El primer partido que miré en mi vida fue en El Progreso. En el histórico Humberto Micheletti. Transcurría el año 1977 y ya era un enfermo por el fútbol.
Me llevó al estadio mi tío, al que quise y quiero como un padre, don Pedro Barahona, don Pedrito para sus allegados.
Frente a frente, Atlético Portuario contra Clover Brand. Torneo Departamental de Cortés, partido de desempate en cancha neutral.
En aquel entonces, no existía la Segunda División y porteños y sampedranos se jugaban la vida en su camino a Primera.
Ganaron los primeros 3-0, pero fue hasta el año siguiente que la "Portuaria", de los hermanos Bravo, campeón de la zona noroccidental, se citó en la final por el ascenso con el Federal, monarca de la zona Centro-Sur-Oriente. Se impusieron los del norte, teniendo en aquellos tiempos dorados la hermosa Puerto Cortés dos equipos en el fútbol grande.
A partir de ahí disfruté a lo grande viendo a 22 tipos corriendo pengándole a un balón. Así dicen los simplistas, pobre ellos, qué aburridos.
Lloré la derrota de Holanda en la final del 74 contra Alemania en un partido que miré cinco o seis añós después, también sufrí con la derrota del chico Argentinos Júniors a manos de la poderosa Juventus de Platiní en la final Intercontinental y en mi terruño fui feliz, plenamente feliz, con el equipo más grande de todos los tiempos: la selección de España 82.
Disfruté a grandes equipos: el primero, el inolvidable Vida de aquellos obreros de la media cancha que volaban como venados y hacían de la sencillez una virtud: Papeto Lobo, Bululo Carías, Tan Martínez y Palanca Mendoza. Estos se asociaban con la Liebre Guardado, Matilde Selim Lacayo y la Bomba Hinds y convertían una cancha en una pista de baile donde la fiesta y el júbilo eran el pan nuestro de cada domingo.
Luego, el Olimpia de JC Espinoza, Vicente Daniel Viera y aquel tridente mágico: Dolmo, Juan Flores y la Rata. También el Real España que se consagró campeón centroamericano con cipotes de la casa como Chacal Ortega, PiliAguirre y Camilo Bonilla, resguardados ellos por Supermán Cruz, Emilson Soto, Maco Anariba, el gran capitán Mauricio Fúnez, el hombre de la "culebra macheteada", Nahamán González y Washington Hernández.
Recuerdo también al Victoria campeón del 95 con unos acorazados en defensa imposibles de vulnerar: Miguel Arcangel Guity, Raúl Martínez Sambulá, José García y Javier Martínez; un poquito más adelante, el tico Floy Ghutrie, el Chimbo Aguilera, Erick Fu, el colombiano Juan Reyes Gruesso, el panameño Percibal Piggot, el uruguayo Álvaro Izquierdo y el querido Enrique Centeno Reneau.
Años después el Marathón de Chelato, el Platense de Alberto Romero y Jorge Dubanced; el Motagua de Primi Maradiaga y Pepe Treviño, el sorprendente Honduras Progreso de Wilmer Cruz y Héctor Castellón; el Motagua de la Barbie hasta culminar con el Olimpia de Troglio.
En ese apasionante viaje por las entrañas del fútbol hondureño admiré a cientos de futbolistas hondureños, pero hoy, quiero compartir con ustedes a los mejores 12 de la historia según mi humilde opinión.
Los presentaré en orden ascendente hasta llegar al más inmortal de la historia. Sin importar sus estadísticas e historial, solo la magia de su fútbol que quedó para siempre en mi memoria
Aclaro, son los mejores que yo vi, de 1977 en adelante. Podemos no estar de acuerdo, hagan su lista y debátamos. Por lo pronto, viajemos:
12. Eugenio Dolmo Flores: Si hay una palabra que lo pueda definir es esta: imparable.
Enganchaba hacia fuera para buscar a Raúl Centeno Gamboa, a Juan Flores o cualquier otro nueve que acompañaba sus galopadas. O hacia adentro para enfilarse al arco y abrir los huecosque conducen al gol.
