Cuando un gran campeón como el Real Madrid llega tan golpeado a una final, sin paz en la cancha ni fuera de ella, sin talento, sin magia, sin argumentos, con peleas sinsentido y encima tu rival es tu archirrival, tenés que basar el análisis de qué pasó y por qué pasó a partir del momento en que tenés el título en las manos.
Minuto 86. El partido estaba loco y había que cerrarlo.
Madrid 2, Barcelona 1. Era el momento de los jugones, de ponerle hielo, de ralentizarlo, de poner las cosas en su lugar. Pero, a veces pasa, que hasta los más grandes de la historia no aguantan la presión y se convierten en simples esperpentos.
El Madrid tira un achique a un pase largo de Yamal que cae a espaldas de Rudiger. En ese momento, Courtois se olvidó de quién era y le puso una mancha a su palmarés. Salió a regalarse fuera del área en una jugada que lo condenará a miles de noches de insomnio.
Le obsequió el gol a Ferran, pero de una manera tan fácil que cualquier amateur hubiese resuelto igual. Enganche hacia afuera a su desquiciada salida y remate suave a ras de piso con el arco abierto de par en par.
Ahí se le fue el título al Madrid. Qué importa qué pasó antes.Tuvo la grandeza de sobreponerse a otro baile, tuvo el coraje de igualar el juego con su despliegue y sus armas y después pasar a gobernarlo con un frentazo de Tchouameni.
A pesar de Ancelotti, el principal culpable de la debacle, por su inoperancia en la conformación de la plantilla y su incapacidad estratégica y táctica para potenciar a su equipo, el Madrid se aferró a la grandeza de su camiseta para sumar un título que todo el mundo daba por perdido.
Y tenía la copa en la mano. Solo había que tener ideas frescas para manejar los tiempos y dejar que el reloj siguiera su curso. Ya no importaba la flojera de Rodrygo, ni que Vinicus no tuviese el aplomo y la clase para rebelarse ante sus críticos y a quienes lo odian de gratis y resolviera con acierto las dos jugadas de gol que tuvo.
Tampoco importa lo que pasó después. Minuto 116. Faltaban cuatro para los penales y ahí podía pasar cualquier cosa. Modric quiso hacer una salida pulcra y elegante desde el fondo y en los línderos de su área intentó asociarse con Brahim.
Pero, el marroquí se olvidó de lo que estaba en juego. Esperaba que el balón le llegara manso a sus pies. Koundé vio el regalo y la oportunidad de citarse con la historia. Lo anticipó y de inmediato saco un derechazo cruzado para hundir al archienemigo y destruir para siempre el proyecto de Ancelotti.

Así se escribió la fiesta azulgrana en La Cartuja. Primero, baile. Después desconcierto y nubarrones. Gracias a Dios, estaba Courtois, el portero de las atrapadas imposibles en su noche más oscura para desatar la fiesta en Canaletas y dejar vestida y alborotada a la guapa Cibeles.