Su reputación lo precede, ha pagado cara la osadía de ser un cura irreverente, polémico, popular y carismático.
Pero la sabiduría del refrán no se equivoca: 'Nadie es monedita de oro para caerle bien a todo el mundo'. Así ha ocurrido con el cura guatemalteco Eduardo Velásquez que luego de ser deportado de Honduras hace ocho años, regresó a su antiguo reino, el apacible pueblo de Ajuterique en el departamento de Comayagua, ubicado en las faldas de las montañas que dominan el fértil e inmenso valle del mismo nombre, símbolo de riqueza de la región central.
Otro adagio popular dice que nadie es profeta en su propia tierra y eso le viene como anillo al dedo al cura rebelde, quizás en su propio país nadie sepa ni su nombre, pero aquí si ha logrado llamar la atención por diversas razones, casi todas fuera de su oficio religioso.
Ocho años de exilio han sido bastantes, aquel rostro juvenil de hace tantos años ha dado paso a un cura de aspecto más maduro, aunque representa menos edad biológica por su delgada figura y la broma a tiempo. Una cosa sí permanece intacta: el apoyo de los feligreses que dejó atrás en 2001.
Aquel año luego de reiterados ataques y escándalos en torno a su persona, las autoridades de Migración tomaron cartas en el asunto y aprovecharon la oportunidad de que al sacerdote se le había vencido su permiso de residencia y lo deportaron a su país de origen, dejando a todo un pueblo deseoso de seguir escuchando la poderosa prédica del llamado 'cura de Ajuterique' que envolvía a sus seguidores en un delirio dionisiaco, como pocos oradores pueden hacerlo.
La historia está llena de santos y pecadores, justos e irredentos; definitivamente el cura Velásquez pertenece a los últimos y el pueblo encuentra en ellos un atractivo que no saben explicar, recordemos al papa Alejandro VI de la familia Borgia.
Otro predicador de magnetismo singular fue el infame reverendo Jim Jones, quien con una sola orden logró que sus fieles, en Estados Unidos, lo dejaran todo para trasladarse a una selva de Guyana donde fundaron un fuerte que luego sería su lecho funébre. Ese tipo de poder existe.
Otra vez en Ajuterique
La noticia se esparció como reguero de pólvora, el cura estaba de regreso y el pueblo se embebió de júbilo, sólo les faltó tocar panderetas y que las mujeres llevaran guirnaldas en el pelo como en los viejos tiempos bíblicos; pero para estar a tono con la época sonaron rancheras y hubo marimba, según cuentan los mismos habitantes del pueblo.
El cura volvía y con él los viejos recuerdos de antaño, los medios de comunicación que siempre andan tras la noticia echaron al traste su incógnita visita, de nuevo volvió a los titulares, a la pantalla chica, a las preguntas de siempre: ¿viene a quedarse? ¿Va a volver a dar sus misas? ¿Le gusta beber? ¿Es cierto que abusó de una menor? ¿Las fotos pornos?
Un equipo de LA PRENSA viajó a Ajuterique, pero ya era tarde, el cura estaba sobreaviso y nunca dio la cara, lo primero que reprocharon las señoras que custodian su tranquilidad es que lo habían llamado 'el cura pijinero' y 'eso no lo toleramos' dijeron tajantemente.
No obstante, al rato no aguantaron las ganas de dar sus propias declaraciones, de recordar, de mostrar fotografías de 'su sacerdote' en los viejos tiempos cuando llegó por primera vez al pueblo en 1986.
Isabel Padilla, una venerable anciana de estos lares indicó con detalle el domicilio adonde se hospeda el cura, en casa de Lola Alcerro, 'es la única casa de alto de la cuadra', y dimos derechito con la dirección.
En menos de lo que canta un gallo, tres personas dieron distintas versiones del paradero del cura, no se pusieron de acuerdo, señal inequívoca de que lo ocultaban.
El primero expresó que andaba en las montañas visitando amigos, la segunda dijo 'en secreto' que se encontraba visitando a un moribundo en Pinalejo y la tercera, oficial, Lola Alcerro dijo que andaba haciendo trámites, arreglando papeles de su permiso.
