Después de un mes de haber salido de sus casas huyendo de la furia del río Chamelecón solo con la ropa que llevaban puesta, miles de pobladores de los excampos bananeros quieren regresar a sus hogares, pero solo encuentran destrucción.
De la iglesia que tanto trabajaron en construir, haciendo actividades, no quedó ni una sola pared. Un vecino encontró su televisor en la copa de un árbol, y a otro la refrigeradora se le salió por el techo de la casa.
Necesitados
Miles de habitantes de los excampos bananeros perdieron por completo sus viviendas y urgen ayuda. Algunas familias están alojadas en los bordos del canal Maya y piden proyectos de viviendas, porque aunque les ayuden a reconstruir sus viviendas, esa ya es zona vulnerable.
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Algunas familias caminan, otras van en motocicleta, la esperanza es retornar a sus viviendas poco a poco; pero se llevan el impacto de sus vidas al ver las aldeas y colonias por las que lucharon toda su vida reducidas a escombros por las tormentas Eta y Iota.
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“Estamos en los bordos porque nuestras casas están destruidas, urgimos cisternas con agua para bañarnos, nuestros hijos están con alergias en la piel y otras enfermedades porque no tenemos agua”, dijo la pobladora.
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Puentes colapsados y la ruptura de bordos impiden el acceso a otras comunidades como San José 1 y 2, las cuales son inhabitables.
Las pocas casas que quedaron en pie son un peligro, sus bases fueron azotadas por el río Chamelecón que se empeñó en arrastrar hasta contenedores y dejarlos en los techos de las casas.
En la zona compuesta por las comunidades de Montevideo, 17 de Enero, Las Rosas, Limones, San José 1 y 2, Corozalito, Samaritana y Flores de Oriente residen unas 850 familias, es decir, unos cinco mil pobladores.
Nuestra casa quedó destruida, perdimos todo y ahora urgimos ayuda porque tenemos niños. Xiomara Sierra, habitante de San José.
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Ramón Fernández, presidente del patronato de la aldea San José, contó que la Municipalidad envió maquinaria a esas zonas afectadas, pero hay algunas comunidades que todavía están incomunicadas. Hasta San José no hay paso porque la carretera está destruida, las personas tienen que caminar por horas para poder llegar a sus viviendas, pero al ver que no quedó nada de sus hogares regresan llorando.
“Yo saqué a mi familia a tiempo, si los pobladores no evacuamos, hubiéramos muerto cientos de personas. Al romper los bordos los ríos entraron con fuerza y destruyeron casas, iglesias, escuelas, todo quedó como zona de guerra, parece que fuimos atacados con bombas”, dijo entre lágrimas el poblador.
Perdí varias cabezas de ganado, mi casita fue destruida, fueron años de trabajo para tener una propiedad. Esaúl Canales, poblador de La Lima.
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“Con la tormenta Eta, la alcaldía pudo traer colchonetas, agua y alimentos, pero Iota nos mató, destruyó nuestras casas, mi televisor quedó en la copa de un árbol. De la iglesia por la que tanto trabajamos en construir, haciendo ventas de comida y otras actividades, no quedaron ni las paredes, es triste vivir esta pesadilla”, lamentó Fernández.
La Lima es uno de los municipios más afectados del valle de Sula por el paso de las dos tormentas. Son al menos 100,000 pobladores afectados, es decir, todo el municipio. Pablo Cardona es un habitante de la aldea San José que relató que con la fuerza del agua su refrigeradora salió por el techo, “toca tratar de levantarnos, pero se requiere de mucho dinero, y aquí todos perdimos lo que teníamos”.
![]() Miles de viviendas fueron destruidas por las tormentas eta y Iota.
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