Trinidad Paz, una hondureña de 82 años, es una de las muchas víctimas del escándalo financiero que rodea a Koriun Inversiones, una empresa señalada de funcionar bajo un modelo piramidal.
Con el rostro marcado por la angustia y las lágrimas, la mujer relató que depositó en la firma 780 mil lempiras, dinero que no le pertenecía del todo.
La mayor parte de esa cantidad, 700 mil lempiras, era fruto del esfuerzo de su nieta, quien migró de forma irregular a Estados Unidos con el anhelo de construir su vivienda en Honduras.
El resto lo aportó la propia doña Trinidad con ayuda de sus hijos, confiando en que los intereses ofrecidos por la empresa les permitirían hacer crecer el capital.
“Ella me mandaba el dinero porque soy su abuela”, dijo a Noticieros Hoy Mismo. “Yo lo guardaba en el banco, pero un día le conté de Koriun, de que daban buenos intereses, y me dijo: ‘Abuela, métalo ahí porque uno no sabe cuándo lo van a regresar’”, relató.
De la ilusión al desvelo
El objetivo era garantizarle un patrimonio a su nieta. “Todo lo metí ahí para que le generara ganancias, para que cuando ella venga, se pueda comprar su solar”, explicó.
Sin embargo, todo cambió. El 23 de abril, el Ministerio Público intervino a Koriun, tras descubrir operaciones irregulares y más de 358 millones de lempiras en efectivo.
Aunque la Comisión Nacional de Bancos y Seguros (CNBS) había alertado en febrero que la empresa no estaba autorizada para captar dinero del público, miles de personas, entre ellas Trinidad, continuaron depositando su confianza en ella.
Sin abogado, sin medicinas, sin respuestas
A su edad, doña Trinidad sufre de hipertensión y problemas circulatorios. En su testimonio aseguró que las ganancias de Koriun le ayudaban a costear sus medicamentos, pero ahora ha quedado en el abandono.
“Paso enferma de la presión y de la circulación. Con las ganancias compraba mis medicinas. No tengo abogado, no tengo a nadie que me represente”, expresó con impotencia.
En busca de una solución, ha dormido en la intemperie, ha llegado de madrugada a las oficinas de la empresa y ha soportado largas jornadas sin comer ni descansar. “He aguantado hambre, sed y sueño”, confesó.
Desde Estados Unidos, su nieta vive también con ansiedad. “Ella está afligida allá, y yo también aquí, porque ¿cómo lo voy a devolver si no tengo dinero?”, dijo con la voz entrecortada.