San Pedro Sula, Honduras.
Jesús Maldonado fue deportado a Honduras por una reyerta callejera en Nueva York, y Santos Alberto Gómez por conducir sin licencia entre Texas y Luisiana. La política de “tolerancia cero” del presidente estadounidense Donald Trump no perdona la mínima falta a los migrantes indocumentados.
“Allá en Nueva York es muy delicado... por cualquier cosita están volando (deportando) a medio mundo”, se queja Maldonado (de 52 años) poco antes de subirse a un vehículo en las afueras del aeropuerto Ramón Villeda Morales, de San Pedro Sula.
Decenas de personas se aglomeran regularmente en la entrada de la oficina del Centro de Atención al Migrante Retornado (CAMR) en el aeropuerto sampedrano a esperar a sus familiares que llegan en los vuelos de deportados.
Al menos cuatro aviones semanales están llegando a San Pedro Sula, con unas 400 personas en total. Los deportados llegan con una mochila o una bolsa con escasas pertenencias, después de pasar meses en centros de detención en diferentes regiones de Estados Unidos.
Del 1 de enero al 30 de junio fueron deportados 13,874 hondureños de Estados Unidos, incluyendo 82 menores no acompañados por adultos. De México llegaron 22,644 deportados, de ellos 4,583 eran menores no acompañados por adultos, según el Observatorio Consular y Migratorio de Honduras (Conmigho). En todo 2017 llegaron 20,841 de Estados Unidos (198 niños no acompañados) y 26,991 de México (4,474 niños no acompañados).
Historias
Robusto, de escasa cabellera cana y mediana estatura, Maldonado tuvo que cerrar (tras su deportación) una empresa de construcción en la cual empleaba hasta 12 obreros. “Me fui de 18 años, estuve 34 años (en Estados Unidos) y ahora me despachan. Mis siete hijos están allá”, se queja. Las deportaciones también están contribuyendo, aun sin querer, a algunos reencuentros y reunificaciones familiares.
Es el caso de Santos Alberto Gómez (de 31 años) que tenía en EEUU un trabajo de albañil en una construcción en Carolina del Norte, donde le pagaban siete dólares la hora. Eso es lo que puede ganar en un día de trabajo en Honduras, si es que consigue laborar; sin embargo, esta última deportación permite a Gómez reencontrarse con sus tres hijos en el municipio de Quimistán, en el noroeste de Honduras. “Siempre me ha gustado Estados Unidos, aunque ya tengo cuatro deportaciones.
La primera vez me fui de la edad de 13 años”, relata Gómez, quien tenía cinco años de haberse ido la última vez y asegura que intentará emigrar de nuevo.
Jesús Maldonado fue deportado a Honduras por una reyerta callejera en Nueva York, y Santos Alberto Gómez por conducir sin licencia entre Texas y Luisiana. La política de “tolerancia cero” del presidente estadounidense Donald Trump no perdona la mínima falta a los migrantes indocumentados.
“Allá en Nueva York es muy delicado... por cualquier cosita están volando (deportando) a medio mundo”, se queja Maldonado (de 52 años) poco antes de subirse a un vehículo en las afueras del aeropuerto Ramón Villeda Morales, de San Pedro Sula.
Decenas de personas se aglomeran regularmente en la entrada de la oficina del Centro de Atención al Migrante Retornado (CAMR) en el aeropuerto sampedrano a esperar a sus familiares que llegan en los vuelos de deportados.
| Los inmigrantes hondureños deportados de los Estados Unidos que llegaron a San Pedro Sula el 22 de junio de 2018.
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Del 1 de enero al 30 de junio fueron deportados 13,874 hondureños de Estados Unidos, incluyendo 82 menores no acompañados por adultos. De México llegaron 22,644 deportados, de ellos 4,583 eran menores no acompañados por adultos, según el Observatorio Consular y Migratorio de Honduras (Conmigho). En todo 2017 llegaron 20,841 de Estados Unidos (198 niños no acompañados) y 26,991 de México (4,474 niños no acompañados).
| El plazo del martes para la reunificación familiar se aplica para esos niños menores de cinco años, y el resto deberá reencontrarse con sus familias antes del 26 de julio.
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Robusto, de escasa cabellera cana y mediana estatura, Maldonado tuvo que cerrar (tras su deportación) una empresa de construcción en la cual empleaba hasta 12 obreros. “Me fui de 18 años, estuve 34 años (en Estados Unidos) y ahora me despachan. Mis siete hijos están allá”, se queja. Las deportaciones también están contribuyendo, aun sin querer, a algunos reencuentros y reunificaciones familiares.
Es el caso de Santos Alberto Gómez (de 31 años) que tenía en EEUU un trabajo de albañil en una construcción en Carolina del Norte, donde le pagaban siete dólares la hora. Eso es lo que puede ganar en un día de trabajo en Honduras, si es que consigue laborar; sin embargo, esta última deportación permite a Gómez reencontrarse con sus tres hijos en el municipio de Quimistán, en el noroeste de Honduras. “Siempre me ha gustado Estados Unidos, aunque ya tengo cuatro deportaciones.
La primera vez me fui de la edad de 13 años”, relata Gómez, quien tenía cinco años de haberse ido la última vez y asegura que intentará emigrar de nuevo.
| 11,800 menores tiene EEUU bajo su custodia reveló el ministro de Salud de ese país, Alex Azar. De ellos “aproximadamente el 80% son adolescentes, en su mayoría varones”, que ingresaron sin compañía de adultos.
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