San Buenaventura, Francisco Morazán, Honduras.
El cortejo fúnebre salió de la iglesia casi entrada la noche, a paso lento, abriéndose camino entre un mar de gente mientras una valla de hombres y mujeres le hacía honor mostrando una camiseta roja con una gran foto de Marco Antonio Andino rodeada por dos palabras: “nuestro orgullo”.
Fue el último adiós a un hombre que fue llorado por una multitud de personas de todas las edades que se volcó a la plaza central de este municipio de Francisco Morazán para ser testigo de las exequias del cuatro veces diputado liberal.
Andino falleció de un paro cardiaco la mañana del domingo, lo que causó consternación entre una comunidad que lo vio nacer y crecer como político y entre las bases y dirigentes de su partido.
La iglesia de San Buenaventura resultó insuficiente para albergar a una muchedumbre que quería darle la despedida al “diputado del pueblo”, frase que se atribuye Carlos San Martín, uno de los activistas permanentes que tuvo Andino en la capital.
Las muestras de cariño, de solidaridad y de amistad fueron vistas entre mucha gente, sobre todo humilde, que tiene de Marco Antonio Andino los mejores recuerdos porque, de una u otra forma, fue beneficiada con su gestión de proyectos de toda índole, empleos, becas y hasta ayudas económicas.
A las honras fúnebres
asistieron las autoridades del Partido Liberal encabezadas por Mauricio Villeda, diputados, alcaldes, convencionales y miembros de consejos departamentales y locales.
También estuvo el expresidente Carlos Roberto Flores, quien destacó el valioso papel de Andino en el Partido Liberal, su lealtad y su entrega.
Un dolido alcalde, Andrés Amador, destacó que en 16 años nunca se les escuchó al pueblo una palabra de rencor en contra de Andino.
El padre Tony Salinas ofició una misa de cuerpo presente en la que habló del “corazón sin fronteras” que tenía Andino. “Era una mano abierta de generosidad, era un hombre de pueblo, hizo de la política el mejor peldaño para servir a los necesitados”, afirmó.
Tras el oficio religioso, el cuerpo sin vida fue sacado a la plaza del pueblo, al que sirvió por más de veinte años. Luego fue llevado al cementerio.
El cortejo fúnebre salió de la iglesia casi entrada la noche, a paso lento, abriéndose camino entre un mar de gente mientras una valla de hombres y mujeres le hacía honor mostrando una camiseta roja con una gran foto de Marco Antonio Andino rodeada por dos palabras: “nuestro orgullo”.
Fue el último adiós a un hombre que fue llorado por una multitud de personas de todas las edades que se volcó a la plaza central de este municipio de Francisco Morazán para ser testigo de las exequias del cuatro veces diputado liberal.
Andino falleció de un paro cardiaco la mañana del domingo, lo que causó consternación entre una comunidad que lo vio nacer y crecer como político y entre las bases y dirigentes de su partido.
La iglesia de San Buenaventura resultó insuficiente para albergar a una muchedumbre que quería darle la despedida al “diputado del pueblo”, frase que se atribuye Carlos San Martín, uno de los activistas permanentes que tuvo Andino en la capital.
Las muestras de cariño, de solidaridad y de amistad fueron vistas entre mucha gente, sobre todo humilde, que tiene de Marco Antonio Andino los mejores recuerdos porque, de una u otra forma, fue beneficiada con su gestión de proyectos de toda índole, empleos, becas y hasta ayudas económicas.
Tras el oficio religioso, el cuerpo de Andino fue sacado a la plaza.
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También estuvo el expresidente Carlos Roberto Flores, quien destacó el valioso papel de Andino en el Partido Liberal, su lealtad y su entrega.
Un dolido alcalde, Andrés Amador, destacó que en 16 años nunca se les escuchó al pueblo una palabra de rencor en contra de Andino.
El padre Tony Salinas ofició una misa de cuerpo presente en la que habló del “corazón sin fronteras” que tenía Andino. “Era una mano abierta de generosidad, era un hombre de pueblo, hizo de la política el mejor peldaño para servir a los necesitados”, afirmó.
Tras el oficio religioso, el cuerpo sin vida fue sacado a la plaza del pueblo, al que sirvió por más de veinte años. Luego fue llevado al cementerio.