España pidió ayer una ayuda europea para sus bancos, lo que resolverá una gran parte de sus problemas aunque le quedarán algunos frentes abiertos, como la reducción de su déficit público, señalan los economistas.
Hace solo 10 días, el presidente del gobierno español Mariano Rajoy se mostraba categórico en una de sus escasas intervenciones ante la prensa: “No va a haber ningún rescate de la banca española”.
Pero las cosas se aceleraron brutalmente en las últimas horas, bajo la presión de los mercados y de Europa, que parecen querer solucionar esta cuestión antes de las elecciones en Grecia, el 17 de junio, por miedo a un contagio.
“España, creo que tendrá que dejarse rescatar si el resto de los socios europeos lo quieren”, considera Rafael Pampillón, profesor de Economía de la IE Business School de Madrid.
“Creo que en esto el gobierno está de acuerdo, aunque no lo diga” y que “Rajoy va a aceptar el rescate porque sabe que eso nos favorece a todos, nos beneficia a todos”, agrega.
“Hoy lo que se hará es una petición formal de apelación a la línea, y después se inicia el proceso, pero tiene que ser el gobierno español quien lo pida”, dice también José Carlos Diez, economista jefe de la firma de corretaje Intermoney.
Y “desde que se solicita (el plan de rescate) hasta que se formaliza, pasa un tiempo: en Portugal, desde que se solicitó hasta que se formalizó el programa, pasaron casi dos meses”, recuerda.
Informe
Previsto para el lunes, el informe del FMI sobre los bancos españoles fue publicado el viernes por la noche y cifró las necesidades de capital en al menos 40 mil millones de euros, pero la ayuda podría llegar “hasta los 100,000 millones”, según una fuente gubernamental europea.
“Si España no logra dinero para sus bancos, en otoño (boreal) será intervenida sin otro remedio”, subraya el director del diario El Economista, Amador Ayora, en un editorial.
Pero para salvar a la cuarta economía de la Eurozona, “el problema es que la suma no será ya 60,000 u 80,000 millones, sino alrededor de medio billón”, asegura.
Ahora “hay que ver con qué condiciones” viene la ayuda, “si nos dicen de subir la edad de jubilación, de bajar las pensiones, de hacer una reforma laboral más profunda, de bajar el sueldo de los funcionarios”, se preocupa Pampillón.
“Los detalles tardarán y el demonio está en los detalles”, señala Diez. “La negociación es a medida, no tiene por qué ser un programa igual que el portugués o el irlandés”, subraya.
La única condición exigida a Madrid es que sanee el sector financiero, según una fuente gubernamental europea, lo que sin duda será del agrado de Mariano Rajoy, que evitará así un plan de austeridad.
Tema pendiente
Pero España tiene otro problema que resolver: tras una importante desviación presupuestaria en 2011, el gobierno prometió reducir el déficit público de 8.9% a 53.% este año.
Una tarea complicada mientras las 17 comunidades autónomas del país son, a ojos de los inversores, sinónimo de falta de rigor fiscal.
Luego está “el tema del empleo que también tardará mucho en recuperarse” en un país con el desempleo más alto del mundo industrializado (24.44%).