22/06/2025
04:03 PM

Quedan Tom y Jerry huérfanos

Los americanos estaban obsesionados con su apellido, catalán en origen, por cierto: Barberà, con acento grave en la a.

Los americanos estaban obsesionados con su apellido, catalán en origen, por cierto: Barberà, con acento grave en la a.

Se transforma en Barbera, con acento en la e, en Little Italy, el barrio italiano de Nueva York que es donde nace Joseph Roland ‘Joe’ Barbera, de ascendencia libanesa, para hacerlo aún más exótico.

Y, sin embargo, pocos habrá habido con tanta cara de americano y tanta biografía de americano como él.

Nacido en 1911, le tocó hacerse a sí mismo en plena Gran Depresión.

Barbera empezó como chico de los mandados de un sastre. Intentó dibujar tiras cómicas en diversas revistas de Nueva York, pero le rechazaron una y otra vez.

La naciente industria del cine le dio lo que sobre el papel se le negaba. Tras sus primeros balbuceos como dibujante de animación y guionista, emigra con lo puesto a Los Angeles, a los estudios MGM. Es 1937.

Allí conoce a William Hannah, con quien inicia una fructífera sociedad. Barbera tiene ocurrencias y dibuja. Hannah coordina y controla los tiempos.

La firma Hanna-Barbera produjo más de 3.000 episodios de media hora de dibujos animados durante los más de 60 años en que ambos hombres mantuvieron su sociedad. ‘Scooby Doo’, que se emitió durante 17 años consecutivos, es la serie de animación con mayor divulgación continua en televisión.

Hannah murió en 2001. Barbera le ha sobrevivido cinco años. Entre los dos se llevan a la tumba un mundo que, una vez superada la fascinación incondicional de la infancia, es fácil subestimar. Las producciones Hannah-Barbera son pura vida cotidiana.

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¿Quién no ha seguido desde el sofá de casa las vicisitudes de Tom y Jerry, el oso Yogi o los Picapiedra?

Uno iba al cine a ver las fantasías clásicas de Walt Disney. Más recientemente llegó la mala leche de los Simpson o de South Park, por no hablar del fenómeno manga y las inconcebibles bellezas ocultas de la animación nipona.

Los personajes de Barbera han sido siempre mucho más modestos. Suelen ser parejas cómicas muy simples: el gato y el ratón que se persiguen, el oso grande y el pequeño, el gordo y el flaco que en el fondo son Pedro Picapiedra y Pablo Mármol, si les quitas el dinosaurio... No es casualidad que este mundo, que se asomara al cine de los años cuarenta, casi en seguida encontrara su filón en la televisión.

Planteaba una realidad no embellecida por el glamour pero sí simplificada a escala de comedia tierna, esquemática. Poderosa en su buena fe.

En 1941, Preston Sturges filmó ‘Los viajes de Sullivan’ para contar la historia de un millonario que se va a vivir entre los desheredados, decidido a rodar un documental tremendo, lleno de denuncia social.

Cuando se encuentra sin apoyos en el lado oscuro, descubre qué inmenso servicio a la humanidad puede rendir la comedia, que él antes despreciaba como una evasión frívola.

Y lo comprende viendo una de Hannah-Barbera.