El presidente del Banco Mundial (BM), Jim Yong Kim, ha luchado para orientar la institución hacia la lucha contra la pobreza y el calentamiento global, pero tiene pendiente pasar de las palabras a los hechos, afirman los expertos.
La elección al frente de la institución de este médico estadounidense nacido en Corea del Sur marcó una ruptura radical con los dos presidentes anteriores del BM: tanto Robert Zoellick como Paul Wolfowitz tenían un currículum virgen en cuestiones de desarrollo.
Kim, menos conocido y menos controvertido que sus predecesores, asumió el cargo hace un año con toda “humildad”, pero rápidamente intentó dejar su marca en la gestión del organismo, un gigante del desarrollo, que debe competir con nuevos actores (como China y agentes privados) listos a invertir masivamente en África.
“La llegada del doctor Kim constituye una bocanada de aire fresco en comparación con los expresidentes (...) pero no se puede decir todavía que él cambia el Banco para mejor o para peor”, opinó Peter Chowla, de la organización Bretton Woods Watch, que efectúa un seguimiento de la labor de la institución multilateral de préstamo.
Bajo su mandato, el BM marcó la agenda al publicar un informe que advertía sobre el “cataclismo” que supone el calentamiento climático, un terreno poco habitual para la institución.
El otro gran desafío de Kim tampoco le dará tregua. Desde abril, el dirigente se ha fijado el objetivo de erradicar la pobreza extrema antes de 2030, reduciendo de un 21% del total de la población al 3% el porcentaje que vive con una media de 1.25 dólares al día.