¡Ah!, con qué facilidad agregamos adjetivos calificativos a la frase “yo soy...”. Si solo supiéramos el poder que las palabras tienen, seríamos más cautelosos con las afirmaciones que hacemos.
He escuchado declaraciones como: “Me tardo hasta dos semanas en adaptarme”, “yo soy muy desvelado y me cuesta trabajo dormir”, “soy muy estresada”, “estoy hecha una gorda, en traje de baño parezco ballena”, “me despierto diario a las tres de la mañana”, “me canso de todo”, y demás.
Aquello que declaras tarde o temprano te alcanza, incluso de maneras no obvias, el universo te lo concede. Las palabras crean, invitan, atraen, afirman y se vuelven órdenes para tu cerebro, aunque sea de forma inconsciente y a pesar de que se pronuncien a la ligera o en broma.
Las palabras son la puerta de entrada a la autorrealización y las profecías comienzan a cumplirse cuando las declaras.
Ignoro en qué momento se nos metió en la cabeza que desacreditarnos a nosotros mismos es una forma de pertenecer, de caer bien o de no sé qué, al grado que fijarnos en nuestros defectos y hacerles publicidad se ha convertido en algo natural.
Solo recordemos que aquello donde ponemos la atención, crece. Por eso, cuando queremos cambiar algo, sea un hábito, una manera de ser o de estar, con el fin de sacar la mejor versión de nosotros, lo primero que debemos poner bajo la lupa es lo que decimos y cómo nos hablamos.
Por ejemplo, si deseo dejar de fumar y estoy pasando por el cambio de hábito, me ayuda a afirmar: “soy fuerte, soy más que mi adicción y ya dejé de fumar”, en cambio he escuchado decir a quien está en ese proceso: “Es que yo disfruto muchísimo fumar”, lo cual refuerza la costumbre y ¡en nada ayuda!
Lo que crees lo creas. La vida no nos da lo que queremos, nos da lo que somos. Se vive, piensa y actúa ya como lo que quieres ser. Con un poco de conciencia podemos y debemos declarar aquello que sí queremos atraer y lograr.
El verdadero tú o el verdadero yo no se refleja en el espejo. Seamos conscientes de que dentro de nosotros está todo el potencial para hacer y ser lo que queramos.
Es como aquel ejemplo del pez que vive en el mar y, sin embargo, está incansablemente en busca de él. En lo cotidiano no registras la salud, porque tienes salud. Tampoco registras la armonía cuando vives armoniosamente, solo registras la falta de ella. Asimismo, pasas por alto el privilegio de la vista, porque lo tienes. ¿Por qué no usar el poder de la palabra para afirmar todo lo bueno que ya tenemos?
Estamos acostumbrados a registrar todo lo que no somos y todo lo que no tenemos. Esta costumbre o automatismo es ante la que tendríamos que despertar para desafiar su inercia.
Por favor no creas que esto es una teoría new age; te invito a hacer la prueba. Lo que crees, lo creas. Así, si lo que quieres es dormir bien o sentirte mejor, lo primero que tienes que decirte es: “duermo de maravilla”, “soy muy sano”, “me siento mejor que nunca”, “estoy lleno de energía”, “soy muy disciplinado”.
Aunque te parezca increíble es de los mejores tratamientos de salud, antiedad y una de las mejores maneras de lograr que se te presente lo que deseas. Pero ojo, no tiene que salir solo de tu boca, sino de tu mente, tu sentir y tu absoluto convencimiento. Lo que experimentamos momento a momento son las consecuencias de nuestros pensamientos. Esos pensamientos se convierten en palabras y las palabras en realidad. Así que te invito a ser consciente de cómo te hablas.
He escuchado declaraciones como: “Me tardo hasta dos semanas en adaptarme”, “yo soy muy desvelado y me cuesta trabajo dormir”, “soy muy estresada”, “estoy hecha una gorda, en traje de baño parezco ballena”, “me despierto diario a las tres de la mañana”, “me canso de todo”, y demás.
Aquello que declaras tarde o temprano te alcanza, incluso de maneras no obvias, el universo te lo concede. Las palabras crean, invitan, atraen, afirman y se vuelven órdenes para tu cerebro, aunque sea de forma inconsciente y a pesar de que se pronuncien a la ligera o en broma.
Las palabras son la puerta de entrada a la autorrealización y las profecías comienzan a cumplirse cuando las declaras.
Ignoro en qué momento se nos metió en la cabeza que desacreditarnos a nosotros mismos es una forma de pertenecer, de caer bien o de no sé qué, al grado que fijarnos en nuestros defectos y hacerles publicidad se ha convertido en algo natural.
Solo recordemos que aquello donde ponemos la atención, crece. Por eso, cuando queremos cambiar algo, sea un hábito, una manera de ser o de estar, con el fin de sacar la mejor versión de nosotros, lo primero que debemos poner bajo la lupa es lo que decimos y cómo nos hablamos.
Por ejemplo, si deseo dejar de fumar y estoy pasando por el cambio de hábito, me ayuda a afirmar: “soy fuerte, soy más que mi adicción y ya dejé de fumar”, en cambio he escuchado decir a quien está en ese proceso: “Es que yo disfruto muchísimo fumar”, lo cual refuerza la costumbre y ¡en nada ayuda!
Lo que crees lo creas. La vida no nos da lo que queremos, nos da lo que somos. Se vive, piensa y actúa ya como lo que quieres ser. Con un poco de conciencia podemos y debemos declarar aquello que sí queremos atraer y lograr.
El verdadero tú o el verdadero yo no se refleja en el espejo. Seamos conscientes de que dentro de nosotros está todo el potencial para hacer y ser lo que queramos.
Es como aquel ejemplo del pez que vive en el mar y, sin embargo, está incansablemente en busca de él. En lo cotidiano no registras la salud, porque tienes salud. Tampoco registras la armonía cuando vives armoniosamente, solo registras la falta de ella. Asimismo, pasas por alto el privilegio de la vista, porque lo tienes. ¿Por qué no usar el poder de la palabra para afirmar todo lo bueno que ya tenemos?
Estamos acostumbrados a registrar todo lo que no somos y todo lo que no tenemos. Esta costumbre o automatismo es ante la que tendríamos que despertar para desafiar su inercia.
Por favor no creas que esto es una teoría new age; te invito a hacer la prueba. Lo que crees, lo creas. Así, si lo que quieres es dormir bien o sentirte mejor, lo primero que tienes que decirte es: “duermo de maravilla”, “soy muy sano”, “me siento mejor que nunca”, “estoy lleno de energía”, “soy muy disciplinado”.
Aunque te parezca increíble es de los mejores tratamientos de salud, antiedad y una de las mejores maneras de lograr que se te presente lo que deseas. Pero ojo, no tiene que salir solo de tu boca, sino de tu mente, tu sentir y tu absoluto convencimiento. Lo que experimentamos momento a momento son las consecuencias de nuestros pensamientos. Esos pensamientos se convierten en palabras y las palabras en realidad. Así que te invito a ser consciente de cómo te hablas.
Gaby Vargas, consultora internacional
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