Antes de que Florinda Meza se convirtiera en la inseparable compañera de Roberto Gómez Bolaños, hubo una mujer que compartió con él más de tres décadas de vida, amor y familia: Graciela Fernández.
Su historia, poco conocida por el gran público, ha resurgido gracias a la serie biográfica Chespirito: Sin querer queriendo, transmitida por HBO Max, donde se retrata su papel fundamental en los años formativos del icónico comediante mexicano¹.
Un amor temprano y duradero
Graciela Fernández conoció a Roberto cuando tenía apenas 15 años y él 22. La diferencia de edad no fue un obstáculo para que surgiera una conexión profunda. Se casaron en 1968, aunque ya eran pareja desde 1956, cuando Gómez Bolaños aún no era la figura reconocida que llegaría a ser. En esos años, Graciela fue su apoyo incondicional, animándolo a continuar en momentos de incertidumbre profesional.
Durante su matrimonio tuvieron seis hijos: Roberto, Marcela, Graciela, Teresa, Paulina y Cecilia. Entre ellos destaca Roberto Gómez Fernández, quien ha seguido los pasos de su padre como productor y figura clave en la televisión mexicana.
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Una presencia silenciosa pero influyente
Graciela no solo fue esposa y madre; también participó activamente en la vida profesional de su esposo. Se le atribuye, por ejemplo, el diseño del icónico traje del Chapulín Colorado. Acompañó a Chespirito en giras y grabaciones, y mantuvo una buena relación con el equipo de producción.
Sin embargo, su papel fue siempre discreto. Nunca buscó protagonismo ni ofreció entrevistas, incluso después del divorcio. Su silencio ha sido interpretado por muchos como una muestra de dignidad y respeto hacia la historia compartida.
El final de una era
El matrimonio comenzó a deteriorarse con el paso del tiempo, especialmente por las infidelidades de Gómez Bolaños. La llegada de Florinda Meza al elenco de sus programas marcó un punto de quiebre. Según su hijo, Roberto Gómez Fernández, la relación entre su padre y Meza comenzó cuando él aún estaba casado, lo que afectó profundamente a Graciela.
Finalmente, la pareja se divorció en 1989. Desde entonces, Graciela Fernández se retiró completamente de la vida pública.
Un legado silencioso
Aunque su nombre no figura en los créditos de los programas que hicieron famoso a Chespirito, Graciela Fernández fue una figura clave en su vida. Su historia es la de muchas mujeres que, desde la sombra, sostienen los sueños de quienes están bajo los reflectores.
Hoy, gracias a nuevas producciones y al renovado interés por la vida de Roberto Gómez Bolaños, su figura comienza a recibir el reconocimiento que merece.