17/05/2025
10:58 PM

'Era mi orgullo, por qué me lo mataron”

Es un grito de dolor, las lágrimas afloran en los rostros de padres, madres, hermanos, esposas, hijos y amigos. Están consternados, no hay palabras que puedan borrar la rabia.

Es un grito de dolor, las lágrimas afloran en los rostros de padres, madres, hermanos, esposas, hijos y amigos. Están consternados, no hay palabras que puedan borrar la rabia y el dolor que sienten por la muerte de sus parientes.

Están consternados y no hay palabras de consuelo. Las escenas ayer en el hospital Mario Catarino Rivas y centros privados eran desgarradoras. La ola de violencia deja dieciocho familias enlutadas.

“Mi orgullo”

Mario Roberto Alberto no podía creer que su hijo del mismo nombre, de apenas 15 años, estuviera muerto. Llegó aún con vida al hospital Mario Catarino Rivas, pero a los pocos minutos los médicos lo declararon muerto.

Las esperanzas de su padre se perdieron y el dolor se apoderó de aquel hombre que durante casi diez años también laboró en la zapatería en que fue asesinado su hijo.

“Era mi orgullo, era mi hijo. Era apenas un niño. Por qué me lo mataron. Dios santo, pido fortaleza. No estaba en cosas malas. Por qué la gente mata a inocentes. Era lo más lindo que tenía y me lo mataron” fueron las palabras que entre lágrimas pronunciaba Mario al saber que su pequeño se sumaba a la lista de fallecidos.

Mario Alberto hijo desde los 12 años había llegado a la zapatería. Llevaba tres años trabajando en ella y apoyaba a su familia en los gastos de la casa.

Su sueño era estudiar y un día entrar en la universidad, pero sus sueños fueron frustrados por las balas asesinas que desconocidos lanzaron sobre todos los empleados de la zapatería.

Trabajador

En una de las bancas de la emergencia del hospital Mario Catarino Rivas estaba la abuela de Junior Cardona 18, otra de las víctimas de la masacre. Doña María no cesaba de llorar; su nieto, el que la sostenía, había muerto.

En silencio guardaba su dolor y las pocas palabras que pronunció fueron para destacar las virtudes de aquel joven que fue su soporte.

“Qué dolor. Mi nieto lindo se fue. No tiene nombre lo que han hecho con los 20 muchachos que trabajaban en la zapatería. Su delito era ganarse el pan trabajando honradamente. Ya nadie respeta nada, estamos desamparados”, manifestó la mujer.

A su lado, las sobrinas de Junior, de 3 y 5 años, acompañaban a su abuela con llanto. Las niñas no entendían qué pasaba pero también lloraban.

“Se me fue”

El desconcierto estaba presente en Blanca, la madre de Julio César Contreras, 19. La mujer buscaba a su hijo, no sabía si estaba herido, si había fallecido o qué le había pasado.

A los minutos, la triste noticia llegaba y le confirmaban la muerte de su hijo.

El grito desgarrador se escuchó afuera de la emergencia del Mario Catarino Rivas. Era un grito desesperado que, más allá del dolor, mostraba la impotencia ante lo ocurrido.

“Él era el que me sostenía. No entiendo, no puedo aceptar que esté muerto. Mi muchachito lindo, por qué te vas. Son unos salvajes, asesinos. Dios hará justicia. Me dejaron sola, me dejaron sin mi niño. No puedo aceptar su muerte; éste es un gran dolor”, gritaba la mujer.

El drama por la tragedia se trasladó de la zapatería a los hospitales, donde el sufrimiento de las cinco familias que perdían a sus familiares evidenciaba su dolor.

No hay palabras que consuelen hoy a estas familias víctimas de la violencia.