Era un juvenil y recuerdo uno de sus máximos shows. El epicentro, estadio Exclésior. Superó una y otra vez a un grandulón que era novedad en Olimpia y heredero de todas las novias que dejó Daniel Zapata: me refiero a Raúl Martínez Sambulá.
Fue un baile memorable que llegó a su esplendor cuando Dolmo dribló a Sambulá. Este quedó en el suelo. El zurdo lo llamó, esperó que se levantara y se posicionara para marcarlo de nuevo y el más pícaro entre los pícaros se la metió por la cocina, desatando el júbilo en un estadio que mimaba al Tiburón en aquellas tardes de brisa marina refrescando el rostro y los corazones latiendo a mil.
11. Noel Valladares: Histórico portero de dos mundiales. Fue el dueño del arco hondureño durante casi 20 años. Era un gran atajador, rápido de piernas, veloz y con una gran ubicación. Su debilidad era el juego áereo.
En Sudáfrica 2010 fue el artífice de la quizás mejor atajada del mundial al volar de poste a poste para sacar un cabezazoa boca de jarro del chileno Waldo Ponce. Cuatro años después, en Brasil-2014, entró a la historia por ser el primer guardameta en recibir el primer gol que registró la tecnología del "Ojo de Halcón" anotado por un galáctico: Karim Benzema.
Arrancó su carrera en Motagua, que sufrió sus novatadas, pero que lo respaldó. En un giro sorprendente, irrumpió en Olimpia, que disfrutó su experiencia y sus mejores años.
10. Ramón Primi Maradiaga. El capitán en España-82. Manejaba los hilos de la selección a su antojo. Tenía una zurda exquisita, sus cambios de frente eran precisos y tenía una habilidad innata para poner la pelota donde quería.
Era un sabio para interpretar y elegir qué jugada necesitaba el partido. Si en corto o en largo. Si se replegaba o atacaba en bloque. O si se salía con un pelotazo o balón a ras de piso desde el fondo.
A pesar de ser petizo no se rajaba a la hora de marcar y tenía un gran golpeo de mediana y larga distancia. Parecía que tenía siete pulmones. Era incansable.
9. Julio César Arzú: No tiene el reconocimiento que realmente merece. Fue junto al camerunés Tomas N´Kono y el italino Dino Zoff los mejores porteros del mundial España-82. Noel fue el dueño del arco de la H casi 20 años, pero el Tile tuvo un mundial grandioso.
El Salvador venía de recibir 10 goles de Hungría un día antes, y Honduras, debutante absoluto, jugaba contra la anfitriona. El que no temía una goleada, miente, pero el destino le tenía preparado el regalo de su vida: alas para volar y un glaciar de frialdad. Tapó bolas imposibles y achicó el arco a tal punto que equipos españoles se disputaron después su fichaje.
En aquellos tiempos, finales de los años 70 y comienzos de los 80, los porteros volaban, muchos iban al estadio a ver cómo se ganaban la vida con sus acrobáticas lanzadas; entre ellos, el Mandrake Rivera, Argelio Romero, Pouyú, Chicharo Guerrero,Jimmy Stewart, Gorcha Collins y él, el querido Julio César.
8. Emilio Izaguirre: Debutó con Motagua con una gran mochila en sus espaldas, con una misión casi imposible: acercarse, si quiera, al nivel de Iván Guerrero. Pero Milo fue más allá, hasta el punto de ser pieza inamovible en un Celtic para la historia que gobernó a su antojo el fútbol de Escocia en el lapso que el catracho estuvo allí.
Era técnico, veloz, con un desdoble envidiable y una potencia y habilidad digna de los más grandes laterales zurdos del fútbol del primer mundo. Se cansó de ganar la línea de fondo y mandar centros de gol. Su ida y vuelta era similar al de cualquier súper estrella en su puesto.
Si bien es cierto, brillaba más en ataque, en defensa era difícil de superar y hacía excelsas coberturas cuando sus centrales habían sido rebasados.
