Las anfetaminas se han convertido en las sustancias de mayor predominancia en el mercado clandestino de las sustancias sintéticas en Honduras, fenómeno que contrasta con los patrones de consumo observados en los países vecinos, donde las metanfetaminas y los sedantes son más comunes.
La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc) en su Informe Mundial sobre las Drogas 2024 ubica a Honduras en el mapa mundial como mercado de consumo de anfetaminas, un dato alarmante que refleja la evolución de las tendencias de abuso de sustancias en la región.
A diferencia de Guatemala, donde la metanfetamina es la sustancia de abuso predominante, en El Salvador, Nicaragua y Costa Rica hay una mayor prevalencia de sedantes y tranquilizantes.
Sin embargo, la presencia de ketamina en el mercado clandestino regional muestra un crecimiento, lo cual es evidenciado con las incautaciones ejecutadas por autoridades de Costa Rica.
La ketamina es un anestésico disociativo utilizado principalmente en el ámbito médico para inducir anestesia rápida y segura, tanto en humanos como en animales. Ha ganado atención por sus efectos en el tratamiento de trastornos mentales, como el trastorno bipolar. Más causa graves problemas en la salud de las personas por uso indebido o por consumo de versiones falsas de esta droga.
Las anfetaminas, consumidas vía oral o inyectadas, afectan el sistema nervioso central, aumentan la actividad cerebral y producen efectos como mayor estado de alerta, energía, concentración y, en algunos casos, euforia. Estas sustancias son químicamente similares a la adrenalina y la dopamina.
Estas drogas causan aumento de la temperatura corporal, la presión arterial y el pulso, insomnio, pérdida de apetito, agotamiento físico. El abuso crónico produce una psicosis que se asemeja a la esquizofrenia: paranoia, alucinaciones, comportamiento violento y errático, describe la Administración para el Control de Drogas (DEA).
Hasta la fecha, no existen estudios recientes realizados por entidades estatales que describan las características demográficas y socioeconómicas de los consumidores de drogas en Honduras, particularmente las sintéticas que son susceptibles a falsificaciones. Sin embargo, algunas organizaciones no gubernamentales han llevado a cabo investigaciones que sacan a la luz la situación.
Global Communities, en colaboración con la Asociación Kukulcán, realizó después de Covid-19 un estudio exhaustivo sobre el consumo de drogas y su relación con el VIH y las infecciones de transmisión sexual (ITS). Esta investigación revela que el grupo más afectado por el consumo de drogas se encuentra en la franja etaria de 18 a 28 años.
Los datos del estudio muestran que un 43.81% de los consumidores de drogas en general en Honduras pertenece al grupo de 18 a 28 años. Este alto porcentaje indica que la juventud es un foco de atención en la lucha contra el abuso de sustancias.
La necesidad de implementar programas de prevención y tratamiento adaptados a esta población es inminente, dado que están en una etapa formativa de sus vidas, opinan psicólogos consultados por Diario LA PRENSA.
El informe también señala que un 36.83% de los consumidores se encuentra en el rango de 29 a 38 años, mientras que un 11.75% corresponde a personas entre 39 y 48 años.
Esta tendencia sugiere que, si bien el consumo es más prevalente entre los jóvenes, también hay un segmento considerable de adultos jóvenes y de mediana edad que enfrenta problemas relacionados con el uso de drogas.
En términos educativos, los datos son igualmente reveladores. Un 46.98% de los consumidores cuenta con educación media y un 21.27% con educación superior. Un 41.90% de los encuestados tiene un trabajo formal, lo que indica que muchos adictos están integrados en el mercado laboral.
Consecuencias del consumo de anfetaminas
Las consecuencias económicas del consumo de anfetaminas en Honduras son profundas. El aumento en la demanda de servicios de salud, especialmente en el ámbito de la salud mental y el tratamiento de adicciones, genera una carga adicional sobre un sistema de salud vulnerable, con pocos hospitales psiquiátricos y escasos centros de desintoxicación.
Psicólogos consultados por Diario La Prensa advierten que la adicción a las drogas también tiene efectos devastadores en las familias cuya dinámica se altera y puede llevar a conflictos, rupturas de relaciones y un ambiente de inestabilidad.
Los niños de padres adictos pueden experimentar un desarrollo afectado, con consecuencias a largo plazo en su bienestar emocional y social.
La psicóloga Dafhne Izaguirre, máster en psicología clínica y de la salud y técnico en adicciones, explica que “muchas veces los jóvenes recurren a las drogas por varios motivos: primero, y casi siempre se da, cuando hay problemas en casa, por divorcios o porque los padres trabajan y no los atienden. Los jóvenes sienten ciertos vacíos que necesitan llenar. No es que el joven diga, voy a buscar una droga, generalmente, se juntan con personas, compañeros, que les van sugiriendo que prueben estas formas de sobrellevar las casas, de relajarse, divertirse. Empiezan en modo diversión sin saber que el cerebro se engancha a fumar marihuana, consumir anfetaminas, cocaína y otras drogas”.
“En el cerebro tenemos químicos, que se llaman neurotransmisores, como la dopamina, que se encarga de que sintamos placer general. Cuando comemos pastel, se genera dopamina, cuando hacemos ejercicios, se genera dopamina y otros químicos. Cuando el cerebro genera dopamina, la persona quiere repetir el estímulo que la hizo sentir bien.
La trampa es que el cerebro sabe que la persona le dará el estímulo para que genere dopamina fácilmente, entonces, el cerebro, en palabras sencillas, deja de producir dopamina como lo hacía antes. Cuando el cerebro deja de generar la suficiente dopamina, la persona siente que, por ejemplo, no necesita fumar un puro de marihuana, sino dos. Se va alterando el sistema cerebral, ciertos circuitos se alteran y la persona se engancha a la adicción de las drogas”, Izaguirre, quien atiende a los pacientes en el centro de salud mental Avante, ubicado en barrio Los Andes de San Pedro Sula.
Los psicólogos, dice Izaguirre, consideran las adicciones como una enfermedad y cita de ejemplo que “si un chico que comience a consumir drogas psicoestimulantes, además de dañar el cuerpo, afectará a la familia y se verá en un veredero problema, pues que someterse a un tratamiento que no es fácil, necesitará mucho dinero y mucho apoyo de la familia”.