Anécdotas del cura
La vecina Olga Pacheco se mostró tajante y dijo que en cosas religiosas ella no se metía. 'No me gusta ir a la iglesia, ahí sólo lo ven entrar a uno y le quedan viendo qué zapatos anda, qué vestido lleva. Yo me dedico a trabajar, a mi negocio', dijo Pacheco.
Acto seguido nos mostró su altar, un estante lleno de botellas de aguardiente en un local bien distribuido con sus sillas y mesas, negocios habituales en Ajuterique, un mundo paralelo a la religiosidad.
Sin embargo, al cabo de un rato Pacheco había olvidado sus palabras y se hizo al lado del cura, no pudo evitar hablar 'de lo injustos que habían sido con él'.
Gloria Meléndez es otra ferviente defensora del cura de Ajuterique. Ella indicó que hubo varias personas que lo atacaron, que lo humillaron en su propia cara, pero que ahora ya no existen.
'Hubo una señora que le tiró agua en el pecho al cura, el fin de semana siguiente estaba muerta, le pegó un derrame', relató Meléndez.
También nombró a un funcionario que presuntamente mandó a golpear al cura.
'Lo dejaron todo moreteado y lo bañaron de alcohol para que dijeran que andaba bebido; pero nosotros supimos que fue él, ahora está postrado en Comayagua', prosiguió la seguidora, como advertencia contra aquellos que osen hacerle daño al cura.
'Cuando lo echaron siempre estuvimos en contacto con él por teléfono', afirmó Meléndez.
La recurrencia de esta gente con el cura no tiene explicación, cómo un pueblo tan enchapado a la antigua pudo ser receptivo al mensaje insólito de este personaje que encontró aquí terreno fértil donde sembrar su semilla de ideas y discursos polémicos, de locuras y excentricidades que trascendieron hasta la opinión pública.
Ante la pregunta de por qué tanta devoción por el cura, la gente solamente contestó que se había portado bien con el pueblo. No pudieron expresar con palabras la razón de su influencia sobre ellos.
Al salir del país en 2001, los feligreses o 'peregrinos' como ellos mismos han dado en llamarse, organizaban excursiones a Guatemala y El Salvador sólo para estar cerca del sacerdote, pero no iban con las manos vacías, le llevaban dinero, ropa, sus golosinas favoritas y la ofrenda máxima: su presencia misma luego de peregrinar más de un centenar de kilómetros.
'Viera cómo eran las ferias de alegres cuando estaba él aquí, las navidades se celebraban a lo grande,' continúa Gloria Meléndez, 'las misas duraban hasta tres horas, venía gente de otros pueblos a visitar Ajuterique'.
Todo terminó con la salida del cura en 2001, tras la acusación de abusos sexuales y faltas a la moral.
'El padre se dedica a corromper a la juventud de ambos sexos' dijeron sus opositores, mientras el ex alcalde Mario Alberto Rodríguez expresaba que 'protegerían a los niños y niñas de Ajuterique del cura Eduardo Velásquez', la controversia se escuchó por todo el país.
Mientras unos le dieron santas pascuas al cura, cuando salió deportado, la mayoría quedó rumiando la ira e impotencia. 'Nunca perdimos la fe de que volvería', dijo Lola Alcerro sosteniendo un álbum de fotos donde aparece el cura de Ajuterique en sus años mozos. 'Él se portó muy bien con todos, no ha cambiado nada', expresó la matrona.
En su casa hospeda al visitante a quien recibió con pescado frito y estofado en su primera cena luego de ocho años de ausencia.
Como el pueblo quedó dividido a favor y en contra del sacerdote, la nueva mayoría de la parroquia miraba con desdén a los seguidores de Velásquez, éstos no soportaron tal ofensa y se propusieron construir un templo por su cuenta.
Reunieron dinero, compraron un terreno y levantaron su propia iglesia en el barrio Los ángeles de Ajuterique, donde hoy, al momento de ser publicado este reportaje, estará poniendo sus pies por primera vez, en casi una década, el padre 'irreverente'.
Este evento ha causado gran expectativa y como en 'pueblo chico infierno grande', ahora hay otras corrientes religiosas luchando por conseguir adeptos, otros recuerdan los hechos que llevaron a la deportación del cura y se preguntan si volverá a las andadas.
'El viene en paz' dijo Lola Alcerro mientras dio la vuelta y siguió preparando el almuerzo.