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Chile se intoxica con su propio 'Chernóbil'

  • 07 diciembre 2019 /

La bahía de Quintero y Puchuncaví, en la región de valparaíso, alberga un cordón industrial que a diario emite gases tóxicos.

    QUINTERO.

    Una bahía de ensueño sobre el océano Pacífico sacrificada para instalar un imponente cordón industrial. Quintero y Puchuncaví, localidades consideradas “el Chernóbil chileno”, soportan hace más de cinco décadas la contaminación de su aire, mar y tierra, que también intoxica a su población.

    Desde 1958, cuando se decidió relegar la pesca artesanal y la agricultura para convertir este lugar en un polo industrial que hoy alberga cuatro termoeléctricas a carbón y refinerías de crudo y cobre, los 50,000 habitantes de estas comunas, ubicadas apenas a 120 km de Santiago, respiran a diario gases que emiten 19 fuentes contaminantes.

    El “Chernóbil chileno”, como lo llama la organización Greenpeace, expone a la población, en especial a niños y embarazadas, a recurrentes episodios de intoxicaciones y enfermedades crónicas.

    Alejandrina Arriaza muestra los medicamentos de su nieta Deyanira, de casi dos años, quien sufre una enfermedad pulmonar crónica. Las playas de la zona están contaminadas.
    Para la Corte Suprema de Chile, las sucesivas negligencias estatales a lo largo de estos años han puesto en riesgo “la salud e, incluso, la vida de las personas”.

    A fines de septiembre, el presidente Sebastián Piñera pidió perdón a los habitantes de Quintero y Puchuncaví tras reconocer que por 50 años “se ha maltratado” a sus habitantes. “Se instalaron todo tipo de empresas sin normas; se generó un abuso con la naturaleza y con la gente”, afirmó.

    Miedo a respirar

    Alejandrina Arriaza vive temerosa. Su nieta Deyanira, de casi dos años, sufre una enfermedad pulmonar crónica que recrudece con la contaminación.

    Los médicos recomendaron a Alejandrina mudarse en busca de un mejor aire pero no tiene otro lugar donde ir. Su pequeña casa de madera y latones en la parte alta de la localidad de Ventanas, en Puchuncaví, recibe directo los gases de las empresas. “Tengo miedo que le pase algo peor a sus pulmones”, dice esta abuela desde el patio de su vivienda, desde donde se divisan gigantescas chimeneas industriales.

    El año pasado, sus peores temores se hicieron realidad. Una nube tóxica cubrió el cielo y ocho familiares enfermaron durante la última gran emergencia ambiental entre agosto y septiembre, cuando se reportaron más de 1,300 atenciones de urgencias, tras mareos, náuseas, dolores de cabeza y erupciones en la piel. En medio de la alerta, las autoridades detectaron tres gases tóxicos en el ambiente: nitrobenceno, tolueno y metilcloroformo, este último prohibido en Chile. Según el Colegio Médico, aunque no haya síntomas en niños pequeños y embarazadas, estos gases pueden dejar secuelas. La exposición “va a producir tarde o temprano algunas enfermedades y puede facilitar el crecimiento de un tumor”, advierte el toxicólogo de esta organización Andrei Tchernitchin.

    Décadas de “abuso”

    El parque industrial divide a la bahía en dos. A un costado, el imponente océano Pacífico se despliega a plenitud; del otro, gigantescas chimeneas junto a enormes tanques de químicos y combustibles.

    Sobre el mar, ductos de termoeléctricas se internan varios metros y varios letreros en la bahía alertan a la población: “¡Peligro, zona industrial!”.

    “Son empresas peligrosas, contaminantes y obsoletas, porque la tecnología es malísima, contaminan en forma simultánea”, acusa Katta Alonso, fundadora de “Mujeres de zona de sacrificio Quintero-Puchuncaví”, una agrupación que lucha por un desarrollo sustentable.

    Para Greenpeace, la situación es “peor” a la de Chernóbil tras la fuga nuclear, ya que aquí “no es a causa de un accidente, sino que de proyectos operando diariamente y que generan esta contaminación de manera continua”, advirtió Estefanía González, coordinadora de campañas.

    La instalación de este parque industrial significó una importante fuente de trabajo y de desarrollo para la zona, creándose a su alrededor varios centros habitacionales y balnearios, de acuerdo a la superintendencia de Medioambiente. Pero desde su inicio generó resistencias, primero, de los agricultores, quienes interpusieron demandas por daño a cultivos y animales.

