El Congreso Nacional funciona anualmente con un presupuesto de alrededor de 400 millones de lempiras, invertido en gastos corrientes que incluyen el pago de salarios y gastos de representación de los 128 diputados.
Ese presupuesto también se gasta para el mantenimiento del Centro de Investigación y Estudios Legislativos, Ciel, que funciona en un edificio anexo del Congreso Nacional adquirido en 1991.
A finales de 1992, se dotó al Ciel del primer equipo de cómputo y el 17 de marzo de 1993 se declararon solemnemente inauguradas las operaciones del centro y un portal en Internet.
Su estructura básica está conformada por la Dirección y cuatro gerencias, cada una de las cuales cumple funciones específicas en consonancia con el mandato de la ley que creó esta unidad del Congreso.
La Dirección cumple responsabilidades en línea directa con la Presidencia del Congreso y tiene jerarquía sobre cada una de las gerencias.
Las unidades gerenciales del Ciel son las de Administración, Investigación y Análisis, Informática y Documentación y Consulta, que incluye la Biblioteca del Congreso Nacional.
Abandono
Todo luce interesante en el papel, pero en la práctica el Congreso Nacional sigue operando como en los tiempos más antiguos.
En ninguna oficina, excepto en la del presidente, operan servidores de Internet. El sistema de cómputo ya colapsó.
El abandono del Congreso Nacional es tal que una oficina importante como Relaciones Públicas no tiene una fotocopiadora, una resma de papel ni una máquina de fax. Tampoco está conectada a Internet.
Seis líneas de teléfonos fijos que operaban en el hemiciclo para uso de diputados y de periodistas fueron inhabilitadas desde la administración pasada.
El sistema de sonido para la prensa funciona con cables remendados y el audio se distorsiona regularmente. Las butacas para la prensa escrita están semidestruidas, como la realidad más palpable de este poder del Estado.
Acerca de la burocracia excesiva denunciada por voceros de la nueva administración del CN, el ex presidente de este órgano legislativo, José Alfredo Saavedra, dijo que quien afirme esa situación “tiene una opinión bien sectaria”.