San Pedro Sula, Honduras.
A sus 13 años ingresó a la banda del José Trinidad Reyes para ejecutar la lira y a sus 16 reparó la primera. Un año después se atrevió a construir una y hoy dirige una microempresa familiar que fabrica instrumentos de percusión artesanales. Aunque la empresa se llama “La Casa de las Liras” es más conocida como Las Liras de Bimbo. Ya traspasa las fronteras. Se trata de Luis Roberto López, un exintegrante de la banda del Reyes que lleva la percusión en sus venas, el amor patrio y el espíritu emprendedor.
Es conocido como Bimbo y al relatar su historia en cada palabra transmite la pasión por lo que hace. En 1992 junto con un grupo de amigos formó una banda de guerra para apoyar al Instituto Tridentino en el barrio Paz Barahona.
Lograron que les prestaran cinco liras, pero todas estaban en mal estado, desafinadas y feas. No había quien las reparara y tampoco a la venta, por eso Luis se las llevó a su casa en la colonia Aurora y logró repararlas.
El trabajo resultó un éxito y todos comenzaron a preguntar quién las había reparado.
El rumor se corrió y cuando uno de los instrumentos se dañaba, los integrantes de las bandas llegaban adonde Bimbo a buscar una solución. Lo hacía gratis, pero él era consciente que no lo hacía con el mejor material. Un día, su padre Roy López viajó a El Salvador en compañía de Bimbo. Allá encontró un mejor material para reparar las liras e hizo el contacto. Recuerda que llegó a tener 100 instrumentos que necesitaban reparación y solo cobraba los materiales. “Me daba pesar que los alumnos no pudieran desfilar porque el instrumento estaba dañado. Yo había pasado por eso”, comenta.
Superación
Luis se graduó de analista programador de sistemas en el Itee. Eso le permitió laborar en una empresa, pero en sus tiempos libres se dedicaba a darles vida a los instrumentos.
“Cobraba 20 lempiras por tecla y el tornillo a tres lempiras. Solo trabajaba en septiembre porque es cuando las bandas quieren tener sus intrumentos en buen estado”. Era tanta la necesidad que tomó la decisión de dedicarse a ello, pero un día, iluminado por Dios, dijo: “Si puedo reparar, por qué no puedo construir”. La primera lira la hizo en 1994 y la donó a una escuela. “Sonó lindo, la prestamos a varias instituciones porque era especial”.
Emocionado al recordar sus inicios, el sampedrano cuenta que las primeras tres liras las vendió al instituto Lempira, de la Montefresco, en 1995. No revela cuánto le pagaron.
“Primero solo hacíamos las teclas, luego los tornillos y así comenzamos la empresa”.
Año con año fueron creciendo. El joven con el instrumento bajo el brazo se subía a los buses y viajaba ofreciendo el producto.
No fue fácil porque en muchos colegios les decían: “Es hecha acá en Honduras, no sirven”. A pesar de que les repetían esa frase, quienes se atrevieron a probarlas comprobaron la calidad y muchos clientes tienen más de 14 años de tenerlas.“Dejá de estar jugando con esas bandas, dedicate al trabajo, si vos ganas bien programando”, le repetía don Roy a Luis cada vez que lo miraba con los instrumentos en la mano sin imaginar que hoy ese sería el patrimonio familiar. Luis dice que al mercado traen liras, pero cada año cambia la secuencia; es decir, que el repuesto de este año ya no le queda a las del próximo.
La pasión por las bandas lo llevaron a combinar su trabajo con el entrenamiento de bandas de algunos colegios. Ahí utilizaba sus liras.
La familia comenzó a promover sus instrumentos directamente con el cliente, no con las tiendas porque no los tomaban en cuenta por ser hechos en Honduras.
Bimbo nunca perdió la esperanza y siguió visitando colegios de las principales ciudades de Honduras. Uno de los primeros clientes en La Ceiba fue el instituto San Isidro. Ellos comenzaron a recomendarlos con otros y la clientela creció.
Cuando llegaban a buscar liras, los clientes les preguntaban que por qué no vendían tambores para comprar el paquete completo. Entonces comenzaron a pedir los estilos y auxiliado por Internet supo de la fabricación de tambores, bombos, güiros y tarolas o timbaleras.
Pidiendo prestado y usando sus ahorros compraba materiales para hacer los tambores y en 1998 el primero sale a la venta. A las bandas de los institutos les gustaron, igual a las barras de los equipos, quienes llegan a que se les fabriquen de diferentes tamaños. El bombo más grande que hacen es el 28, pero también 40, que es solo para las barras de los equipos. En este momento tienen en existencia.
Para López, lo más importante es utilizar material de calidad. Usan aluminio de estándares altos. “Como no podíamos encontrar maquinarias empezamos a buscar qué era lo que necesitábamos y diseñamos las máquinas con las que trabajamos”, dice.
