En menos de 48 horas, Lance Armstrong habrá contestado la última pregunta pendiente sobre su capacidad para ganar el Tour de Francia por octava ocasión. Todavía puede escalar.
El estadounidense de 37 años enfrentará su reto más grande en el Tour de este año cuando la carrera de tres semanas llegue a los Pirineos.
Tras una buena movida que le hizo ganar tiempo esta semana sobre su rival y compañero Alberto Contador y una impresionante demostración en el contrarreloj por equipo, Armstrong nuevamente es una figura imponente frente a sus rivales.
Después de la quinta etapa de ayer, Armstrong se mantuvo segundo en la clasificación general, a fracciones de segundo del líder Fabián Cancellara.
Sin embargo, cualquier traspié mañana en Andorra -en el final de la primera de las tres etapas en los Pirineos- podría bajarlo de las nubes.
Con la mira puesta en las montañas, Armstrong no se arriesgó ayer en la ruta de 196,5 kilómetros por la costa del Mediterráneo desde Le Cap d’Agde hasta Perpignan, que ganó el francés Thomas Voeckler.
Armstrong pasó la mayor parte del día al frente del pelotón principal con sus compañeros del equipo Astana, tratando de evitar cualquier problema en las carreteras azotadas por fuertes vientos marítimos.
Usualmente, Armstrong no tendría problemas para dominar a cualquier oponente en la primera meta en una colina, pero en esta ocasión prefiere ser cauteloso y reconoce que la etapa de mañana será crucial.
En la cima de la montaña de 2,240 metros de altura, el norteamericano aclarará cualquier duda que persista sobre su capacidad para atacar en los ascensos. “ésa es mi duda, ésa es tu duda, ésa es la duda de todos”, dijo Armstrong.