7. Rambo de León: El de Puerto Cortés no fue una megaestrella mundial porque no tuvo el comportamiento ni la educación para dimensionar lo grandioso que era con el balón en sus pies.
Súper inteligente con y sin la pelota, rey de la gambeta, vivo para asociarse, y con una pegada que no tenía nada que envidiarle a la de los precursores de la "hoja seca". Su zurda también era prodigiosa. Era un mediocampista que podía jugar por derecha, por izquierda, de diez o ubicado atrás del nueve. Era técnico, pero no endeble como otros, a su magia le sumaba fuerza y velocidad.
Su atrevimiento, así como le permitió triunfar adonde fue, también fue su peor enemigo para entender que su talento lo debía acompañar con disciplina. Su genialidad merecía que la pusiera a disposición, por qué no, de un Real Madrid, Barcelona, Milan, Inter, Juventus, United o Bayern Múnich. Una pena que no haya sido así. Su fútbol lo merecía.
6. Maynor Figueroa: Era más duro que una roca. Siendo un crío arrancó como lateral por izquierda hasta terminar su carrera muchísimos años después como un central de altos quilates. En el mano a mano no había quien lo superara y por arriba no se le arrugaba a nadie.
Se cansó de ganarlo todo en el Olimpia hasta que dio el salto a la Premier League. A su fútbol maduro le añadió personalidad, una mejor técnica y la sobriedad de salir jugando la pelota desde el fondo. Aunque no disputó la final, entró a la historia del Wigan al ser parte del plantel que le ganó una FA Cup al todopoderoso Manchester City.
Jugando ya con el Hull City, siempre de la Premier, anotó uno de los mejores goles que se recuerde en la millonaria isla, al rematar directo a gol un tiro libre desde campo propio. Fue titular indiscutible de la H desde que era un juvenil hasta convertirse en su capitán y referente.
5. Wilson Palacios: Su calidad le permitió debutar precozmente en primera. Inició como lateral derecho. Era dueño de un gran dribling y riqueza técnica. Por la madurez de su juego, rápidamente fue movido a la media cancha marcando una gran época en Olimpia.
Cansado de esperar su traspaso al fútbol internacional, decidió aventurarse y desafió las leyes del fútbol en plena década del 2000 al someterse a una prueba en diversos equipos europeos, cuando eso ya no se estilaba.
Arsene Wenger, Dt del Arsenal, se lo recomendó a su amigo Steve Bruce, quien dirigía al Birmingham. Aquí comenzó su vertiginosa carrera en el fútbol inglés, que llegó a su cénit cuando el histórico Tottenham lo contrató para que hiciera dupla en el centro del campo con Luka Modric. A estas alturas su fútbol ya era otro. Jugaba de doble cinco. Su principal tarea era la destrucción, pero a su gran recorrido le sumaba claridad y expedita distribución del balón.
Su perenigraje en la selección lo marcan un gol antológico contra Panamá rumbo a Brasil 2014 y ya en este mundial la temprana expulsión en el debut contra Francia.
En Olimpia brilló y ganó muchos títulos, uno de ellos en 2005 con gol suyo en una jugada memorable. Tiempo extra. Recibió de espaldas al arco un pase globeado de Tilguath. Bajó la bola de pecho, evadió la marca de Darwin Pacheco y desde fuera del área soltó un derechazo cruzado a media altura que superó el vuelo del panameño Donaldo González. Un golazo y a dar la vuelta olímpica.
4. Carlos Pavón. Máximo ídolo de la Selección y de Real España. Su salto es patrimonio eterno del fútbol catracho. Cuando surcaba las alturas se detenía en el aire y de su cabeza salían martillazos que embarazaban redes y estremecían a Honduras.
Triunfó en el fútbol mexicano. Aquí fue respetado y valorado hasta el punto de ser figura emblemática de equipos en los que dejó grabado su sello como en los Toros del Atlético Celaya y el Morelia adonde fue campeón. También es recordado en los Rayos del Necaxa, Correcaminos de Ciudad Victoria, Toluca y Cruz Azul.
