13/12/2025
06:46 AM

Victoriano Bueso duerme entre muertos 'con un ojo abierto”

Le han dicho que los muertos salen hablando de las tumbas y que una mujer se pasea por las noches vestida de blanco.

Don Victoriano Bueso convive prácticamente con los muertos, pero estos no le quitan el sueño pese a que uno de sus antecesores le aseguraba que por las noches sale una mujer vestida de blanco.

En lo que sí cree el hombre de 75 años es en los malos espíritus que han llegado a tocar la puerta de su caseta en horas de la madrugada, pero tampoco lo hacen temblar. “Sencillamente no abro la puerta para que se vayan” , manifiesta.

Todos los días cuando muere la tarde don Victoriano encamina sus pasos desde su casa, localizada en el mismo sector de La Puerta, a su centro de trabajo para enfrentarse a las sombras de la noche con un machete envainado y una linterna de luz agonizante.

Convirtió el camposanto en su segunda casa desde 1981 cuando cambió su “pando” de cortar caña por la pala para cavar fosas y la cuchara de albañil para repellar tumbas. Dice que no tiene ni idea cuantos hoyos abrió con su pala sin necesidad de una pacha de guaro como hacen otros sepultureros, durante el tiempo que le tocó brindar ese particular servicio fúnebre.

Un paisano suyo lo introdujo en ese oficio que luego dejó cuando le dieron un trabajo que muchos despreciaban: quedarse a dormir en el cementerio “con un ojo abierto” para velar que nadie ose profanar las tumbas o cometer otras pilladas al amparo de las penumbras.

Como el escenario era el mismo, no vio inconveniente en dejar la albañilería fúnebre por el trabajo de celador nocturno que requería más valor que esfuerzo físico, aunque él lo vio como una manera de comprobar si era cierto que algunos fallecidos salían a penar por las noches.

Al caer la noche, antes de tenderse en su chinchorro sale a dar una vuelta entre los sepulcros abriendo la oscuridad con la débil luz de su foco de mano. El único bombillo eléctrico que hay en todo el cementerio es el que él mismo instaló en su covacha. “De aquí para allá todo es oscuridad por la noche”, dice mirando la extensión de unas cuatro manzanas de tumbas apretujadas, donde ya no hay lugar para más muertos.

Los únicos espacios disponibles son los que adquirieron previamente algunas personas, por eso es que todavía hay enterradores en espera de que lleguen los difuntos a ocuparlos.

Tumbas vacías

Las tumbas más viejas que aún están vacías lucen ennegrecidas por el moho del tiempo, incluso algunas han sido soterradas con la basura mortuoria que van formando las coronas, flores y otras ofrendas que quedan después de un entierro o del Día de los Muertos. A los sepulcros que don Toyano debe poner más cuidado es a los que han sido ocupados recientemente, porque no faltan los profanadores que buscan alhajas u oro en la dentadura con que algunos dolientes suelen enterrar a sus deudos.

“La vez pasada pasaron unos que dicen andaban abriendo tumbas como locos, pero yo no encontré ninguna abierta. A esos hay que tenerles miedo”, dice el anciano quien insiste en que los muertos no le sacan carrera.

No se considera un ferviente católico pero antes de encerrarse en su cuartito, se encomienda a Dios para pedirle por su seguridad, para que no se encuentre con un desalmado que quiera hacerle daño pues no tiene más compañía que los difuntos y estos no pueden hacer nada por defenderlo.

A veces cuando el calor es muy fuerte, se queda afuera de su habitación entre los sepulcros, esperando que lo venza el sueño. Lo único que lo inquieta en estos casos son los zancudos que se revuelven con la humedad que dejan las lluvias en los floreros marchitos.

Ni su madre que está enterrada en la parte alta conocida como La Puerta Dos, le trae pensamientos nocturnos que lo aterren. Más bien quisiera que le apareciera en sus sueños o llegara su espíritu a visitarlo. Si los espíritus salen a lo mejor su madre llega a acompañarlo en esas noches de soledad, pero él nunca lo ha sentido, según dice.

La única vez que percibió la presencia de lo que él considera era un alma en pena, fue cuando vivía en Colón. Sucedió en el momento en que iba pasando por el Río Aguán una noche sin luna ni estrellas. “Oí los quejidos de una mujer, como por tres veces como si me viniera siguiendo, pero no me dio ni frío ni calor porque yo sé que los espíritus no pueden hacerle daño a nadie”.

Por ello, para él dormir en la hamaca de su casa o la que tiene en el cementerio le da lo mismo. La única diferencia es que en el cementerio debe estar atento a los ruidos que surgen en medio de la quietud, porque podrían ser de alguien que quiere pasarse de vivo.

Don Toyano cree que no estará por mucho tiempo cuidando aquel montón de tumbas sin inventario, no por falta de coraje sino porque ya se cansa ante el menor esfuerzo. Incluso, ya apartó el lote donde descansará por siempre junto a su madre.

Aficionados se fueron con un equipo hasta la tumba

En vista de que ya no hay lotes disponibles en los cementerios La Puerta y el del barrio Lempira, la Municipalidad tiene a la disposición de los ciudadanos los camposantos Los Laureles, Rivera Hernández, Chamelecón y Cofradía, donde sepultar a una persona puede costar 2,130 lempiras, incluyendo el lote y gastos adicionales.

No quieren sustituirlo ni su hijo quiere ese trabajo debido a que a sus 75 años las fuerzas le están fallando, don Toyano le pide a su hijo que lo sustituya, pero el “hombrón” dice que “ni loco dormiría entre los muertos”.

Tiempos idos sepultaban a desconocidos durante algún tiempo, la parte alta del cementerio La Puerta sirvió para sepultar a personas no identificadas o que morían víctimas del sida. Ahora funciona allí una morgue.

Fotografías eternas Una forma de recordarlosAlgunos dolientes honran la memoria de sus deudos, decorando las tumbas con sus fotografías impresas en la cerámica mediante una técnica especial de fotograbados.

Casos que se dan murió después de su amadoA don Toyano le tocó conocer a una mujer que llegó a enterrar a su marido, víctima de la violencia. A los tres meses era ella la que llegaba muerta por la misma causa.

Le dan calambres ya no se dedica a sobar Por un tiempo don Toyano se agenciaba ingresos extras sobando empachos. Ya no lo hace porque se le acalambran las manos, dice. Ahora solo su compañera se dedica a eso.

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