19/12/2025
05:07 PM

Dr. Quintín Máximo: 'Soy como el abuelo de algunos pacientes”

Por haber obtenido su especialidad en una universidad pública se siente comprometido en devolver en parte lo que el pueblo le dio en estudios.

Es experto preparando guífiti, la bebida espirituosa de los garífunas, pero destaca más por su labor de médico, en la que pone el corazón al par de sus conocimientos para rescatar de las enfermedades a los niños pobres.

El consultorio de Quintín Máximo, al fondo de un popular edificio de especialidades, se ve siempre lleno de mujeres con niños en brazos esperando su turno. La mayoría viene de los barrios marginales de San Pedro Sula, pero hay también quienes llegan de comunidades remotas, con la fe puesta en el pediatra por su capacidad profesional y el don humanitario que derrocha sin alardes.

Su vocación y su nombre los heredó de su padre, quien fue jefe de laboratorio por mucho tiempo del hospital de La Lima en el apogeo de la Tela Railroad Company. “Mi papá comenzó lavando botes en el laboratorio, pero luego logró estudiar microbiología gracias al entonces director del hospital, Rafael Martínez Valenzuela”, comentó el doctor.

Un profesor le decía Chele

Se siente orgulloso de haber sido alumno de maestros que eran “mártires de la educación” en la Escuela Esteban Guardiola de La Lima. “Mi primer profesor fue Longino Becerra, recuerdo que nunca me decía mi nombre, solamente Chele; pero eso a mí no me molestaba, al fin y al cabo era un cipote”.

Sin embargo, siendo estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras sintió el látigo de la discriminación al ser reprobado a causa de su color, por un catedrático originario de Brasil. “Después, leyendo sobre Brasil supe que es el país más racista de Latinoamérica a pesar de sus raíces afrodescendientes, si no fijate que en su Gobierno no hay ningún negro”.

Considera que esa es la razón por la que fue el único estudiante reprobado de la clase en sus años de universitario.

Por haberse graduado de médico y luego obtenido su especialidad en una universidad pública, Quintín Máximo se siente en la obligación de devolver en parte lo que el pueblo le dio en estudios, de allí que la atención médica sea tan barata en su consultorio.

“Si el padre me paga para que le entregue a su hijo sano, no tengo que estarle cobrando cada vez que me lo traiga por la misma enfermedad”, manifiesta.

él llama a este sistema “controles por enfermedad”, es decir, que el cliente le paga una sola consulta durante el tratamiento del mismo padecimiento”.

Además, procura prescribir medicinas que estén al alcance de los padres. “Si hay dos medicamentos que tienen los mismos resultados, yo les receto el más barato”, dice.

Hay padres que quedan tan agradecidos que le dan propinas de cien lempiras, las que acepta con una broma: “Dejámelos para tomarme una cervecita”.

La verdad es que aquellas gratificaciones de alguna forma le sirven para compensar las consultas que otros clientes de menos recursos no pueden pagar.

Hace unos tres meses que el pediatra dejó de laborar en el hospital Mario Catarino Rivas, donde por unos 30 años vio de cuerpo entero el precario sistema de salud, para dedicarse de lleno a su clínica particular.

Recuerda que estando de turno en el hospital le tocó atender a un niño al que su madre llevó en estado terminal “respirando como un pececito fuera del agua”, a causa de una neumonía y sin embargo logró estabilizarlo.

Dio la casualidad que unos seis meses después aquella madre llegó a su consultorio sin saber que quien la atendería sería el mismo médico que había salvado a su hijo. “Cuando me vio se puso a gritar y a llorar de la emoción”, comentó el pediatra.

Quintín Máximo llama “mis nietos” a algunos de su pequeños pacientes porque son hijos de personas a las que él trató siendo cipotes en los comienzos de su profesión.

El especialista prefiere hablar más de su trabajo en la clínica que de la pequeña fábrica artesanal de guífiti que tiene en su casa. “En realidad paso muy ocupado para eso, no puedo chupar dos coyoles al mismo tiempo, además no hay mercado en el exterior, por la competencia con los whiskys finos”.

Admitió que tiene unos cuantos clientes que le permiten mantener el negocio, más que todo para poner etiqueta a una tradición garífuna a través de la marca Numada Guifiti.

Punta y fútbol

Aunque nació en La lima, no ha dejado de mantener contacto con sus raíces viajando frecuentemente a la comunidad de Masca en Omoa, donde nacieron sus padres. “No hablo garífuna con fluidez porque me crie fuera de las comunidades de afrodescendientes, pero lo entiendo un poco, lo que sí bailo es la punta que aprendí cuando pasaba mis vacaciones en Masca”.

El fútbol ha sido uno de sus entretenimientos favoritos desde que en su juventud jugaba en el equipo Elche de La Lima. Hasta hace poco también se defendía como centrocampista de la Liga de Veteranos, de la cual se retiró porque a sus 65 años le da miedo que lo vayan a quebrar, según dijo.

“Han llegado a la liga unos de 35 años que esos no andan con papadas y me pueden dar un porrazo que me va a dejar fuera de combate”.

Así como colgó sus tacos de veterano, piensa también colgar su gabacha de médico dentro de unos cuatro años, para dar oportunidad a los nuevos colegas y dedicarle más tiempo a sus nietos de sangre, con mucho pesar por sus pequeños pacientes a quienes la pobreza hace más penosas sus enfermedades.

“Hospital pediátrico es una necesidad en SPS”

Construir un hospital pediátrico en San Pedro Sula ha sido el sueño de algunos médicos que han hecho de su profesión un apostolado como las doctoras Lul Hannanía y Bessy Guevara, dijo el doctor Quintín Máximo.

El pediatra considera que construir un centro asistencial de esta naturaleza, que sea gratuito, será difícil porque la medicina es cara, pero que se pueden buscar opciones que hagan factible el proyecto.

Por el momento solamente existe un centro de atención exclusiva a niños en San Pedro Sula, aunque en una determinada sub especialidad. Se refiere al Cure International que funciona en la colonia Rivera Hernández, especializado en ortopedia pediátrica, expresó.

“Es urgente también uno de pediatría en general, porque las necesidades son grandes en este campo”, agregó.

Indicó que el hospital Mario Rivas dispone de un espacio que bien puede funcionar como área pediátrica, pero que en ese caso habría que construirse otro edificio o hacer remodelaciones importantes.

Indicó que el llamado hospital Materno Infantil que funciona en el Leonardo Martínez, realmente solamente es un hospital de Maternidad porque no brinda atención exclusiva para los niños.

Manifestó que el Mario Rivas del cual fue subdirector, adolece de una resonancia magnética y un mamógrafo, pero que afortunadamente el ministro de Salud, Arturo Bendaña, ya se comprometió a proporcionar ese equipo.