Los pediatras deberían sentirse cómodos al tratar y al evaluar si se han producido abusos sexuales, y deberían saber dónde enviar a los pacientes adolescentes para que reciban cualquier ayuda adicional que necesiten.
Estos son algunos de los puntos principales de las recomendaciones actualizadas de la Academia Americana de Pediatría (American Academy of Pediatrics, AAP) sobre ayudar a los adolescentes que han sido víctimas de abuso sexual.
La última vez que el grupo publicó unas directrices sobre este asunto fue en 2008.
Desde entonces, el problema del abuso sexual ha recibido más atención del público, explicó la Dra. Elizabeth Alderman, autora principal de las nuevas recomendaciones.
En 2014, indicó, un grupo de trabajo de la Casa Blanca publicó un informe animando a las universidades de Estados Unidos a aumentar los esfuerzos para combatir los abusos sexuales.
Por supuesto, el abuso sexual no se limita a los campus universitarios, dijo Alderman, especialista en medicina adolescente en el Hospital Pediátrico de Montefiore, en la ciudad de Nueva York.
Los pediatras tienen un papel que jugar tanto ante las secuelas de un abuso sexual como en la ayuda para prevenirlo, explicó. “Es extremadamente importante que los pediatras estén preparados para esto”, manifestó Alderman.
Ayuda profesional
Las directrices actualizadas ofrecen consejos a los pediatras sobre cómo atender a un paciente justo después de un abuso sexual.
También animan a los médicos a preguntar de forma rutinaria a sus pacientes adolescentes si han sido víctimas alguna vez. Si la respuesta es sí, los pediatras deberían estar preparados para remitir a los adolescentes y sus familias a cualquier servicio comunitario, indican las directrices.
Y, comentó Alderman, “el médico debería reconocer que en cierta manera es magnífico que el paciente se lo dijera a alguien”.
La idea de evaluar si los niños y adolescentes han sido víctimas de abuso sexual es sensata, según Kristen Houser, del Centro Nacional de Recursos contra la Violencia Sexual, en Pensilvania.
“Pero se debe saber cómo hablar de ello. El modo de plantear las preguntas es importante”, expresó Houser, que no participó en las recomendaciones de la AAP.
Preguntar a una adolescente si ha sufrido alguna vez un “acto violento sexual”, por ejemplo, probablemente no es el mejor modo de recibir una respuesta sincera, comentó Houser. Hacer preguntas más claras, en un lenguaje que los niños y adolescentes comprendan, será más efectivo.
“Se tienen muchas más probabilidades de recibir una respuesta cuando se tiene una relación de confianza”, manifestó Houser.
También es crítico, dijo, que los pediatras estén conectados con los servicios locales para las víctimas de abusos sexuales. Se trata de recursos que las víctimas necesitarán más allá de la atención médica, incluyendo la ayuda con el sistema legal y la recuperación sicológica.