San Pedro Sula, Honduras.
Pese a la situación difícil del país, el sabor a cerdo horneado, nacatamales y pavo relleno no dejará de estar presente en infinidad de hogares esta Noche Buena porque la producción ha sido incontenible.
Los nacatamales es preferible abrirlos calientitos para que salga con el calor ese olor inconfundible que atrae a comensales de todos los niveles sociales. Hay tamales hechos en casa y también elaborados en cantidades industriales en diferentes negocios de San Pedro Sula, como La Quinta del barrio Guamilito y Tamales La Doña de los barrios bajos.
En algunos de estos negocios también venden el tradicional rompope, el pollo relleno y el chanchito horneado. Los lechones más apetecidos son los que salen de los hornos de tierra y llegan del occidente del país.
En medio del ajetreo en elaboración de tantos tamales, algunos fabricantes apenas tendrán tiempo para reunirse en Nochebuena con su familia alrededor de un
cerdito horneado. Después tendrán acaso uno o dos días para reponer sus energías porque luego vienen los pedidos de
Año Nuevo.
En La Quinta hacen los nacatamales normales, pero también los especiales de Navidad, a los que les ponen alcaparras, chícharos y pasas, o como los quiera la gente, dice su propietaria Josefina -Chefi- Rivera.
Explicó que la hoja usada en la envoltura no es de cualquier mata. Es una hoja de un plátano cultivado especialmente en el sector de Bijao, Choloma, que los pobladores llaman platanillo. Es una hoja más flexible con la que se envuelven los dos tipos de masa que lleva el tamal y, en medio, el trocito de cerdo o de pollo, para luego ser puestos a que hiervan en dos horas y media en una gigantesca olla metálica calentada con carbón.
La masa que le da el sabor es condimentada y coloreada con achiote llamada ajiaco (de ají), aunque aquí en el medio es más conocida como recado. “Se le pone manteca de cerdo y se le da el punto exacto para que quede durita al cocinarlos”. Muchos tamales ya viajaron en las maletas de los paisanos que van a Estados Unidos para mitigar la nostalgia por la comida catracha de los inmigrantes. “No sé cómo hacen para pasarlos por la aduana; será que los esconden bien, pero lo cierto es que de aquí los llevan hasta para
España”, dice doña
Chefi.
Muchos clientes que llegan al negocio de doña Josefina Rivera no dejan de pedir también su botella de rompope que ella elabora con su particular receta navideña. A esta tradicional bebida no debe faltarle el licor que, mezclado con la leche y la yema de huevo, le da un toque peculiar, el cual no deja de calentar el estómago. Doña Josefina prefiere ponerle ron, pero a veces lo mezcla con aguardiente Yuscarán porque hay quienes dicen que si no lleva guaro no es el auténtico rompopo catracho.
Otra de las famosas tamaleras es Ela Cardona, conocida como la Doña, quien a los doce años de edad ya sabía darle el punto de cocimiento a la masa de los tamales que su madre vendía en Catacamas, Olancho. Ella y su personal trabajan toda la noche para que al amanecer los tamales ya estén listos para la venta.
Toda esta gastronomía catracha suele servirse también durante el robo del Niño Dios. Según esta tradición, en la madrugada del 25 de diciembre corre en el barrio la noticia de que el Niño Jesús desapareció del nacimiento de un fulano. En tonces comienza su búsqueda las noches que siguen, del 26 al 30 de diciembre, hasta que es encontrado en alguna de las casas. En esta vivienda se hace, posteriormente, una reunión similar a la de las posadas, donde se brinda con rompope y se destapa la olla de los nacatamales, al tiempo que arranca el baile.
Pese a la situación difícil del país, el sabor a cerdo horneado, nacatamales y pavo relleno no dejará de estar presente en infinidad de hogares esta Noche Buena porque la producción ha sido incontenible.
Los nacatamales es preferible abrirlos calientitos para que salga con el calor ese olor inconfundible que atrae a comensales de todos los niveles sociales. Hay tamales hechos en casa y también elaborados en cantidades industriales en diferentes negocios de San Pedro Sula, como La Quinta del barrio Guamilito y Tamales La Doña de los barrios bajos.
En algunos de estos negocios también venden el tradicional rompope, el pollo relleno y el chanchito horneado. Los lechones más apetecidos son los que salen de los hornos de tierra y llegan del occidente del país.
| Ela Cardona (propietaria de Tamales La Doña), al igual que Josefina Rivera, dueña de La Quinta, tuvieron algunos contratiempos por las tomas de carretera, pero al fin lograron satisfacer a sus clientes.
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En La Quinta hacen los nacatamales normales, pero también los especiales de Navidad, a los que les ponen alcaparras, chícharos y pasas, o como los quiera la gente, dice su propietaria Josefina -Chefi- Rivera.
Explicó que la hoja usada en la envoltura no es de cualquier mata. Es una hoja de un plátano cultivado especialmente en el sector de Bijao, Choloma, que los pobladores llaman platanillo. Es una hoja más flexible con la que se envuelven los dos tipos de masa que lleva el tamal y, en medio, el trocito de cerdo o de pollo, para luego ser puestos a que hiervan en dos horas y media en una gigantesca olla metálica calentada con carbón.
| También ha habido mucha demanda de rompope y cerdos horneados.
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Muchos clientes que llegan al negocio de doña Josefina Rivera no dejan de pedir también su botella de rompope que ella elabora con su particular receta navideña. A esta tradicional bebida no debe faltarle el licor que, mezclado con la leche y la yema de huevo, le da un toque peculiar, el cual no deja de calentar el estómago. Doña Josefina prefiere ponerle ron, pero a veces lo mezcla con aguardiente Yuscarán porque hay quienes dicen que si no lleva guaro no es el auténtico rompopo catracho.
Los lechones más apetecidos son los provenientes de Santa Rosa de Copán.
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Toda esta gastronomía catracha suele servirse también durante el robo del Niño Dios. Según esta tradición, en la madrugada del 25 de diciembre corre en el barrio la noticia de que el Niño Jesús desapareció del nacimiento de un fulano. En tonces comienza su búsqueda las noches que siguen, del 26 al 30 de diciembre, hasta que es encontrado en alguna de las casas. En esta vivienda se hace, posteriormente, una reunión similar a la de las posadas, donde se brinda con rompope y se destapa la olla de los nacatamales, al tiempo que arranca el baile.