Recuerda que para fabricar los tambores compraron mucha maquinaria chatarra que encontraban tirada en los patios. Las reparaban y hoy están en uso. La fábrica tiene diez empleados y los meses más fuertes son junio, agosto y septiembre.
El 15 de septiembre ellos acudirán a disfrutar los desfiles, orgullosos de escuchar la percusión de los instrumentos que sus manos elaboran.
A sus 13 años ingresó a la banda del José Trinidad Reyes para ejecutar la lira y a sus 16 reparó la primera. Un año después se atrevió a construir una y hoy dirige una microempresa familiar que fabrica instrumentos de percusión artesanales. Aunque la empresa se llama “La Casa de las Liras” es más conocida como Las Liras de Bimbo. Ya traspasa las fronteras. Se trata de Luis Roberto López, un exintegrante de la banda del Reyes que lleva la percusión en sus venas, el amor patrio y el espíritu emprendedor.
Es conocido como Bimbo y al relatar su historia en cada palabra transmite la pasión por lo que hace. En 1992 junto con un grupo de amigos formó una banda de guerra para apoyar al Instituto Tridentino en el barrio Paz Barahona.
Lograron que les prestaran cinco liras, pero todas estaban en mal estado, desafinadas y feas. No había quien las reparara y tampoco a la venta, por eso Luis se las llevó a su casa en la colonia Aurora y logró repararlas.
El trabajo resultó un éxito y todos comenzaron a preguntar quién las había reparado.
El rumor se corrió y cuando uno de los instrumentos se dañaba, los integrantes de las bandas llegaban adonde Bimbo a buscar una solución. Lo hacía gratis, pero él era consciente que no lo hacía con el mejor material. Un día, su padre Roy López viajó a El Salvador en compañía de Bimbo. Allá encontró un mejor material para reparar las liras e hizo el contacto. Recuerda que llegó a tener 100 instrumentos que necesitaban reparación y solo cobraba los materiales. “Me daba pesar que los alumnos no pudieran desfilar porque el instrumento estaba dañado. Yo había pasado por eso”, comenta.
Han fabricado miles de liras de diferentes tamaños: escolares, madres y la dragón.
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Luis se graduó de analista programador de sistemas en el Itee. Eso le permitió laborar en una empresa, pero en sus tiempos libres se dedicaba a darles vida a los instrumentos.
“Cobraba 20 lempiras por tecla y el tornillo a tres lempiras. Solo trabajaba en septiembre porque es cuando las bandas quieren tener sus intrumentos en buen estado”. Era tanta la necesidad que tomó la decisión de dedicarse a ello, pero un día, iluminado por Dios, dijo: “Si puedo reparar, por qué no puedo construir”. La primera lira la hizo en 1994 y la donó a una escuela. “Sonó lindo, la prestamos a varias instituciones porque era especial”.
Emocionado al recordar sus inicios, el sampedrano cuenta que las primeras tres liras las vendió al instituto Lempira, de la Montefresco, en 1995. No revela cuánto le pagaron.
“Primero solo hacíamos las teclas, luego los tornillos y así comenzamos la empresa”.
Año con año fueron creciendo. El joven con el instrumento bajo el brazo se subía a los buses y viajaba ofreciendo el producto.
Tres hermanos de la microempresa han sido integrantes de bandas de guerra y eso los ha llevado a realizar el trabajo con pasión.
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La pasión por las bandas lo llevaron a combinar su trabajo con el entrenamiento de bandas de algunos colegios. Ahí utilizaba sus liras.
La familia comenzó a promover sus instrumentos directamente con el cliente, no con las tiendas porque no los tomaban en cuenta por ser hechos en Honduras.
Bimbo nunca perdió la esperanza y siguió visitando colegios de las principales ciudades de Honduras. Uno de los primeros clientes en La Ceiba fue el instituto San Isidro. Ellos comenzaron a recomendarlos con otros y la clientela creció.
Resaltan que en el año 2009 estuvieron a punto de cerrar, pero este año se activó la empresa.
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Pidiendo prestado y usando sus ahorros compraba materiales para hacer los tambores y en 1998 el primero sale a la venta. A las bandas de los institutos les gustaron, igual a las barras de los equipos, quienes llegan a que se les fabriquen de diferentes tamaños. El bombo más grande que hacen es el 28, pero también 40, que es solo para las barras de los equipos. En este momento tienen en existencia.
Para López, lo más importante es utilizar material de calidad. Usan aluminio de estándares altos. “Como no podíamos encontrar maquinarias empezamos a buscar qué era lo que necesitábamos y diseñamos las máquinas con las que trabajamos”, dice.
Recuerda que para fabricar los tambores compraron mucha maquinaria chatarra que encontraban tirada en los patios. Las reparaban y hoy están en uso. La fábrica tiene diez empleados y los meses más fuertes son junio, agosto y septiembre.
El 15 de septiembre ellos acudirán a disfrutar los desfiles, orgullosos de escuchar la percusión de los instrumentos que sus manos elaboran.
Diez empleados tiene la empresa de luis lópez. para contactar llame al 9450-3692.
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