27/04/2024
05:37 AM

Motociclista estuvo doce días en la recta final de su vida

San Pedro Sula, Honduras.

El motociclista Edwin Leiva tuvo la certeza que no viviría después que fue atacado a tiros por un asaltante; aunque duró con vida doce días más después de aquel atentado criminal.

Herido en el suelo se lo dijo a su compañera Ana Bautista cuando ella acudió al lugar al escuchar los disparos: “Metete a la casa y cuida del niño porque yo de todas maneras voy a morir”.

Aquel 30 de diciembre, Leiva había llegado a una pulpería de la colonia Fernández Guzmán, a media cuadra de su casa, para comprar una Alka Seltzer cuando un sujeto que se bajó de un carro lo amenazó con una nueve milímetros para que le entregara sus pertenencias. él accedió y le dio su celular, pero en el momento en que el maleante quiso despojarlo de su billetera se opuso y se formó un forcejeo.

Foto: La Prensa

Desde hace cinco años vivía con la modelo Ana Bautista con quien procreó a Jacob, ahora un niño dos años.
Al final, el motociclista cayó al suelo porque se deslizó, situación que aprovechó el delincuente para dispararle.

El pasado 18 de enero, el motociclista expiró en el hospital Mario Rivas después de una cirugía que le practicaron para eliminar bacterias que habían invadido sus órganos, ya que uno de los balazos le perforó los intestinos.

El hecho de haber durado doce días hospitalizado, primero en una clínica privada y luego en el Rivas, fue un designio divino porque tuvo la oportunidad de prepararse para entregarse a los brazos del Señor , dijo su madre Sandra Espinoza.

Foto: La Prensa



Se fue feliz porque pudo compartir con sus amigos y compañeros del Club de Motoclismo Los Zorzales a quienes les contó con detalles cómo sucedieron los hechos aquella tarde cuando fue asaltado.

Estuvo consciente hasta el domingo 15 de enero cuando comenzó a entrar en agonía; pero antes logró mandar un mensaje de voz a sus amigos diciendo: “el Señor ya me está escuchando”.

También pedía que le cuidaran a los niños, refiriéndose a una hija de un matrimonio anterior y al pequeño Jacob de dos años a quien hizo aficionado a los carros como él.

Foto: La Prensa

Hizo su educación primaria en la escuela Petronila Barrios de Cabañas y su secundaria en el Liceo Morazánico.
Como se dedicaba a la venta de vehículos, le gustaba modificar a su gusto los que dejaba para su uso. Desde niño le decía a sus padres que cuando fuera grande los pasearía en su camión particular.

Conociendo su afición por los carritos, sus padres se los compraban en los supermercados. Eran pequeños, no como el que él le compró a Jacob la pasada Navidad: un Batimóvil que el niño puede manejar en forma electrónica.

Leiva se fue sin saber que su gorda, como le decía a Ana, le daría la alegría de otro hijo dentro de nueve meses. Ella supo del embarazo hasta el día siguiente de su muerte, luego que fue al médico por malestares que atribuyó al dolor por la partida del que fue su compañero por cinco años.

Antes de entrar en agonía, Leiva pidió que le llevaran a su hijo. “Yo voy a estar bien y vamos a poder jugar con los carros”, le dijo, como para ocultar que ya estaba en la recta final de su vida.

Foto: La Prensa

Por algún tiempo se dedicó a la compraventa de vehículos. Otros de sus hobbies era transformar carros a su gusto.