En una ceremonia sencilla pero llena de folclore y talento hondureño, tomó posesión de la Presidencia de la República el nacionalista Porfirio Lobo Sosa, el noveno mandatario en la historia constitucional del país.
No hubo un gran desfile de presidentes y jefes de Gobierno, pero sí despliegue de artistas nacionales que cantaron y bailaron la música catracha y emocionaron a un público rodeado de imágenes que invocaban a la unidad y a la reconciliación en el Estadio Nacional Tiburcio Carías Andino de Tegucigalpa.
El pueblo se volcó al estadio y desde allí dieron a cada quien lo que se merecía: aplausos o abucheos.
Los primeros en ingresar al estadio fueron los miembros de la comitiva del Congreso Nacional encabezada por el presidente Juan Orlando Hernández, quien juramentó y le puso la banda presidencial a Lobo.
Los invitados
Luego hicieron su ingreso los alcaldes de los 298 municipios del país, seguidos del jefe del Estado Mayor Conjunto, Romeo Vásquez; la Junta de Comandantes de las Fuerzas Armadas de Honduras, la plana mayor de la Policía Nacional, los magistrados del Tribunal Supremo Electoral, la Procuradora General de la República y los fiscales General y Adjunto.
Además, con sus respectivos honores de ordenanza entraron al sitial el presidente de la honorable Corte Suprema de Justicia, Jorge Rivera y los magistrados.
Una a una las delegaciones de los tres presidentes que acompañaron a Lobo entraron al estadio. Lo hizo primero la panameña encabezada por el presidente Ricardo Martinelli, luego el mandatario de Taiwán, Ma Ying Jeou y sin mayor protocolo hizo su entrada el mandatario dominicano Leonel Fernández.
A las 10.55 de la mañana el presidente Porfirio Lobo Sosa, ingresó al estrado principal de la mano de su esposa Rosa Elena de Lobo. La pareja fue vitoreada por los presentes. También lo acompañaron sus hijos y familiares cercanos.
La ceremonia empezó con una hora de retraso y en medio de un fuerte dispositivo de seguridad dentro y fuera de las instalaciones del coloso metropolitano.
El obispo auxiliar de Tegucigalpa, monseñor Juan José Pineda, y el sacerdote Juan Ángel López realizaron el oficio religioso que presidió la juramentación. Ellos le pidieron a Lobo saber escuchar y dejarse aconsejar.
“Pido a Dios que dirija el mandato de Lobo y que sea un gobierno de reconciliación donde reinen la transparencia y la ética”, dijo el sacerdote católico Juan Ángel López.
En la celebración religiosa también tuvieron participación las iglesias evangélicas, cuyos pastores enviaron un mensaje de reconciliación y pidieron a Dios que guíe el nuevo gobierno.
La sorpresa la dio el director técnico de la selección de Honduras, Reinaldo Rueda, quien tuvo participación en la ceremonia e invitó a los hondureños a marchar siempre juntos detrás de una sola bandera.
Luego el turno le tocó al presidente del Congreso Nacional, quien tras recordar que Porfirio Lobo es el presidente más votado de la historia, procedió a tomar la promesa constitucional y a imponerle la banda presidencial a Lobo Sosa.
Posteriormente lo hizo con los tres designados presidenciales, María Antonietta de Bográn, Samuel Reyes y Víctor Barnica. Cada uno recibió un ejemplar de la Constitución de la República, la cual deberán cumplir y hacer cumplir como prometieron.
Faltaban 11 minutos para las 12 del mediodía cuando el presidente Lobo portando su banda tomó el micrófono y se dirigió al pueblo en su primer discurso como presidente de los hondureños.
Aplausos y abucheos
Miles de hondureños reunidos en el Estadio Nacional Tiburcio Carías Andino aprovecharon cada palabra pronunciada en el discurso de Porfirio Lobo Sosa para mostrar su satisfacción o malestar con personas y países que jugaron un rol protagónico en la crisis del 28 de junio de 2009.
