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Kolontar se tiñó de sangre

  • Actualizado: 09 octubre 2010 /

Kolontar es un pueblo rojo desde el lunes pasado, cuando un vertido tóxico de color ocre engulló buena parte de este pequeño municipio de Hungría.

Kolontar es un pueblo rojo desde el lunes pasado, cuando un vertido tóxico de color ocre engulló buena parte de este pequeño municipio de Hungría.

Sus 800 habitantes, que fueron evacuados ayer, aún hablan de ello como si se tratara de un suceso mágico, inexplicable. Una ola de barro que llegó a medir varios metros de altura se les vino encima. No cabe duda de su dimensión. Todo el valle, sus sucias casas, árboles y camiones tienen la huella del lodo contaminante. Es el paisaje que ha dejado la rotura de una pila con residuos de aluminio de una firma minera en 40 kilómetros cuadrados entre tres condados (Veszprém, Györ-Moson-Sopron y Vas).

Al menos siete personas han muerto, cinco están desaparecidas, 134 heridas y varios cientos han tenido que ser evacuadas de sus hogares.

Junto a militares bien protegidos trabaja gente sin botas ni mascarillas “Nos dijeron que la balsa era segura”, lamenta un vecino de Kolontar. Se trata de Ottila, un profesor de universidad quien está con su cuñado, Norbert, buscando algo qué salvar de su casa.

“La ola tóxica de dos metros se lo llevó todo”, explica en inglés Ottila. El vertido contaminante se llevó media casa. Su madre y su hermana, quienes lograron escapar a la ola del vertido tóxico, están en el hospital: “Están bien, pero tienen quemaduras”.

Como ellas, 130 personas siguen ingresadas, la mayoría por las abrasiones producidas por el vertido, altamente corrosivo. Barta Laszlo, de 48 años, chapotea con sus botas de agua sobre el barro rojo mientras fuma un cigarrillo tras otro. En su garaje, los coches se hallan apilados y por hoy ya no va a intentar moverlos. “¡No quiero volver a vivir aquí!”, resume en la inservible cocina.

Yula Togolich sólo ha salvado un par de bombas de gas, a las que mira con resentimiento como si fueran lo más inútil que había en su hogar. Su suegra, dice, falleció en su casa. Y su esposo, lamenta, está entre las cinco personas que seguían desaparecidas.

Ayer el muro agrietado de un depósito de sedimentos en una planta industrial podría ceder en cualquier momento y enviar un nuevo torrente rojizo de sustancias cáusticas a las localidades.

El origen
Apenas dos kilómetros aguas arriba de Kolontar está el origen del problema. La balsa de lodos rojos, el residuo que se genera al lavar la bauxita con sosa cáustica para producir aluminio. La pila es tan grande que el GPS del coche la toma por un lago.

Un torrente de un millón de metros cúbicos, 100 metros de alto, por 100 de ancho, por 100 de fondo, de una magnitud similar a la del estadio Santiago Bernabéu, bajó por el arroyo Torna, anegó todos los maizales del valle, azotó los pueblos de Kolontar y Devecser y siguió por el río Marcal.

A su paso liquidó toda la vida existente y dejó todo un valle pintado de color sangre.