Hoy se conoce el lugar como Mata de Plátano. A unos 45 kilómetros de la ciudad de Tegucigalpa hay una aldea llamada San Diego. El principal cultivo del lugar es la mandarina, de casa en casa encuentra el visitante árboles del delicioso fruto; lo que distingue la mandarina de San Diego de la que se cultiva en otros sitios del país es su agradable y dulce sabor. Pero, ¿por qué pocas personas conocen el verdadero nombre de la aldea y la llaman Mata de Plátano?
Cuentan los ancianos del lugar que ocurrió un hecho que aún llena de asombro a quienes llegan de visita. Según la leyenda, llegó de quién sabe dónde un hombre que sabía artes mágicas, vivía en una montaña cercana cuando el sitio mencionado no estaba poblado como en la actualidad. Este hombre era visitado por muchas personas en busca de cura para un supuesto encantamiento o un mal que le hubiesen hecho a un familiar o amigo; él daba recetas acertadas, pues conocía a la perfección las cualidades curativas de las plantas.
Cuando este personaje bajaba de las montañas en su caballo tenía por costumbre bañarse en las cristalinas del río denominado Juan Ladrón, nombre que, según los campesinos, se le puso porque en cada invierno cambiaba su curso llevándose de encuentro milpas, mandarinas, cafetales y todo lo que encontraba a su paso. Hoy el río Juan Ladrón no es caudaloso y ya no aterra a los vecinos de San Diego, Quebrada
Grande, El Tule y sus alrededores. El hombre, al que llamaremos Ramiro, había escogido una poza especial para nadar tranquilamente sin ser molestado por los curiosos. Ahí pasaba largas horas, luego se vestía y cortaba plantas que crecían cerca de la poza. Un día, cuando Ramiro se bañaba en aquellas cristalinas aguas de la poza, llegaron varios hombres a molestarlo, se burlaron de él y se llevaron sus ropas.
-Ay brujo, si tenés poderes vení a quitarnos tus ropas, je, je, je, je.
Ramiro les contestó:
-Esta poza de ahora en adelante será bruja y aquí van a morir ahogados.
Ramiro salió desnudo de la poza, montó en su caballo y se fue para la montaña. Los hombres que se burlaron de él se robaron su ropa, se escondieron en el monte y vieron cuando él se fue hacia su casa en la montaña.
-Je, je, je, je. Lo jodimos, de ahora en adelante le vamos a hacer la vida imposible para que se vaya de este lugar, pero antes nos vamos a dar un chapuzón. ¿Qué les parece?
Uno de los burladores no quiso bañarse en la poza.
-Ni pagado me baño ahí, ese viejo dijo que era una poza bruja y que nos íbamos ahogar.
Sus amigos se rieron de él.
-Si querés andate, nosotros tenemos años de bañarnos en esa poza, aquí no hay nada.
Los tres hombres se desnudaron y como eran expertos nadadores se lanzaron desde una piedra a las cristalinas aguas, el otro se quedé en la orilla mirándolos nadar. Pero de pronto algo sucedió, del fondo de la poza comenzaron a salir una burbujas enormes, la tierra tembló y los tres hombres fueron succionados por una fuerza extraña y desaparecieron en el fondo. El que estaba en la orilla salió corriendo espantado y al llegar al pueblo gritaba:
-¡Se hundieron! ¡Se los tragó la poza bruja!
Los vecinos escucharon el relato y fueron a la poza, varios hombres se lanzaron en busca de los cadáveres y no encontraron nada, solamente las ropas quedaron en la orilla de la famosa poza bruja.
Ramiro bajó de la montaña instalándose en un terreno cercano a la Bruja atendiendo a sus clientes, especialmente a los que les habían hecho brujerías. Un día le informaron de la situación al sacerdote de la comunidad de Cedros.
-Es un hombre endemoniado, padre. Sabe cosas diabólicas y tiene embrujada una poza, queremos que por su medio lo saquen del lugar.
El sacerdote informó a las autoridades militares para que fueran a capturarlo vivo o muerto. Un grupo de hombres bien armados llegaron en busca del temido brujo acompañados de vecinos de San Diego, pero lo extraño es que no vieron ninguna casa.
-Mmmm, debe estar escondido. Se cuentan muchas cosas de él, dicen que mata a la gente con hechizos y se asegura que se convierte en animal. Hay que acabar con él. Hey… esperen, allá veo una casa.
El grupo de hombres pudo ver con claridad una pequeña casa ubicada en una parte plana cerca de la poza y el jefe ordenó:
-Váyanse ustedes por la derecha, ustedes por el centro y nosotros por el lado izquierdo, cuando oigan el silbato cargan sus armas y caminan hacia la casa, ese brujo no escapará.
Siguiendo las instrucciones los hombres esperaron la señal de su jefe, al escuchar el silbato se fueron hacia la casa, pero sucedió algo inesperado, comenzaron a hundirse en un pantano. Nadie escuchó aquellos gritos desesperados: ¡Auxilio! ¡Socorro! ¡Sálvennos!
Aquellos gritos se escucharon únicamente en el eco de las montañas, los pájaros, conejos y demás animalitos silvestres corrieron a esconderse hasta que todo quedó en calma.
Afortunadamente el jefe del grupo se había quedado rezagado al pie de un viejo árbol de pino y vio aquella dantesca escena con el terror pintado en su rostro. Vio también cuando la casa se esfumó en el aire, de repente vio al brujo que se fue transformando en una mata de plátano en medio de aquel pantano impenetrable. Cuando el que comandaba el grupo llego a Cedros contó lo sucedido, las autoridades creyeron que estaba loco. Tiempo después acudieron al lugar de los hechos, comprobando que en medio del pantano había una mata de plátano.
Cuentan que en las noches de luna algunas personas que han pasado por el lugar han escuchado los gritos desesperados de los hombres que se hundieron en el pantano, se encomiendan a Dios alejándose velozmente del lugar. Por la misma poza Bruja en cierta época del año sale una vertiente de la montaña no es agua la que corre, sino un liquido rojo y viscoso parecido a la sangre. Hay otro fenómeno que llama la atención de los vecinos, se trata de una fuente de agua que baja de la montaña, el agua es tibia y a veces caliente, mezclándose con las aguas del río
Juan Ladrón que llena la poza Bruja. La mata de plátano está ahí desde hace muchos años, no se seca, no se cae y no se pudre a pesar de estar en medio de un pantano. ¿Qué otros misterios encierra ese lugar? Solamente Dios lo sabe. Lo cierto es que San Diego dejó de llamarse así cambiando el nombre por el de Mata de Plátano en el departamento de Francisco Morazán, a escasos kilómetros de Tegucigalpa