Poco conocido aún fuera de Alemania y Turquía, su país de origen, el joven Mesut Ozil dio una excelente impresión en su debut en el Mundial de Sudáfrica, en la victoria 4-0 de su equipo sobre Australia el domingo.
Los dirigentes del Werder Bremen tienen motivos para preocuparse: antes de que el jugador, cuyo contrato finaliza en 2011, se marchara al país africano, su nombre se encontraba en la mesa de los grandes clubes europeos.
Su actuación en Durban, en su undécimo partido internacional, no sirvió para enfriar su interés, sino todo lo contrario.
A sus 21 años, Ozil consiguió que su club olvidara la marcha del brasileño Diego al Juventus de Turín, además de haber sido el relevo del Michael Ballack, ausente en el torneo por una lesión en el tobillo derecho.
Sus compañeros de equipo lo llaman “Messi”, pues se trata de un jugador extraño en el fútbol alemán debido a su técnica y su rapidez semejantes a las del argentino, considerado el mejor jugador del mundo.
“Mesut se acopla perfectamente a nuestro estilo de juego, puesto que da más fluidez. Lo que es interesante para un jugador tan joven es la visión de juego y su facilidad de dar pases con precisión mortal”, subrayó el seleccionador alemán Joachim Low.
“Siempre hemos necesitado un verdadero número 10. Lo hemos buscado y lo hemos encontrado. Es extraordinario”, explicó el delantero Miroslav Klose.
Nacido en Gelsenkirchen y formado en las filas del Schalke 04, que inexplicablemente lo traspasó al Werder Bremen la pasada temporada por cuatro millones de euros, pudo haber representado a Turquía, el país de sus padres, que emigraron a Alemania en los años 80.
La federación turca intentó atraerlo pero, para enfado de los aficionados otomanos, que incluso llegaron a amenazarlo de muerte tras su decisión, el capitán de la Selección alemana Sub-21, campeona de Europa en 2009, se decantó el pasado año por la Nationalmannschaft.