército, fue condenado el martes a 20 años de prisión en un primer juicio por su implicación en episodios violentos pero escapó a la pena de muerte.
Junto con otros 12 acusados, principalmente dirigentes de su cofradía de los Hermanos Musulmanes y de su gobierno, fue reconocido culpable de haber 'usado la violencia, detenido y torturado a manifestantes' durante una manifestación el 5 de diciembre de 2012 ante un palacio presidencial de El Cairo. Otros dos acusados fueron penados con 10 años de prisión.
Pero los quince fueron absueltos del cargo de incitación al asesinato de una periodista y de dos manifestantes durante esa manifestación, que dejó al menos diez muertos, incluidos simpatizantes de Mursi.
El veredicto parece relativamente clemente si se tienen en cuenta las penas capitales sistemáticamente pronunciadas en otros procesos judiciales contra los principales dirigentes de la cofradía islamista de Mursi, que ganó todas las elecciones entre la caída de Hosni Mubarak en 2011 y la del presidente islamista en 2013, pero también contra centenares de sus seguidores.
Los abogados de la mayor parte de los acusados anunciaron que recurrirían la sentencia, precisando que, en el caso de Mursi, le pedirían antes su opinión. El expresidente, derrocado y detenido por el ejército el 3 de julio, siempre ha rechazado utilizar un abogado y, proclamándose 'el único presidente de Egipto' en todas las audiencias, negó la legitimidad de sus jueces.
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Sin embargo, Mursi se expone a la pena de muerte en tres de otros cuatro juicios pendientes, dos de ellos por 'espionaje' y otro por haber escapado de la cárcel durante las revueltas de 2011.
Vistiendo el uniforme blanco de los detenidos, aislado de la sala del juicio y del resto de los acusados en una habitación protegida por barrotes e insonorizada con un doble cristal, Mursi se levantó y alzó los dos puños cuando se anunció el veredicto.