15/12/2025
02:20 PM

¿El edil o el alcalde?

Las palabras aparecen como hechos convencionales de una comunidad de usuarios que por diferentes razones se ven obligados a crearlas.

    Las palabras aparecen como hechos convencionales de una comunidad de usuarios que por diferentes razones se ven obligados a crearlas. Todo signo lingüístico tiene un referente, y nadie puede decir palabras que no tengan significado, que no señalen algo. Si digo 'gato' se sabe que me refiero a un ser existente, una realidad extralingüística a la cual me lleva esa palabra; pero si escucho el término 'mbarakaja', que en guaraní es gato, comprenderé que ésa no es palabra para mí porque no hablo guaraní, no habrá referente. Pero las lexías tienen su vida útil y con el devenir del tiempo se van yendo al olvido, o se mudan de significado y se lo comparten; muchas se mueven en distintos territorios lingüísticos.

    Hablamos del prestigio que tiene la Iglesia Católica en nuestra sociedad, del prestigio otorgado a muchos profesionales hondureños, por ejemplo. Prestigio es realce, estimación, renombre, buen crédito que tiene alguien o algo.

    Pero nadie se ha puesto a pensar que antiguamente este vocablo estaba muy relacionado con lo contrario: 'engaño, ilusión o apariencia con que los prestigiadores embobaban y embaucaban al pueblo'. Parece que el prestigio de tantos políticos hondureños de hoy está más en sintonía con el sentido etimológico de este significante que con el significado que le damos ahora.

    Prestigio proviene del latín 'præstigium', que se refería a la ilusión causada a los espectadores por los trucos de un mago. Pero por la normal evolución de la lengua, es a partir del siglo XVIII cuando en el francés se le empezó a dar a 'prestige' el concepto de 'renombre, ascendiente, influencia', y es así como este sustantivo llega al castellano actual.

    Cuando una palabra comienza a trastocarse en el ámbito del habla es fácil que el superestrato dentro de la misma lengua influya y se vaya quedando, aunque nada tenga que ver con la idea. 'El edil visitó todas las comunidades afectadas por las inundaciones', decía un pie de foto de un rotativo local.

    El periodista se estaba refiriendo al alcalde municipal. Edil no es sinónimo de alcalde; el alcalde es el presidente del ayuntamiento, alcaldía o municipalidad, de un pueblo o término municipal. Es además, en su grado jerárquico, delegado del Gobierno en el orden administrativo.

    Los ediles son los regidores o concejales, es decir, los demás integrantes de un concejo municipal; son personas que han sido escogidas para formar parte de un gobierno municipal. Decirle edil al alcalde es homologar su cargo con de los regidores -y aquél es la primera autoridad del término. Pero parece que este desconcierto semántico entre el alcalde y los ediles es batalla perdida porque nuestros profesionales de la información lo usan indistintamente.

    Una palabra que se está esfumando es 'alcaide'. Alcalde y alcaide son parónimas y procedentes del árabe. Durante la Edad Media, la primera -alqadi- significaba juez, mientras que alcaide - alqayud- era un jefe de tropas. Con el tiempo este vocablo llegó a su significado actual: 'persona que tiene a su cargo la administración de una cárcel'. Pero para hacer más estético este sustantivo y quitarle algún matiz zahiriente, ahora la neonimia ha creado la expresión eufemística 'director de la granja penal o de la penitenciaría tal'. En ambos caso no hay problemas de univocidad, son acepciones equivalentes y aceptables.

    Nadie duda de la homonimia de nuestra lengua y de otra más. Las acepciones de una palabra dependen del contexto y es preciso aclarar sus funciones. La expresión 'Mi amiga perdió el juicio por culpa del abogado' puede significar que esa dama se volvió loca o que la sentencia legal no fue para satisfacción de ella, en los dos casos por errores del jurista. Juicio tiene varias acepciones, algunas de ellas: 'Estado de sana razón opuesto a la locura o al delirio.// Conocimiento de una causa en la cual el juez ha de pronunciar la sentencia'. En estas situaciones es determinante acotar el concepto dentro del enunciado para obviar interpretaciones oscuras.