Su carrera no marchaba bien hasta que llegó el día que lo cambió todo. Sábado 21 de septiembre de 1996. Estadio Francisco Morazán. La H contra México. Fue victoria 2-1 y él, saliendo desde el banco, marcó el primer gol. A partir de ahí, el arco le quedó tatuado entre ceja y ceja, coronando una carrera brillante que tuvo como corolario su presencia en el mundial de Sudáfrica al cual Honduras llegó aferrándose a sus goles.
3. Amado Guevara: Era el sheriff. El gran jefe. El dueño del ritmo de los partidos. El jugador total. Era el mejor seis, el mejor ocho y el mejor diez, pero también podía jugar de dos, de tres, de cuatro y de cinco. O sea, jugaba en todas las posiciones de la defensa y media cancha y donde lo hacía era la figura de la cancha.
Era un distribuidor de lujo, un tiempista, un gran lanzador. Máxima figura en la historia del Motagua y de Metrostars de la MLS (hoy Red Bull).
Además, sin duda, está entre los tres más grandes de la H. Tocó el cielo con las manos en la Copa América 2001 de la cual fue elegido el MEJOR JUGADOR. Merecía triunfar en Europa y brillar en un Mundial, pero el destino no lo quiso.
En Motagua, cuando lo recuerdan, que es siempre, suspiran con su fútbol y se llenan la boca de orgullo cuando hablan de su Lobo y de las gestas del gran número 20.
2. Gilberto Yearwood: Lo quería el Real Madrid. Iba a jugar en el Real Madrid. Eso lo dice todo. Lamentablemente una fractura en su rodilla lo impidió.
Qué jugador era Gilberto, "mamita querida", como dice Benneth. Tenía estampa de guerrero y registros de súper dotado. Jugaba con la mirada altiva y le pegaba a la pelota con arte, pero a la vez con desprecio: de tres dedos, dicen unos; con el borde externo dicen otros. En aquellos tiempos cuando se jugaba con un solo contención era el jefe del Valladolid, del Elche y del Celta. En España, todos lo respetaban.
Su despliegue era tremendo, una aspiradora humana que destruía ataques contrarios y, a la vez, una aduana por donde iniciaban o pasaban los ataques de los suyos.
En el epílogo del partido contra Yugoslavia, en el mundial España-82, tuvo dos veces la clasificación catracha a octavos. Gracias a su potencia superó las dos últimas líneas balcánicas y se paró frente a frente ante Pantelic. Era la cita soñada. El momento de su vida. Pero, en ambas jugadas, le faltó tranquilidad y no quiso citarse con la inmortalidad, estrellando el balón en el cancerbero europeo.
Al retornar a Honduras, tras brillar en el fútbol español, su carrera agarró un nuevo aire cuando pasó de mediocampista a líbero, ganando muchos títulos con Olimpia.
1. David Suazo: Simplemente, el Rey. El fútbol italiano se rindió a sus pies. Dos de los más grandes, no solo de Italia, sino del mundo, se pelearon su fichaje. "Inter y Milan en guerra por Suazo", titulaban los diarios azurros.
David fue el terror de los mejores defensas del mundo, una pesadilla para los creadores del Catenaccio. Con un equipo chico, como el Cagliari, los atormentaba con su velocidad sobrehumana, su gambeta larga y el tempano de hielo en que se convertía cuando se plantaba frente a frente con los arqueros.
El muchacho de San Pedro Sula, el que dio sus primeros pasos en la Liga Bancaria, al que Chelato Uclés con solo verle la primer corrida y su primer gambeta lo bautizó como el "Rey, David", es el máximo ídolo de Cerdeña, el máximo goleador en la historia del Cagliari con 102 goles y heredero del Dios sardo, Gigi Riva, "cappo canonieri" de todos los tiempos de la selección italiana.
En 2006 fue considerado el mejor futbolista extranjero de la Serie A junto a Kaká. Jugó Champions y luego en otro histórico mundial: el Bénfica de Portugal.
Por Nelson García