El Día de Muertos, una de las más populares tradiciones de México, constituye no sólo una convivencia organizada por los vivos para disfrutar con sus difuntos, sino también una fusión de elementos precolombinos y cristianos, que, a la vez, recuerdan al mexicano que su vida no le pertenece del todo.
La idea de que el alma ha de regresar del lugar de los muertos surge del sincretismo religioso entre las creencias católicas y las precolombinas, una herencia de siglos de tradición e historia que los mexicanos se han encargado de preservar.
'La muerte no necesita ser presentada. Puntualmente, nos visitará un día, a nosotros y a cada uno de los organismos vivos', comenta Marcos Winocur, investigador del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de Puebla, en su artículo 'La muerte que nos tocó vivir'.
Las formas de personificar a la muerte se transformaron, como también se modificaron las formas de concebirla, los rituales y las tradiciones entorno a ella, como sucedió en Mesoamérica, lugar en el que habrían de fundirse dos culturas.
En los pueblos de esta región de América, se concebía a la muerte como el paso de un lugar a otro, se creía que el alma de los que morían se trasladaba a diversos paraísos para continuar con la vida.
Yolotl González Torres, investigadora de la Dirección de Etnología y Antropología Social, dice que en la época prehispánica los hombres suponían que cuando alguien moría iba al supramundo, lugar al que llegaba el alma.
El destino de cada persona correspondía al origen o la causa de su muerte, por ello, los indígenas estaban seguros de que si ésta era natural irían al Mictlán, considerado el lugar de los muertos; para los que perdían la vida como resultado de un sacrificio, en la guerra, las mujeres en el parto o los potchecas o comerciantes en los caminos, su destino sería el paraíso del Sol.
Mientras aquéllos que tuvieran una muerte relacionada con el agua llegarían al Tlalocan, lugar habitado por el dios de la lluvia o el agua. Existe otra versión precolombina acerca de la muerte, en ella se describe que el inframundo, el uxmal o lugar de los muertos, era un sitio oscuro y sin salida.
El sentido de muerte que se tenía en el mundo mesoamericano se transformó con la llegada de los españoles, afirma Francisco Ortiz Pedraza, antropólogo físico de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
Los europeos estaban convencidos de que sus ideas eran las correctas, calificaron de superchería al tipo de religión que encontraron en estas tierras y emprendieron tareas para erradicarla y terminar con las prácticas religiosas de los aborígenes.
La fiesta de los muertos no era como se acostumbra actualmente, antes de la Conquista los mexicas acostumbraban subir a sus casas y colocar flechitas dedicadas a sus muertos y, en noviembre, construían con amaranto las imágenes de los seres queridos que habían muerto, y les entregaban flores y comida, tradición que está más relacionada con la celebración actual.