Son comunidades dispersas, con caminos de difícil acceso, algunas sin agua potable y sin recursos para sobrevivir.
Las familias que se ubican en las aldeas más remotas de los municipios de La Virtud, Mapulaca, Virgina y Piraera se han resignado a su suerte y sobreviven, como ellos dicen, “a la mano de Dios”.
Desde Santa Rosa de Copán recorrimos cinco horas de camino para encontrar los hogares de estos pobladores y en cada uno de ellos los rostros de tristeza, desolación de hombres, mujeres y niños. Todos claman por una tortilla para comer.
La mayoría de hogares tienen a una mujer como jefa del hogar. Tienen de seis once hijos y sus ingresos son nulos, se las ingenian para alimentar a sus pequeños. Las que no pueden dar de mamar dan agua de masa, y en algunos casos avena con agua a sus pequeños.
El café se vuelve el sustento de los estómagos de los niños lempireños. El extenso verano en una zona donde sólo cuentan con una cosecha al año ha causado daño a la mayoría de cultivos de frijol que eran la esperanza de los agricultores.
Sin tierras ni dinero
Llegamos a La Virtud, nos desplazamos hasta la aldea Cerro Grande, donde los pobladores caminan 14 kilómetros para llegar al pueblo.
No hay transporte, la calle habilitada apenas permite que carros de doble tracción de vez en cuando puedan ingresar al poblado. Las casas están dispersas en medio de la espesa montaña.
La primera casa que encontramos estaba elaborada de varas de árboles embarradas. Sonriente nos recibe Bonifacio Chicas, un agricultor de 50 años. “No los paso porque no tengo donde se sienten, pero estamos a su orden” dijo. En la plática, Bonifacio comentó que no tiene trabajo y cuando logra conseguir de jornalero apenas trabaja un día a la semana que le generan unos 70 lempiras.
“Mire, esto está difícil, no tenemos tierra, nos contratan allá a las cansadas y lo que nos toca es sacar leña y venderla. Ganamos de 10 a 25 lempiras depende de si es media o una carga de leña. Yo me aflijo porque soy solo, tengo a mi cargo tres niños y nos vemos a palitos, comemos así de vez en cuando. Ya nos acostumbramos y pues sólo Dios nos da la mano”, dijo.
“Comemos salteado”
Después encontramos a Rudecinda Aguilar acompañada de su nuera, sus nietos y un anciano. El fogón que han construido está en el patio de la casa. Cuando llegamos lo tenían encendido, todos esperan que se calienten unas tortillas que han puesto en el comal junto a una olla de café.
Eran las cuatro de la tarde y se preparaban para cenar. “Mire hoy vamos a comer tortilla con sal porque nos regalaron una arroba de maíz.
Aquí sufrimos, comemos salteado. Ya nos hemos acostumbrado a pasarla muchas veces sin un bocado en el estómago, bebiendo sólo agua. Aquí no hay hombre que trabaje, sólo estamos nosotras y para ganarnos unos centavos a veces nos ponemos a quebrar semillas de aceituna y por quebrar una arroba nos pagan 20 lempiras. Eso nos ayuda a comprar alguito para comer, pero eso no es siempre”, contó Rudecinda.
Escasez
En Mapulaca, municipio del sur de Lempira, las condiciones son similares a La Virtud. Visitamos la aldea El Sitio, el camino de tierra estaba húmedo, una leve tormenta que cayó en la zona revivió las esperanzas de los agricultores para que sus cosechas de maíz no se pierdan. Pero con el frijol nos dijeron que no había nada que hacer porque el calor les afectó sus cultivos y el grano se perdió.
“Es una situación preocupante, yo cultivé dos manzanas de frijol y con el calor el grano se daño. Se ha vaneado, las vainas se inflaron, pero no crecieron los granos. El clima nos afectó y eso significa que habrá escasez. Esto nos preocupa porque si ahorita no tenemos qué comer, las cosas vienen más duras. No tendremos ingresos, no habrá comida para las familias”, apuntó el agricultor Saúl Aguilar.
Elsa Rivera recogió los frijoles nuevos que botaron los agricultores de su comunidad. Para ella aunque digan que están malos representan la oportunidad de alimentar a sus nueve hijos. “Los están botando porque dicen que no sirven. Nosotros los aprovechamos”, manifestó.
En esta remota zona del país, éste es el día a día y las últimas noticias de más sequía, malas cosechas y hambruna sólo ocasionan mayor angustia, pues ven disiparse sus esperanzas de un año mejor.
El clamor es por fuentes de trabajo, servicios básicos y apoyo para mejorar sus cultivos.
Datos
100 Lempiras es lo que apenas generan las familias a la semana para sobrevivir en esta zona postergada de Lempira.
50% de las familias en Mapulaca que representa unas 2,500 viven en extrema pobreza, apenas van pasado el día a día confiando en Dios.
80% de productores se dedican al cultivo de frijol, grano que se ha visto afectado por la sequía en esta zona.