Así como la belleza cuesta, Natalie Portman ha comprobado que los personajes intensos no se desarrollan en plenitud sin una buena dosis de dolor.
Durante la filmación de “El cisne negro”, la actriz de 29 años se dislocó una costilla, pero continuó trabajando a pesar de sentir molestias al respirar profundo.
El entrenamiento físico para interpretar a una atormentada bailarina merece medalla de oro.
Durante un año la nacida en Jerusalén, Israel, entrenó cinco horas al día con la profesora de ballet Mary Bowers y nadó 1.5 kilómetros diarios. La extenuante preparación se tradujo en nueve kilos menos para su ya de por sí esbelta figura.
El sello
La cinta, que se estrena el próximo 11 de febrero, es un thriller psicológico del director Darren Aronofsky, conocido por llevar a sus actores a situaciones que rayan en la locura.
No podemos olvidar lo que el realizador logró con Ellen Burstyn, Jared Leto y Jennifer Connelly en Réquiem por un Sueño o más recientemente con Mickey Rourke en “El Luchador”. Portman, quien debutó de manera magistral a los 13 años en “El asesino perfecto”, descubrió en su más reciente cinta que algo bello como el ballet se construye con dolor, sacrificio, sudor y sangre. Pero no todo fue penitencia, también hubo premios. Gracias al filme conoció al bailarín francés Benjamín Millepied, de quien espera un hijo. Además, obtuvo el Globo de Oro como Mejor Actriz y aspira al Óscar en la misma categoría.
Diván en el set
En “El cisne negro”, Portman protagoniza a Nina, una ambiciosa bailarina de ballet que está en la antesala del estrellato al hacer el papel doble en un espectáculo inspirado en “El lago de los cisnes”.
Esta dualidad tiene un alto precio emocional, pues por un lado Nina debe interpretar al inocente cisne blanco, y por el otro, al seductoramente malvado cisne negro.
La actriz tiene una licenciatura en Psicología por Harvard. Hoy, ella asegura que sus años en los salones de clase le ayudaron a confeccionar los enredos mentales del complejo personaje.
“Sí, la psicología ayuda con un papel así: su naturaleza obsesiva, su narcisismo y también ver la psicología casi religiosa del ballet. Hay mucho sufrimiento en el ballet, realmente sufren mucho dolor.
Así que esa especie de psicología religiosa del arte fue muy interesante para mí”, señala en las hojas de producción del filme.
A manera de broma, Portman sugiere que si Nina fuera su paciente la “arreglaría” con muchos, pero años de terapia en el diván.
“El cisne negro” es un filme atemorizante porque el público no sabe si lo que está viendo es real o es producto de las trampas mentales del paranoico personaje principal. Para la actriz, el miedo no es un freno, sino un motor al que se somete para sacar lo mejor de su talento.
“En el trabajo trato de hacer cosas que me dan miedo porque sé que me van a desafiar. Pero no sabía en la que me metía con esto. No me di cuenta de lo que iba a ser, pero fue maravilloso.
Y es un cliché total pero es cierto, mientras más le inviertes más ganas”, expresa.
El tratamiento de la sexualidad en el filme también es un detalle que la actriz tuvo que trabajar.
“Definitivamente es parte de la psicología del personaje. Se está liberando de este mundo donde le preocupa tanto complacer a todos, y tiene que aprender cómo complacerse a sí misma, así es como tendrá que encontrar su arte.
En vez de verse a través de los ojos de los demás, está creando su propia visión del mundo a través de este placer”.
El cisne cansado
La ex novia de Gael García Bernal no se guarda palabras a la hora de aclarar que su más reciente papel fue una agotadora carrera de resistencia, pero también de velocidad.
Reconoce que hubo jornadas en las que pensaba que no podría seguir por el cansancio, pero que continuó adelante porque un presupuesto limitado de 13 millones de dólares no permite darse el lujo del descanso.
“No había mucho tiempo para pensar. Fue casi como una de esas situaciones de supervivencia en donde ni siquiera lo piensas, sólo sigues adelante”.
“Cuando son las 4 de la mañana, un sábado, y traes puestas zapatillas de punta de bailarina es una locura, bueno, sólo trataba de asegurarme de no romperme una pierna”, dijo.
La demanda física fue tal, que ahora que está embarazada dudaría en inculcar el ballet a su bebé, en caso de que tuviera una niña.
“Probablemente no. Obviamente motivaría los sueños de mi hija y hay algo extremadamente hermoso en los bailarines. Es un arte donde no hay recompensas superficiales, no hay fama, en un cierto círculo sí, pero realmente no hay fama y no hay dinero.
Lo hacen por el amor al baile. Pero puede ser un mundo muy cruel”, expresa Portman.
“El día después de terminar, una amiga muy cercana se casó, así que fue lo primero que hice, y eso fue muy hermoso.
Pude ver a mis amigos, y luego ir a casa y tratar de recuperar mi vida, ver a mis amigos, dormir, comer, las cosas que no había hecho durante un año”, relató la talentosa actriz de 29 años.