En la aldea de El Salitrillo, en las afueras de Santa Rosa de Copán, vive Adriana Sofía Hernández Manueles, una niña de apenas ocho años que, hasta hace poco, irradiaba vida.
Alumna de tercer grado en la escuela Club de Leones, Adriana era una niña que iluminaba cualquier lugar con su risa. Su energía parecía inagotable, siempre corriendo, dibujando y disfrutando de cada momento.
Sus padres, Allan Hernández y Rossibel Manueles, recuerdan con nostalgia esos días en los que la vida transcurría de manera sencilla, con la alegría de ver a su hija crecer sana y feliz.
Todo cambió hace cinco meses. Adriana dejó de ser la niña incansable y risueña que siempre fue. De un día para otro, su cuerpo comenzó a decaer.
Ya no quería comer, no tenía fuerzas para levantarse de la cama, y comenzaron a aparecer moretones inexplicables en su piel. Preocupados, Allan y Rossibel acudieron a diferentes centros médicos en Copán.
Tras un largo recorrido, fueron remitidos a San Pedro Sula, donde recibieron una noticia devastadora: Adriana había sido diagnosticada con anemia aplásica, una enfermedad que impide a la médula ósea producir las células sanguíneas necesarias para el funcionamiento del cuerpo.
“Nosotros no entendíamos qué estaba pasando, la vida nos cambió en un abrir y cerrar de ojos. Sofía pasó de ir a la escuela a estar hospitalizada durante 24 días en estado grave,” cuenta Rossibel con lágrimas en los ojos.
Allan, al igual que su esposa, aún intenta procesar el giro inesperado que ha tomado la vida de su hija. “Uno nunca está preparado para algo así. Trabajando como albañil, apenas nos alcanza para cubrir lo necesario”.
La anemia aplásica es una enfermedad implacable, y la única esperanza para Adriana es un trasplante de médula ósea, un procedimiento que no está disponible en Honduras. Mientras tanto, las transfusiones de sangre son lo único que mantiene a Adriana con vida.
“Nos ha tocado comprar sangre, y amigos han viajado a San Pedro para donar. Sin esas transfusiones, mi niña no estaría aquí,” relata Allan, visiblemente agotado por la carga emocional y financiera que supone la enfermedad.
A pesar de la gravedad de la situación, esta familia no pierde la fe. “La doctora nos dijo que en Estados Unidos tal vez podrían ayudarla, pero el costo es inimaginable. Estamos tocando puertas, esperando que Dios toque corazones y nos mande ángeles para salvar a nuestra hija,” explica Rossibel, con la esperanza reflejada en su voz.
El tratamiento paliativo al que está siendo sometida Adriana, que incluye medicamentos y transfusiones regulares, está desgastando rápidamente los limitados recursos de la familia.
“Cada medicamento cuesta casi 8,000 lempiras, y necesitamos casi 300,000 lempiras en total. Aunque quisiéramos, no podemos cubrir ese gasto. Ya vendí nuestro carro, la única pertenencia que teníamos, y aún así, no es suficiente,” confiesa Allan, con la voz quebrada por la preocupación.
Hoy, Adriana se encuentra bajo el cuidado de la Fundación Hondureña para el Niño con Cáncer, donde le brindan el tratamiento que pueden. Sin embargo, el reloj sigue avanzando, y la incertidumbre pesa cada día más en el corazón de esta familia.
Si desea ayudar a Adriana y su familia en esta difícil travesía, puede hacerlo a través de donaciones al número de cuenta 211110126147 de Banco de Occidente, a nombre de Allan Dioniran Hernández Portillo.