14/12/2024
02:03 AM

Abogado invidente sobrevive del teclado

Sacó fuerzas de su discapacidad para coronar una profesión universitaria que no ha podido ejercer.

San Pedro Sula, Honduras.

No obstante haber nacido con la luz de sus ojos apagada, Reynaldo Sabillón logró convertirse en abogado, pero no se gana la vida litigando, sino ejecutando su teclado en un restaurante de San Pedro Sula.

Su condición de invidente es una de las causas para que todavía no ejerza su profesión, pero no reniega porque, aparte de deleitar a los clientes del restaurante Pollo Gol del barrio Las Palmas, aprovecha para mandarles un mensaje de amor.

Nació ciego a causa de una caída que sufrió su madre mientras limpiaba la casa, por eso pide a las embarazadas que no asuman riesgos para que el fruto de su vientre nazca sano.

“Nací a los siete meses. A mi mamá le pusieron varias pintas de sangre para que yo sobreviviera, pero no se salvó mi vista”, comenta.

En una de las mesas del negocio coloca su teclado, al mediodía, cuando más parroquianos llegan a comer, para comenzar a ofrecer su música a diez lempiras la pieza.

Llega al negocio caminando desde su casa, localizada a tres cuadras, tanteando sus pasos con el bastón y llevando su instrumento en una carreta metálica para botellones de agua que le regaló un amigo. Es una suerte que su casa esté tan cerca, porque en los buses no le permiten viajar con la carreta y su teclado.

Accede con el tacto a lo que sus ojos le niegan.
Gracias a que aprendió a leer y escribir mediante el sistema Braille en la escuela para ciegos de Tegucigalpa, pudo estudiar la secundaria en el Instituto Tridentino de San Pedro Sula y Derecho en la universidad pública.

Refiere que no ha tenido suerte en el amor, por eso a sus 57 años está soltero. Cuando entró a la universidad tuvo la esperanza de que podía encontrar una novia, pero se dio cuenta que “ya no es por amor que las mujeres buscan a los hombres, sino por interés”. Sin embargo, agradece a muchas de sus excompañeras que le demostraron amistad ayudándole a grabar las cátedras de los profesores. Como abogado conoce sus derechos como invidente.

“La Ley de Equidad y Desarrollo Integral establece en los artículos del 31 al 36, el derecho al trabajo que tenemos las personas con discapacidad, pero la ley no se cumple”.

En su adolescencia sintió la pasión por la música, gracias a la cual se ayudó a pagar sus estudios en la universidad y sigue viviendo de ella. Fue aprendiendo a tocar con instrumentos de juguete que le compraba su papá. Aparte del teclado, toca la armónica y la concertina.

Entre una pieza y otra, critica a los malos políticos, y recuerda algunos pasajes bíblicos.

“No maldigas al sordo, y delante del ciego no pongas tropiezos”, expresa. Dice que hay quienes censuran lo que dice, pero son más quienes le brindan su apoyo.