El cáncer lo venció, pero hasta el último momento el gran maestro del pincel Mario Castillo no dejó de amar lo que más le apasionaba en la vida: la pintura.
Ayer al mediodía, la sociedad pictórica del país perdió a uno de sus más ilustres miembros. Un pintor como pocos. Manejaba todas las expresiones artísticas. Sus obras son dignas de un museo en París o en las más importantes galerías de arte del mundo.
A sus 77 años, aquel sampedrano que estudió pintura en la Academia de Bellas Artes en Roma, Italia, y en 1956, gracias a que el recordado mandatario Juan Manuel Gálvez costeó sus estudios artísticos, murió rodeado del cariño de su esposa Isabel Salgado, su gran amor; y sus hijos Mario, Claudio y Marcela.
Al mediodía, el cielo lo acogió con un ejército de ángeles,
aquellos seres de alas enormes y de hermosos rostros y ropajes que plasmaba en lienzos y eran su debilidad a la hora de encerrarse en su estudio para darle rienda suelta a su habilidad con el pincel y los colores.
Ejemplar
Nunca perdió la sonrisa. Estaba tan positivo y aunque sabía que el cáncer era un enemigo difícil de vencer se aferró a la pintura, al amor de sus seres queridos y a amigos que jamás le dieron la espalda y que hoy lloran a un hombre de carisma sincero, noble corazón y un caballero que será recordado por siempre por los amantes del arte nacional.
Honduras Fine Art Giclée, la compañía que se encargó de promover las obras de Mario Castillo con gran relevancia en los últimos años, está consternada por la pérdida irreparable de este iluestre hondureño que fue docente, subdirector y director de la Escuela Nacional de Bellas Artes en Honduras.
Sus restos mortales fueron velados desde ayer por la tarde en funerales San Miguel Arcángel. Hoy a las 10.00 am recibirá un homenaje póstumo en la Fundación para el Museo del Hombre Hondureño.
Un servicio religioso de cuerpo presente será oficiado en el templo adventista de Comayagüela a las 2.00 pm y el sepelio en el cementerio Las Casitas.