16/06/2024
05:37 AM

'Sentí que Dios me tocaba los pies y me daba ánimos para salir”

El humilde obrero que fue rescatado tras permanecer 15 horas soterrado se ha convertido en el símbolo que ha dignificado la labor de los bomberos de La Ceiba.

La Ceiba, Honduras

Recostado en la cama del hospital y aferrado a un rosario que un socorrista le regaló, Luis Alberto Membreño Castro (23) no dejaba de agradecer a Dios y a los bomberos que se convirtieron en sus ángeles guardianes para salvarle la vida.

El humilde trabajador de la construcción permaneció atrapado durante 15 horas en el fondo de un pozo de malacate que él mismo excavaba, trabajos con los que se ganaba la vida para mantener a su mujer y sus cuatro hijos, quienes viven en una casita en los bordos del río Cangrejal, a inmediaciones de la colonia Kawas de La Ceiba.

Además de las labores de albañilería, Luis hace fletes en una carreta tirada por caballo.

Recordó que la oportunidad de ganarse un dinero se presentó el pasado miércoles cuando les ofrecieron la construcción de un pozo de malacate en una vivienda de la colonia Villas del Este, por el que le pagarían seis mil lempiras. El obrero buscó a cinco amigos más para el trabajo. “Nos íbamos a ganar mil lempiras cada uno; y yo iba a ganarme otros centavos más, porque iba a instalar la bomba y el rotoplast”, relató Luis sin reprochar el hecho de no haber logrado el objetivo económico.

El pasado jueves era la fecha en que iban entregar la obra que apenas llevó dos días en construirla. Pero jamás imaginó que el pozo que él mismo construyó se convertiría en su peor pesadilla.

Sintió la mano de Dios

“Ya habíamos logrado ubicar el agua, íbamos a meter el tubo para salirme, cuando de repente se vino el derrumbe. Yo brinqué a una parte e hice todo por capearme, pero ya en la última capa fue la que me enterró. Gracias a Dios y a los bomberos que estoy con vida”, expresó el sobreviviente. Su cuerpo quedó totalmente cubierto de arena, solo la boca era el único sentido visible que daba signos de que aún estaba vivo.

“Sentí que me ahogaba, no podía respirar, solo sentía unas manos heladas que me pusieron en las planta de los pies que me impulsaron. Y fue en ese momento que logré sacar la cara y me metieron una manguera en la boca para poder respirar”, recordó Membreño Castro, quien atribuyó a la mano de Dios y al esfuerzo humano del Cuerpo de Bomberos su glorioso rescate. “Ahora sé que era Dios que me tocaba los pies y me daba ánimos para salir”, expresa entre lágrimas.

Con golpes en el rostro y parte del cuerpo, este valiente joven también conserva un rosario que le dio el bombero Ramón Rodríguez (Moncho), quien estuvo de principio a fin en su rescate y que se convirtió en su aliado y amigo en el fondo de este pozo; un agujero que parecía ganarle los esfuerzos y habilidades a toda una institución bomberil que hacía lo imposible por rescatarlo.

Al final el pozo infernal fue vencido por la perseverancia, fe y la paciencia de un joven que se resistía a ser tragado por la tierra que simulaba a una fiera hambrienta. “Este rosario que tengo en la mano me lo dieron cuando estaba adentro, ya para las últimas horas que me iban a sacar, no lo solté, y con él nos pusimos a orar con Moncho”, dijo el obrero, mientras conservaba este objeto religioso en la mano izquierda, cuando se recuperaba en una de las salas del Hospital Atlántida.

“Después lograron destaparme hasta la cintura, y en ese entonces yo les ayudé, saqué fuerzas de donde no tenía, me apoyé con los codos hasta cierta parte y de ahí me colgué del hombro de Moncho y me impulsé hacia arriba hasta liberar mi pierna derecha”, recordó.

Su compañera de hogar, su madre y demás familiares no se cansaban de dar gracias a Dios por tenerlo con vida. “Estoy muy agradecida con Dios porque mi hijo de ahora en adelante es un milagro de Jesucristo, después de este sacrificio que ha vivido. No tengo palabras para agradecer a todos lo que se unieron en cadena de oración por la vida de mi hijo”, decía en medio de lágrimas María de La Cruz Castro, madre de Luis, quien no se cansaba de acariciarlo.

La sala de emergencia del centro hospitalario estuvo concurrida de amigos y personas que se acercaba para felicitar a Castro, quien se ha convertido en el símbolo que ha dignificado la labor del Cuerpo de Bomberos.

Katy Francisco, su compañera de hogar, no podía ocultar la emoción de tener de nuevo al hombre de su vida. “Lo primero que me preguntó fue por los cuatro niños”, decía mientras su mirada no se despegada del rostro de su amado.

La experiencia motivó a Luis a querer forma parte del Cuerpo de Bomberos de La Ceiba, “ya el jefe del Cuerpo de Bomberos me dijo que si quería formar parte de esta institución que estaban abiertas las puertas, porque era muy valiente al haber estado calmado dentro del agujero aun enterrado”, comentó Luis. “Voy a seguir como andaba en las cosas de Dios, pero ahora más firme, pues él me liberó”, prometió el joven. Luego de haber sido dado de alta del Hospital Regional Atlántida, una valla humana lo recibió ayer en horas de la tarde en la humilde casa en que reside. Los vecinos convirtieron este pequeño asentamiento humano en oasis de alegría.

El joven corrió a abrazar a sus cuatro hijos, cuyas caritas permanecieron en su mente durante las 15 horas que estuvo atrapado.

Luis es originario de Tela, desde los seis años se trasladaron con su madre María de La Cruz Castro a La Ceiba. Es el penúltimo de ocho hijos de una mujer que se siente orgullosa de haberles dado una buena crianza a sus hijos.