Niños y adolescentes siembran el terror en los populosos sectores de Chamelecón y Rivera Hernández. Las maras no se han ido, sólo cambiaron su forma de operar.
Ahora utilizan a los menores de edad para extorsionar a los habitantes.
La ciudad está siendo controlada por pequeñas bandas de asaltantes formadas por niños y adolescentes de 12 años y más; ni sus familias ni la Policía puede detenerlos.
'Es difícil detenerlos, ellos saltan los muros de las viviendas para esconderse cuando ven las luces de las patrullas. Los agentes han detenido algunos, pero poco después salen en libertad', confirmó el subcomisario de la megaposta policial de Chamelecón, Raúl Martínez.
Cuando son menores quienes infringen la ley, ésta los protege y sólo pueden detenerlos durante 24 horas, luego son remitidos al Centro Pedagógico El Carmen para que sean rehabilitados. De allí es por todos conocido que escapan fácilmente.
En el registro de hechos delictivos que lleva la megaposta del sector sólo en julio se reportaron cuatro fallecidos por armas de fuego, tres por arma blanca, 29 robos a personas, 11 hurtos a los negocios y 32 amenazas de muerte a algunos de los pobladores.
Los vecinos temen hablar. Bajo el anonimato relataron a LA PRENSA cómo es el día a día en la zona.
'Hemos llamado a la Policía cuando vemos a los delincuentes robando casas o asaltando a alguien, pero los oficiales no se acercan a estas colonias, algunas veces ni nos contestan el teléfono', dijo una habitante de la colonia Morales de Chamelecón.
Otro de los pobladores de la colonia San José dijo ser testigo del mal proceder de la Policía Preventiva. 'Los oficiales encienden la sirena de la patrulla cuatro cuadras antes de llegar adonde ocurre el hecho, cuando los delincuentes la escuchan se van y no detienen a nadie'.
'En una ocasión presencié la persecución de un marero, él hirió con un arma a otro joven, se escondió en una vivienda frente a mi casa. Un policía me preguntó dónde estaba el delincuente, yo estaba nervioso y les dije que no lo había visto, cuando la patrulla se fue el joven salió y me agradeció por no delatarlo. El pandillero me veía desde dentro de la vivienda, yo no me había percatado de eso, pero si le hubiese dicho al oficial dónde estaba, hoy no lo estaría contando', recordó mientras giraba su cabeza, cerciorándose de no ser visto por los delincuentes.
'Yo no lo acusé porque la autoridad no está cerca de nosotros, cuidándonos, en estos barrios quienes están son los delincuentes ', concluyó.
Casi nadie sale después de las ocho de la noche, pues teme ser asaltado. Quienes van de visita a la zona corren el riesgo de ser extorsionados o víctimas de robo.
Extorsiones
A pesar de las redadas policiales implementadas en el gobierno anterior, la sombra de las pandillas continúa amedrentando a los pobladores. Ya no caminan con sus cuerpos tatuados y en grupo, ahora se han organizado y desde atrás del telón manejan su red de criminalidad.
Los conductores del transporte son extorsionados con el 'impuesto de guerra'. Según la Policía, mujeres y menores son los encargados de cobrar el dinero.
'La mujeres se ubican en las pulperías, cuando nos acercamos para detenerlas las vemos con el dinero en la mano, pero dicen que están comprando víveres, es dificíl comprobar la extorsión, ésta es una de las estrategias de las compañeras de hogar de los pandilleros', dijo el subcomisario.
En Chamelecón, los dueños de taxis pagan 70 lempiras por vehículo cada semana. Los rapiditos tienen una cuota de 50 lempiras, pero si el vehículo es nuevo, la tarifa sube.
Estos grupos se han divido el territorio. Pobladores y transportistas reconocen dónde y cómo los pandilleros se transportan, pero nadie denuncia por temor: los miembros de la mara 18 utilizan los autobuses de la ruta 35, mientras que los MS se movilizan en los rapiditos, o en automóviles privados.
