07/12/2025
11:16 AM

'Antes no nos permitían ni correr un Viernes Santo”

Viejas tradiciones de Semana Santa se han perdido en la actualidad. Carmen Galeano, una vendedora de artículos religiosos, recuerda esas creencias que inculcaron los abuelos.

    San Pedro Sula, Honduras.

    Vendiendo toda clase de objetos religiosos en las afueras de la catedral San Pedro Apóstol, Carmen Galeano ha visto crecer a sus hijos y cómo han ido cambiando las tradiciones de la Semana Santa en la iglesia y entre la gente.

    Era una adolescente recién llegada de Nicaragua cuando comenzó a trabajar aseando la catedral, pero solamente lo hizo durante dos años porque luego el padre Antonio Quetglas le ayudó para que pusiera su puestecito en el atrio del templo.

    Apoyada en un bastón se baja todos los días de un viejo carro de paila, que conduce su yerno, en el que transporta desde su casa los artículos que expone al público sobre unos tablones enmantelados.

    “Lo que más se vende en Semana Santa son los escapularios y los rosarios de casa que se cuelgan en las paredes o sobre las puertas”, manifiesta la mujer, quien también vende cruces de palma bendecidas para celebrar el Domingo de Ramos.

    Las cruces que ella misma elabora, como también los objetos religiosos, son bendecidas con agua que cae como lluvia desde el capitel de la catedral. Esta es una tradición que se sigue practicando el Domingo de Ramos. Suben un barril con agua bendita al capitel y desde allá la lanzan hacia abajo, según explicó.

    Lo que ya no se ve durante la Semana Santa son los vendedores que traían de otras comunidades rosquillas, ayote y mangos en miel para comercializarlos entre los feligreses, manifestó. Estos tradicionales dulces, al igual que las torrejas, suelen comerse acompañados de la bebida de maíz conocida como chilate. Hay simple y hay dulce, ella prefiere el dulce. “Antes en Semana Santa no cabía la gente en esta catedral, todos los días había confesiones y misas, la gente dejaba de ir a las playas por asistir al viacrucis”, expresó. Sin embargo, el párroco Glenis Mejía está trabajando fuertemente para recuperar esa feligresía que se ha ausentado de los oficios religiosos, según indicó.

    Carmen tenía 14 años cuando la reclutó el gobierno de Somoza en Nicaragua para combatir a los sandinistas, por eso tuvo que huir hacia Honduras cuando los rebeldes tomaron el poder tras derrocar a Somoza. Así como en Honduras, en la Nicaragua de aquellos tiempos los padres prohibían a sus hijos bañarse en los ríos el Viernes Santo con la advertencia de que si lo hacían les saldría cola de pescado.

    “Los viejos de antes ni siquiera permitían que uno corriera el Viernes Santo, ya que decían que nos íbamos a quebrar un pie porque era pecado”, comparte.

    Carmen, una católica consumada, ha tratado de conservar en lo posible esa tradición y se ha quedado a dormir frente a la catedral el jueves para no tener que regresar el viernes al Santo Entierro.