25/04/2024
12:37 PM

“Desde que me junté con el papá de mis hijos he sufrido mucho”, indígena hondureña

La mujer, originaria de Intibucá, participó en proyecto de empoderamiento.

Intibucá, Honduras.

MOB, vocablo indígena que significa Mujer, es un programa que “cambia la vida” de mujeres lencas y campesinas en el occidente de Honduras a través del empoderamiento de sus derechos, lo que además les permite romper el círculo de la violencia de género y tener un sustento para su familia.

Gloria Márquez, de 63 años, pertenece a ese grupo de mujeres del municipio de Camasca, departamento de Intibucá, en el occidente de Honduras, que decidieron “alzar la voz” contra la violencia machista y atreverse a emprender sus propios negocios para reducir su pobreza.

DATO

El programa trata de “mejorar las condiciones de vida” de las mujeres, apostilló Cuadra, quien indicó que la UE financia la iniciativa con más de 1,1 millón de dólares.

Desde que me junté con el papá de mis hijos he sufrido mucho (...), sufría todas las clases de violencia”, relató Márquez, quien señaló que el programa le ayudó “bastante” para poner un alto a la violencia que le afectaba y ayudar a otras mujeres de la comunidad de El Rosario, de donde es originaria.

Este proyecto ha “cambiado mucho mi vida”, aseguró Márquez, quien instó a las autoridades de Honduras a abrir un centro para que las mujeres puedan “pedir ayuda y protección” en Intibucá, una región donde “todavía existe el machismo”.

Las mujeres lencas y campesinas subsisten de la cosecha de maíz y fríjoles, granos básicos en la dieta de los hondureños, aunque la mayoría de ellas no son dueñas de la tierra, por lo que exigen al Gobierno igualdad de acceso a los recursos y oportunidades para ser más productivas.

Joven estudiante el Curla-Unah muere en trágico accidente

GENERAR CAMBIOS

MOB, un programa ejecutado por Plan Internacional Honduras con recursos de la Unión Europea (UE), apoya a mujeres lencas y campesinas de los departamentos de Intibucá, Lempira y Santa Bárbara, en el occidente del país, a organizarse y desarrollar acciones que permitan generar cambios en políticas a favor de ellas.

Dilma González, una de las promotoras del proyecto, dijo que las mujeres aprenden “a exigir sus derechos” a través de procesos de formación y acompañamiento.

Hasta antes de participar en este proyecto, en su opinión, muchas mujeres sufrían “mucha violencia” debido a la dependencia económica del maltratador, el miedo a ser juzgadas por su propio entorno o sentirse desprotegidas.

Ahora, las mujeres que participan en los procesos de formación se sienten “más seguras, más empoderadas, más innovadoras” al apostar por la venta de pan o comida, comenta González, quien considera que muchas de ellas han tenido “un cambio de vida y de transformación”.

Gracias al apoyo, en la comunidad de San Juan de Dios, un grupo de mujeres creó un centro cultural para apoyar a otras que necesitan conocer sobre sus derechos y emprender algún negocio, pero requieren más ayuda para dotarlo de libros y otros materiales para atender a los hijos pequeños de ellas.