El grito sagrado retumbaba en todo el valle de Comayagua. El 'dale campeón, dale campeón...' les salía del alma.
La felicidad de los hinchas se juntó con la de los jugadores y se armó la fiesta más emotiva nunca antes vista en toda la historia de la Antañona.
No cesaba el cántico de tributo al más grande de todos. El 'dale campeón...' era el justo premio para el mejor, para el que más quiso la copa.
Los abrazos y las lágrimas de felicidad le dieron ese toque de dramatismo al festejo.
El festejo fue interminable. Inició cuando Wilmer Velásquez superó a Coello en el lanzamiento penal y llegó al éxtasis a las 9.18 pm, cuando Mario Moncada decretó el final del partido.
Los hinchas desahogaban con gritos su júbilo, mientras Juan de Dios buscaba abrazarse con su esposa
Marathón fue caballerosamente a recibir el premio de subcampeón. Aquí Palacios y Andy Furtado reciben las medallas.
Allan Júnior y Fabio de Souza se cobijaron con la 'verdeamarela' de Brasil, mientras Bruschi cumplía su promesa y se trasladaba de rodillas de la mitad de la cancha a una de las porterías.
La locura fue más locura cuando Wilmer por fin tuvo la 21 en sus manos y la levantó ofrendándola a todo el pueblo merengue.
Luego vino la vuelta olímpica, mientras el conmovedor 'dale campeón, dale campeón...' homenajeaba al más grande de todos.