13/12/2025
05:07 PM

Lo selecto, lo vulgar y lo soez

Sería ilusorio creer que el lenguaje vil se aleje del diario vivir; es imposible porque es parte diastrática de la expresividad. Se puede decir que lo soez es un subnivel de la lengua vulgar; no obstante, éste y aquél, como todos los demás niveles, tienen sus campos y momentos de acción.

    Sería ilusorio creer que el lenguaje vil se aleje del diario vivir; es imposible porque es parte diastrática de la expresividad. Se puede decir que lo soez es un subnivel de la lengua vulgar; no obstante, éste y aquél, como todos los demás niveles, tienen sus campos y momentos de acción.

    La lengua da la ventaja al hablante de adaptarse a cualquier medio verbal, si sabe manejarlo, por supuesto. Una persona con formación universitaria perfectamente establece comunicación con cualquier otra que ni siquiera sabe leer, claro que en una escala muy general; el analfabeta sabrá comprender lo básico, no así lo académico de su corresponsal, porque ambos juegan el mismo código y no se produce inconveniente alguno. Habrá que aclarar entonces que el primero tiene que acomodarse al segundo en cuanto a léxico y competencia cultural. Un político de altura intelectual está en la obligación ineludible de operar un discurso que sea digerido con facilidad por sus seguidores, que siempre serán heterogéneos. El médico tampoco debe olvidar que la mayoría de sus pacientes no entienden ni comprenden el significado de monocitos, escapulagias, cecitis, anabrosis, por lo que debe ser más directo o explicarle al enfermo con palabras sencillas que éste comprenda rápidamente. Lo mismo hará el resto de profesiones al manejar su lenguaje propio.

    Considerando lo anterior, con la lengua no siempre dos o más hablantes pueden llegarse a comprender del todo por limitaciones de competencia. He aquí donde se equilibrarán los niveles de la lengua.

    Pero una cosa es ser vulgar y otra es ser soez. Son términos aparentemente iguales, pero no quieren decir lo mismo. Una persona sin una elemental escolaridad y si de paso vive en la periferia de la educación básica, tiende a cometer muchos errores de pronunciación y de interpretación, eso la hace entrar en lo vulgar: 'Me se cayó. El semáfaro está malo casa' son ejemplos de vulgarismos, pero no son frases soeces porque aunque no están en sintonía con la rectitud morfofonética de la lengua, tampoco resultan insultantes porque el emisor no conlleva ideas malintencionadas en su mensaje: nada más actúa por ignorancia. Los vulgarismos están implícitos en los barbarismos que ya pasan a ser no niveles, sino vicios de dicción.

    Lo soez es ofensivo, molesto, y su aplicación es consciente; responde al contexto social, al grado de confianza entre interlocutores, es un subnivel de encierro y no de amplitud.

    Pero por aquello de la libertad de expresión, muchas veces las emisoras, por medio del teléfono o en forma presencial, le abren el espectro radioeléctrico a quien sea para que 'haga comentarios o denuncias' con marcados intentos pesados e injuriosos sin que haya filtros que eviten estas atrocidades de la lengua. Es por ello que los medios de comunicación oral tienen la responsabilidad de evadir, y de no permitir, en sus transmisiones contenidos con matices groseros. En la actualidad es muy común darle una cabina de radio o un estudio de televisión a cualquier individuo que solo o junto con la audiencia opera coloquios en cuyo fondo abunda esta clase de lenguaje: el soez. Esta práctica se da porque muchas veces el locutor o periodista, tal vez por ignorancia u omisión, presume que así atraerá más audiencia, independientemente de la calidad de ésta; siente que con su actitud gamberra estará solidarizándose con sus receptores.

    No será difícil, pero sí de buen deseo, el poder ser atractiva una frase sin necesidad de la práctica malcriada del idioma. Se pueden decir textos 'soeces' con palabras muy selectas y la intención siempre será la misma: atraer al interlocutor, despertar en él un interés especial el lo que se dice.

    Lo maleducado, lo abyecto en la expresión linguística jamás podría resultar agradable para el oído.