Los privilegios han terminado para los extraditables y miembros de estructuras criminales que permanecían recluidos en la Penitenciaría Nacional de Támara, aseguró este lunes Ramiro Fernando Muñoz, presidente de la Comisión Interventora del Instituto Nacional Penitenciario (INP), en una conferencia de prensa.
"Vivían en las mejores condiciones, de repente mejor que usted y yo, pero se acabó", afirmó Ramiro Muñoz.
Muñoz también afirmó que se retomará el control de los centros penitenciarios y se implementará un nuevo orden, conforme a las instrucciones de la presidenta Xiomara Castro
Durante las últimas semanas, las autoridades del INP comenzaron a desmantelar estos módulos lujosos, construidos aparentemente para otorgar comodidades a ciertos internos.
En videos difundidos se evidencian habitaciones de concreto equipadas con aire acondicionado y muebles, una realidad completamente alejada de las condiciones penitenciarias comunes.
"En esos módulos caben más de 40 reos, pero solo tenían a seis acomodados", agregó Ramiro Muñoz, asegurando que los van a destruir uno por uno.
Nuevos módulos de máxima seguridad
Muñoz detalló días antes que, con base en el decreto de emergencia, el INP ha invertido entre 600 y 700 millones de lempiras en la construcción de nuevos módulos de máxima seguridad.
Los proyectos se desarrollan mediante contrataciones directas con fondos propios del instituto y comprenden recintos de mínima, media y máxima seguridad.
Aunque las obras debían estar listas para el 30 de abril de 2025, algunas empresas constructoras enfrentaron retrasos en el equipamiento de las instalaciones, lo que afectó el calendario inicial.
Pese a ello, el titular del INP confirmó que los primeros traslados de internos hacia las nuevas instalaciones estaban programados desde el pasado 10 y el 15 de mayo.
“El tiempo les llegó”, puntualizó Muñoz, al enfatizar que el objetivo es ejercer un mayor control sobre estructuras criminales, erradicando las prácticas corruptas que se gestaban desde el interior de las cárceles.
Los nuevos recintos, diseñados para imponer disciplina, están equipados con camas de hierro y concreto empotradas en las paredes.
Cada celda cuenta con un sanitario y lavamanos de acero inoxidable, sin divisiones físicas, lo que obliga a los internos a hacer sus necesidades a la vista de sus compañeros.