'La gente denuncia a través de llamadas teléfonicas, no lo hace personalmente y de esta forma no podemos llevar un registro de todas las extorsiones', dijo Martínez.
Ningún miembro de una pandilla contraria puede abordar el transporte que no le corresponde. Si lo hace puede ser asesinado dentro de la unidad de transporte.
'Una noche, frente a mi casa, asesinaron a un conductor de taxis. él se estacionó en una esquina y un pasajero se bajó, pocos segundos después otro hombre se acercó, sacó su pistola y junto al pasajero le quitaron sus pertenencias y le dispararon. Jamás había visto algo así, me puse nerviosa y ahora tengo miedo hasta de salir a la pulpería', contó una habitante de la colonia Sabillón de Chamelecón.
Las autoridades encargadas de velar por la seguridad en este lugar dicen que no pueden hacer mucho para eliminar este flajelo porque la gente no se atreve a denunciar.
'Es difícil reconocer a los pandilleros porque no se caracterizan por su vestimenta como antes, actualmente tienen apariencia decente, con ropas de marca y nada llamativos', explicó Martínez.
Para los comerciantes la situación es igual. Muchos negocios han fracasado por las extorsiones. Los dueños de cuarterías pagan de cuatrocientos a mil lempiras semanales para poder continuar con su negocio.
En estos barrios es común ver casas y solares abandonados. En una misma cuadra se pueden ver tres rótulos de 'Se vende'.
'Nos vemos obligados a vender nuestras casas a un precio muy bajo porque aquí nadie quiere comprar terrenos y al existir un comprador lo tenemos que vender al precio que sea', dijo otro afectado.
Cuando alguien quiere construir un muro en su terreno, los dueños deben pedir permiso a los delincuentes y pagar una cantidad estipulada, pues la construcción se vuelve un obstáculo para ellos cuando huyen de la Policía, aseguran los vecinos.
Dividiendo el terreno
Estos grupos siguen siendo territoriales. En las zonas bajas de Chamelecón, la 18 domina en las colonias Morales 1, 2, 3, y 4; en la colonia Palmira, en la mitad de la colonia Sabillón Cruz y parte de la San Juan.
La MS se ha apropiado del otro extremo de la Sabillón, la colonia San José, el bordo del río Chamelecón y la otra parte de la colonia San Juan. Los muros están pintados con los 'placazos', el monograma que identifica a cada organización.
Los pandilleros influyen como ejemplo en los infantes para que sigan su comportamiento, en las escuelas de estos barrios asisten niños que se asocian con otros formando grupos de apoyo e imitándolos.
La Rivera Hernández
El panorama es similar al lado este de la ciudad. Aquí, niños de 13 años asaltan a mano armada a los habitantes. La Policía lo sabe, pero se ve imposibilitada para detenerlos. 'Los familiares los esconden dentro de las viviendas, conociendo que han cometido delitos.
Los asaltos a personas es lo que más se reporta en la megaposta de este sector, pero la misma familia los cubre para que no sean detenidos', indicó el subcomisario de la megaposta de la Rivera Hernádez, Sergio Paz.
En junio y julio en la megaposta se reportaron dos menores detenidos por vagancia, pero afirman que existen muchos que cometen delitos y están en libertad. 'A veces los mismos padres denuncian violencia física por parte de los hijos, capturamos a algunos y los enviamos a los centros de rehabilitación, pero salen peores porque las instituciones no están capacitadas', dijo Paz.
En este sector, de las 72 colonias que lo conforman, las zonas 'calientes' son la Seis de Mayo, Asentamientos Humanos, Brisas del Caracol, Celio Gonzales, Central y Felipe Zelaya.