Un prolongado y vergonzoso abucheo o un sonoro y cálido aplauso fueron la recompensa del pueblo para quienes, con sus acciones, jugaron al papel de juez inquisidor o aceptaron el principio de autodeterminación de los pueblos.
Lobo Sosa sabía que su discurso se estaba convirtiendo en una especie de balanza por eso evitó pronunciar los nombres de Roberto Micheletti Baín y José Manuel Zelaya Rosales.
Por razones protocolarias, se tuvo que agradecer la visita de las delegaciones que lo acompañaron en el acto de investidura y fue en ese preciso momento, cuando comenzó a vivir el trago amargo. Quien se llevó la peor parte fue el presidente de República Dominicana, Leonel Fernández. Las tres veces que su nombre fue pronunciado, las tres veces fue abucheado.
Un sonoro “buuuuuuu” y uno que otro silbido se dejaba escuchar en cada centímetro de la instalación deportiva capitalina, que lucía esplendorosa y rebosante de patriotismo. Lo mismo ocurrió cuando el mandatario se refirió a su homólogo costarricense Óscar Arias.
Lobo dijo “Doy las gracias al presidente Arias, por haberse interesado desde el principio en una solución justa y pacífica. El acuerdo San José-Tegucigalpa marcó el principio del fin de la crisis”. Las gargantas de los presentes abucheaban hasta más no poder.
Lobo agradeció al pueblo de Estados Unidos, en particular a la secretaria de Estado, Hillary Clinton y los aplausos no se hicieron esperar; pero de pronto fueron interrumpidos para dar un paso intempestivo hacia los abucheos cuando Lobo anunció que las gestiones de este país se realizaron a través de su embajador Hugo Llorens.
OEA abucheada
Igual suerte corrió la Organización de Estados Americanos, OEA. Lobo destacó el papel de este organismo en la crisis, pero el pueblo lo reprochó. Abucheos para Miguel Insulza, el hombre que no le dio a Honduras ni el derecho de defensa.
Posteriormente, el presidente agradeció la labor en pro del reconocimiento internacional que hicieron los ex candidatos presidenciales, el error: mencionarlos por su nombre.
Los aplausos eran abundantes cuando mencionó a Felícito Ávila y Bernard Martínez, pero todo cambió a la hora de mencionar a César Ham, el dirigente zelayista y candidato de Unificación Democrática.
Fue un abucheo tan prolongado que no cesaba aún y cuando Lobo Sosa decidió no hacer pausa sino continuar con su discurso.
Mencionó a Elvin Santos pero pasó desapercibido. Los abucheos a Ham habían callado los potentes altoparlantes.
Entonces Lobo entró a la parte más delicada. Era el momento de hablar de la amnistía aprobada por el Congreso Nacional la noche del martes. El abucheo se prolongó desde las 12:00 hasta las 12:02 del mediodía, cuando Lobo guardó la fina pluma que usó para sancionar el decreto. Allí quedó claro que el pueblo no perdona ni olvida.
El discurso finalizó y siguió la revista de tropas, luego también sancionó el decreto del Plan de Nación, aprobado por el pasado Congreso Nacional que presidió José Alfredo Saavedra.
Con solemnidad la Banda de los Supremos Poderes interpretó el Himno Centroamericano La Granadera como símbolo de la integración de los pueblos.
La Sesión Solemne del Soberano Congreso Nacional donde se invistió a Lobo se cerró y como un regalo a los hondureños y a los visitantes se ofreció un espectáculo único donde hubo derroche de talento por parte de los artistas hondureños.
Bajo el nombre de Todos Somos Honduras, los artistas entonaron canciones donde destacó la composición “Hay tantas cosas bellas en esta tierra linda y nada que envidiarle a la tierra extranjera”.
Las interpretaciones fueron coreadas por el público que no ocultó su orgullo catracho y su amor a la democracia.
El presidente de la República, Porfirio Lobo, salió del estadio rumbo a Casa Presidencial donde juramentó al Gabinete que lo acompañará en sus cuatro años de gobierno.