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Un talabartero con la misión de no desaparecer

  • Actualizado: 27 enero 2007 /

En una casa de color amarillo, rodeada de herramientas de costura y corte de cuero, con el bullicio de los estudiantes, está Enrique Alberto Gabarete, un talabartero con 20 años de experiencia en un oficio en vías de extinción que revive con gran pasión.

En una casa de color amarillo, rodeada de herramientas de costura y corte de cuero, con el bullicio de los estudiantes, está Enrique Alberto Gabarete, un talabartero con 20 años de experiencia en un oficio en vías de extinción que revive con gran pasión.

Sentarse junto a una máquina de coser o tallar una montura son dos de las actividades que realiza este emprendedor para mejorar la calidad de vida de su familia en una profesión desconocida para muchos, pero fundamental para su existencia.

A los 15 años tuvo la oportunidad de aprender en un taller de talabartería en Santa Rosa de Copán, su ciudad de nacimiento.

“Al principio no fue fácil, pero puse mi empeño por desarrollar esta actividad con dedicación y pasión”, expresa. Con más de cinco años de experiencia local, viajó a San Pedro Sula para mejorar sus ingresos económicos en una actividad importante, creadora de infinidad de artículos de cuero, como monturas, fajas, mantillones, carteras, libros, cinchas y cabezadas. Laboró durante varios años en talabarterías locales.

El talabartero se desarrolla en diferentes campos, pero una de sus especialidades es fabricar monturas y accesorios para caballos.

El mercado para vender sus productos lo constituyen rancheros, jinetes, dueños de finca, agricultores, productores amantes de la calidad y de los acabados artesanales.

Enrique explica que los clientes son exigentes con sus pedidos, porque piden una variedad de monturas: la peruana, una de las más finas, la ranchera y la tradicional o mexicana.

La confección de cada pieza puede durar hasta 15 días dependiendo de los cortes, diseños y necesidades del comprador.

Poca práctica

En estos últimos años, este emprendedor confiesa que el negocio de la fabricación de artículos de cuero se ha mantenido; pero, a diferencia de la talabartería, está en vías de extinción porque algunos consumidores prefieren comprar monturas más baratas y ensambladas en fábrica.

“Le enseño a mi hijo Nahún para que aprenda un oficio y siga los pasos de su padre quien ha pagado sus estudios por esta actividad”, manifiesta.

Trabajar con cuero es una de las labores más difíciles, porque se

lo debe cortar en forma exacta.

Aunque su trabajo es complicado, Enrique tiene más definida la visión de su vida: continuar con su trabajo independiente en Talabartería Copán, donde se encarga de suplir las necesidades de los clientes.

“Comenzar un negocio no ha sido fácil, me ha costado, pero soy un hombre de fe en Dios y considero que con mi esfuerzo lograré mis objetivos”, afirma.

Por suerte, Enrique tiene una familia consolidada que lo ayuda a salir adelante a pesar de las dificultades.

“Mi éxito radica en haber conocido a Dios, porque es la fuente de mi inspiración”, enfatiza.

Mientras trabajos como el de Enrique sigan desapareciendo, algunos consideran que su actividad es digna de ser fomentada, pues brinda la oportunidad de aprender un oficio artesanal con profesionalismo y conservando los trabajos tradicionales del pueblo hondureño.

Dónde encontrarlo

Talabartería Copán

507-2705