    De la década de los 80, datan los primeros estudios para medir la contaminación en el agua, suelo y la salud de los trabajadores de la refinería y la fundición. En 1992 se reconoció por primera vez el alto nivel de contaminación del aire en la zona, mientras que un año más tarde el ministerio de Agricultura declaró a Puchuncaví y Quintero como “zona saturada de contaminación por anhídrido sulfuroso y material particulado”.

    COP25, una oportunidad perdida

    Con la crisis social más grave en décadas en Chile, el gobierno de Piñera desistió de organizar la cumbre mundial del clima COP25, restando visibilidad a la lucha contra las “zonas de sacrificio” chilenas.

    “Organizar la COP25 en Chile ofrecía una oportunidad enorme para exponer la grave situación de vulneración de derechos medioambientales que miles de chilenos han sufrido durante décadas en las zonas de sacrificio”, dijo Mauricio Ceballos, de Greenpeace Chile.

    21 de agosto de 2018. Ola de intoxicación.Esa fecha quedó marcada para siempre en la memoria de los habitantes de Quintero y Puchuncaví, pues ocurrió uno de los episodios más graves de intoxicaciones: 1,370 afectados.
    Cuatro días antes del estallido social, Codelco anunció que analizaba el “potencial cierre” de la fundición Ventanas, responsable en 2011 de provocar la contaminación que intoxicó a decenas de niños de la escuela La Greda de Puchuncaví, que debió ser reubicada. Con pérdidas de 50 millones de dólares al año, la compañía reconoció en un comunicado que sus instalaciones son “poco competitivas y no ofrecen mejores perspectivas en el mediano plazo”.

    Pero el anuncio -en pausa tras el estallido- fue rechazado por los trabajadores de Codelco. “Esta división la vamos a defender a como dé lugar”, dijo la presidenta del sindicato 1, Andrea Cruces, advirtiendo sobre los 8,000 puestos de trabajos indirecto y los 2,500 directos que se verían afectados por el cierre.

    Principales empresas en el cordón

    - La fundición y refinería Ventanas de la estatal Codelco -la mayor productora mundial de cobre- procesan 820,000 toneladas de concentrado de cobre al año y 360,000 de ácido sulfúrico, la mitad extraído por pequeños y medianos mineros.

    En operaciones desde 1964 y operada por Codelco desde 2005, el complejo da empleo a 858 personas, generando pérdidas por 50 millones de dólares anuales. En 2011, una fuga de dióxido de azufre provocó una contaminación que intoxicó a 42 niños y profesores de la escuela La Greda de Puchuncaví, por lo que pagó una multa de 50,000 dólares. Codelco, responsable del 11% del cobre mundial, invirtió 160 millones de dólares para bajar sus emisiones y evalúa el cierre de la fundición.

    Investigadores de la Universidad Católica de Valparaíso realizaron un estudio científico con 205 habitantes de una de las zonas más contaminadas de Puchuncaví y Quintero. Se sometieron a exámenes de uñas y pelo para detectar la presencia de arsénico y otros metales tóxicos. Todas las personas que participaron del estudio tenían arsénico en su organismo. Sobre todo los niños de 1 a 5 años.
    - La Empresa Nacional del Petróleo de Chile (ENAP) opera en Quintero el terminal petrolero más importante del país, en el que trabajan cerca de 400 personas. Mensualmente, recibe y entrega más de 900,000 m3 de productos y petróleo crudo, que abastece a la totalidad de la región Metropolitana. En la vecina Concón, a unos 20 km de distancia, se emplaza la refinería Aconcagua de ENAP, con una capacidad de procesar 104,000 barriles de petróleo crudo por día. ENAP opera también en Quintero la mayor planta de regasificación de Gas Natural Licuado (GNL) de Chile.

    - La eléctrica Aes Gener, filial de la estadounidense Aes, controla el complejo termoeléctrico Ventanas, que cuenta con cuatro centrales a carbón con una capacidad instalada de 884 MW. La eléctrica se comprometió a cerrar dos de sus unidades más antiguas, equivalentes a 322 MW, en 2022 y 2024.

    - La distribuidora de gas chilena Gasmar cuenta con cinco tanques para almacenar hasta 85,000 m3 de hidrocarburos y una terminal marítima capaz de recibir buques gaseros de 54,000 m3, que la convierten en una de las mayores abastecedoras de Gas Licuado de Petróleo del país.

    - La Compañía de Petróleos de Chile (Copec) opera una terminal que produce 100,000 toneladas de lubricantes y 5,000 toneladas de grasas de lubricantes anuales.

    - La empresa Oxiquim almacena 126,000 m3 de agentes químicos en 37 estanques.