Reseña de los Beatles ‘64: “los Fab Four irradian una energía inagotable, casi sobrenatural”

La destrucción de Estados Unidos por parte de los Beatles –ese momento mítico y extático que restauró el orgullo de posguerra de Gran Bretaña y se convirtió en una piedra angular duradera de nuestro respeto por el poder blando– es el tema de este absorbente documental del director David Tedeschi; Martin Scorsese es el productor y entrevista al propio Ringo en la actualidad, con Paul hablando a la cámara por separado. También utiliza imágenes íntimas de la habitación del hotel y del backstage filmadas en ese momento por los hermanos Maysles, Albert y David .

La película es un registro de la llegada de la banda a Nueva York en 1964 y su legendaria aparición en vivo en The Ed Sullivan Show, con un presentador que se parecía a un Richard Nixon cauteloso y con papada.

El libro de Craig Brown, One Two Three Four, señala que la aparición de los Beatles en el programa siguió a una sucesión interminable de grupos de apoyo olvidados que, aunque pudieron haber aceptado con entusiasmo la contratación televisiva en ese momento, estaban condenados a ser odiados por una nación impaciente por no ser los Beatles, manchados para siempre por su absoluta irrelevancia. Esta película muestra a un miembro de la audiencia televisiva bostezando ante uno de estos mortales menores.

El primer concierto de la banda en Estados Unidos fue en Washington DC, donde el personal y los funcionarios de una recepción en la embajada británica se desprestigió notoriamente con su esnobismo grosero hacia la banda; un tipo bien hablado aparece burlándose de no tener ningún orgullo patriótico por los Beatles.

Después regresaron a Nueva York para tocar en el Carnegie Hall, y luego a Miami, donde pudieron bromear con Muhammad Ali, aunque no hay imágenes de eso. Como siempre, las cuatro caras de los Beatles brillan de incredulidad y alegría ante la tormenta surrealista que se arremolina a su alrededor; irradian una energía inagotable, casi sobrenatural, bromeando y riendo, y aparentemente nunca están de mal humor con las cámaras que constantemente les ponen delante.

Están de buen humor y desconcertados por el DJ de radio de Nueva York Murray Kaufman, o Murray the K, que de alguna manera se las había arreglado para pasar el rato con ellos en su habitación de hotel, y nadie sabe exactamente quién le permitió hacer esto.

La película nos ofrece algunos primeros planos geniales de las caras de la banda mientras tocan; nunca antes me había dado cuenta de que George a veces parecía distraerse brevemente en el escenario. El escritor Joe Queenan se emociona al recordar cómo se sintió cuando escuchó por primera vez a los Beatles en la radio; esa extraña alquimia de voces, galvanizadas a la vez con energía de rock’n’roll y, sin embargo, inocentes e inofensivas.

Eran coristas de catedral de alegría romántica, y la banda que dio a la América blanca permiso para rockear y levantar el ánimo después del asesinato de Kennedy. Una parte del documental se interesa por el aspecto suave e incluso exóticamente no binario de los Beatles, tan diferente de lo que Betty Friedan describe como la masculinidad prusiana de pelo corto que era obligatoria para la masculinidad estadounidense en ese momento. (Una vez más, sin saberlo, allanaron el camino para la aceptación en Estados Unidos del glam rock británico-andrógino).

El fotógrafo Harry Benson es entrevistado en la actualidad, y confiesa que John, nervioso por cómo él y los demás caerían ante el público estadounidense, se encontró hablando de Lee Harvey Oswald. También se ve a Lennon haciendo una observación pertinente: “Los Beatles y sus semejantes fueron creados por el vacío de la no conscripción... éramos el ejército que nunca fue”. El servicio militar fue abolido... ¿y el rock’n’roll ocupó su lugar? Es una idea intrigante, aunque hay que decir que Elvis Presley hizo el servicio militar.

Y lo que sigue siendo asombroso es lo breve que fue ese instante: en apenas unos años, los Beatles y su música evolucionarían hacia algo completamente diferente. Unos años después, se separarían, cuando todavía tenían poco más de 20 años. Una asombrosa fracción de segundo de historia cultural.