A pesar del desbarajuste ocurrido en el Bajo Aguán a principios de la década anterior, cuando la Ley de Modernización Agrícola dio libertad a los cooperativistas para que vendieran sus tierras, este vasto sector del litoral atlántico sigue siendo el principal polo de desarrollo agrícola del país.
La zona de Tocoa, en la margen derecha del Valle del Aguán, es el sector que ha logrado el mayor progreso económico a través del cooperativismo. Como símbolo de esa pujanza está la empresa Coapalma, una de las más grandes procesadoras de palma africana, todavía en manos de cooperativistas.
Al principio estaba formada por 55 cooperativas, pero como resultado de aquella política implementada durante el gobierno de Rafael Callejas, quedaron solamente catorce.
“Las que se fueron nos dejaron con una deuda de 80 millones de lempiras que hemos pagado poco a poco, a pesar de los altos intereses”, comenta el gerente de Coalpalma, Ramón Rodríguez.
Sin embargo, ni los fuertes compromisos económicos ni la crisis que castiga al país han logrado mermar la pujanza de esta empresa que posee uno de los más modernos equipos para procesar manteca y aceite.
Aunque temporalmente se le han cerrado mercados como Nicaragua y El Salvador debido a la crisis, no hay por qué ponerse a llorar.
“Afortunadamente el aceite y la manteca son productos que la gente no puede dejar de consumir y el cultivo de la palma no presenta muchos riesgos”, dice Rodríguez.
Por supuesto, las cosas estarían mejor si no hubiese desaparecido esa gran cantidad de cooperativas.
“Le aseguro que si no hubiese existido esa Ley de Modernización Agrícola, a estas alturas la zona del Bajo Aguán y más que todo el municipio de Tocoa serían un emporio de desarrollo en el país”, señaló Alexis Santos, presidente de la Federación de Cooperativas de la Reforma Agraria de Honduras, Fecorah, a nivel nacional.
“Nuestra gran ventaja es que todo el dinero que en ese tiempo se movía de las cooperativas palmeras y de otras se sectorizaba en la zona de Tocoa”, agregó.
Entre los cultivos en el sector de Tocoa está en primer plano el de palma africana, del cual hay como cerca de cinco mil héctareas en manos de cooperativas y siete mil en poder de productores independientes.
El presidente regional de Fecorah, Julián Gómez, estima que con este cultivo se benefician alrededor de 600 familias sólo en Tocoa.
Indicó que uno de los éxitos de Coapalma es la transparencia con que se manejan ahora los fondos. “Eso nos da más optimismo de seguir al frente de la organización”, expresó.
Contraste
Como contraste entre la fuerza de las cooperativas y el fracaso de quienes las abandonaron, en el sector los que vendieron sus tierras deambulan como parias sin trabajo definido.
Algunos de ellos trabajan para aquellos a quienes vendieron sus propiedades y otros regresaron a las comunidades de donde vinieron.
Otros se dedican a “coyotear”, es decir que sirven de intermediarios entre los compradores de naranjas, para el caso, y los productores.
Comunidades como Lempira y La Occidental, en Tocoa, cuyas cooperativas se desintegraron, presentan un panorama desolador.
Juan Ángel Miranda, poblador de la Lempira, asegura que no fue por ignorancia que vendieron sus tierras, sino porque tenían una deuda con el banco y antes de que éste rematara la cooperativa, cada uno decidió vender su parte.
Con el paso de la tormenta Gere, la cooperativa perdió 48 hectáreas de cítricos y, para recuperarse, sus socios decidieron obtener un millonario préstamo en un banco para sembrar palma africana, el cual no pudieron honrar.
En la Occidental, incluso el presidente y el secretario de la cooperativa se fueron a Estados Unidos a buscar de qué vivir, dijo uno de los vecinos.
Isidro Reyes, otro ex socio de la Occidental, tuvo mejor suerte porque con el dinero que le dieron por su tierra compró un camioncito con el que ahora sostiene a su familia transportando la fruta de la palma africana.
Se quejó porque ahora muchos de los que también vendieron estén esforzándose por recuperar lo que ya no es de ellos. “Aquí a nadie le compraron a la fuerza”, expresó mientras se balanceaba en una hamaca en el patio de su casa.
Palma africana, un cultivo en auge
En la década del 70, el Gobierno decidió desarrollar el Valle del Aguán con la siembra de palma africana bajo la coordinación del Instituto Nacional Agrario, INA.
El INA proporcionó a los productores las mejores tierras, maquinaria y asistencia técnica hasta el momento actual, cuando el departamento de Colón es el que tiene la mayor área sembrada con 47 mil hectáreas, que representan casi el 47 por ciento de los cultivos en el país.
La palma africana es considerada silvestre por algunos, pues es familia de las palmáceas y se da naturalmente.
Pero para que el cultivo sea rentable se debe tratar a fin de que dé buenos rendimientos.
Cuando los productores reciben la semilla, es llevada a un previvero y cuando germina es trasladada a los tres o cuatro meses a otro vivero, en bolsas mucho más grandes, donde permanece ocho meses para después ser llevada al campo definitivo, donde es sembrada y crece a los tres años.