Otro de los sectores identificados son las paradas de autobuses, 'La parada del Burro' y 'El Guanacaste' son dos de los puntos claves de los malhechores para asaltar a las personas. Los antisociales han quebrado las lámparas del alumbrado público para aprovechar la oscuridad y despojar de sus pertenencias a sus víctimas, sean estos hombres o mujeres. Los agentes policiales resguardan ocasionalmente estos sitios, aún así, los asaltos no disminuyen, los robos a las viviendas se incrementan, pero según los oficiales algunas de ellas se han vuelto intocables.
'Aquí en la Rivera viven personas que tienen posibilidades económicas, a estas viviendas los maleantes temen ingresar a robar porque los dueños de las casas toman justicia por su propia mano', indicaron miembros de la Policía.
Para proteger sus bienes los habitantes pagan vigilancia privada, porque no se sienten seguros con el proceder de la autoridad, pese a ello también existen casas deshabitadas que se encuentran en venta.
'La delincuencia sigue presente en toda la Rivera Hernández, la Policía no entra a estos barrios porque sabe que son peligrosos y porque hasta le tiene miedo a los delincuentes', expresó un habitante del sector. Otro de los perjudicados dijo que no denuncian ante las autoridades a los delincuentes porque éstas no guardan confidencialmente la fuente de información.
Algunos pobladores han borrado con pintura los 'placazos' que dejan plasmadas las pandillas, para borrar la mala imagen de las colonias.
Los habitantes tienen su fe puesta en los 120 nuevos agentes anunciados para el distrito policial de la zona, pero aún no hay fecha, confirmó el subcomisario de la megaposta policial de la Rivera.
Testimonio: dentro de las maras
'Para muchos escuchar hablar de las maras 18 y la MS puede tener muchos significados. Algunos piensan que el 18 es la cantidad de miembros que forman la mara y la MS son las siglas de la mara salvatrucha, cuando su significado es todo lo contrario y va más allá de lo que se conocen.
La MS identifica a sus miembros como la mara satánica, y el 18 es el resultado de sumar tres veces el número seis, la marca del diablo.
Nosotros entramos a las pandillas por diferentes razones, unos por curiosidad, otros por influencia de los amigos y algunos lo hacen para proteger a su familia de los delincuentes, porque en estos sectores debemos ser vivos. Cuando decidimos entrar a la mara nos ponen a prueba y nos bautizan, con un sobrenombre, a los varones los golpean todos los miembros del grupo, si resiste la 'calentada' es aceptado. La prueba a las mujeres es distinta, ella primero debe tener relaciones sexuales con el jefe de la mara, después con cada uno de los pandilleros del grupo, una vez hecho es bienvenida.
Debemos ser fieles a la mara y pasar la prueba de fuego, nos asignan una misión y debemos cumplirla como sea, tenemos que matar a uno de los pandilleros contrarios. Aún recuerdo la primera vez que asesiné a un ser humano, nunca había disparado un arma, me temblaba el cuerpo, tenía los nervios de punta pero si no le quitaba la vida, él o la mara me la quitaría a mí.
Junté valor, lo seguí y le disparé varias veces hiriendolo en el tórax y en una de sus piernas, cuando él cayó al suelo me acerqué y el tipo seguía con vida, yo no tenía balas en la pistola, me acerque y le introduje el cuchillo con fuerza y lo vi morir.
La segunda vez que maté ya no sentí miedo, al contrario, me gustó y se volvió para mí como un deporte, peleamos por el territorio por ser los más fuertes del barrio.
Nosotros no le hacemos daño a la gente que no se mete con nosotros, sólo asesinamos para sobrevivir: o mueren los contrarios o morimos nosotros.
Algunos miembros han intentado dejar la mara entrando a la religión cristiana, pero a los jefes no les gusta que dejemos al grupo.
Si uno de nosotros se retira y se vuelve supuestamente cristiano lo vigilan permanentemente para verificar que en realidad esté yendo a la iglesia, si deja de ir lo mandan a matar. No nos podemos retirar una vez que ingresamos a la mara, por eso muchos de nosotros siempre terminamos siendo asesinados', dijo uno de los pandilleros.