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Lo matan por coqueteo que le hizo una mujer

  • 22 junio 2015 /

El joven Omar García fue asesinado por un hombre celoso al salir de una fiesta por haber bailado con la novia de este.

San Pedro Sula, Honduras.

Tanto lo querían en la colonia Stibys de San Pedro Sula, que en su velatorio todos se atribuían el privilegio de haber sido su mejor amigo o amiga.

En el centro del salón estaba el ataúd cubierto con la bandera del equipo Marathón por el que Omar García daba la vida.

Los que fueron sus compañeros de farra se inclinaban sobre la caja mortuoria hablándole en lenguaje de chavos, como si los escuchara. Eso fue poco antes de que el cuerpo fuera cremado en una funeraria local, como el joven pedía siempre que presentía que la muerte lo acechaba.

“Fue su decisión. Siempre decía que cuando se muriera no quería velorio ni entierro, que lo quemaran así como hacen en Estados Unidos”, comentó su abuelo Rurico García, quien lo crio desde que Omar tenía dos meses.

“él era como mi hijo”, dijo el hombre de 73 años, sentado en un aparte del salón comunal de la colonia fundada por sindicalistas de la industria de la bebida, adonde fue velado el muchacho.

“Lo mataron por guapo”, dijo para reafirmar que perdió la vida “por el imán” que tenía con las mujeres.

Hay diferentes versiones sobre cómo se desarrollaron los hechos que desencadenaron la tragedia, pero todas coinciden en que fue por culpa de una intrusa que esa noche lluviosa el destino le puso en su camino mientras compartía con amigos en un baile que se celebraba en la 105 Brigada.

Omar siempre era el rey de las fiestas por su carácter alegre, dijo su prima Laura García luego de despedirlo con globos lanzados al aire, mientras su cuerpo era convertido en cenizas en la capilla de la funeraria, la tarde del pasado lunes.

Solamente dos horas permaneció el féretro en el centro comunal de l a Stibys, adonde también acudieron sus compañeros de trabajo del call center en el que Omar dejó la huella de su carácter alegre.

No había logrado terminar su carrera de Ciencias de la Comunicación en una universidad privada, pero ya estaba haciendo planes para regresar a las aulas, comentó su abuelo.
Su vida fue una fiesta, dicen sus amigos, quienes lo recuerdan como un muchacho amante de la diversión, galante y respetuoso con las mujeres.

Cuando salía a bailar lo hacía solo con su gavilla de la colonia, con la que andaba la noche del pasado sábado cuando un hombre celoso le quitó la vida de cinco tiros tras una discusión.

En su agonía decía que en su velatorio quería que estuviera solo su gente, entre ellos una tía que vive en Los Alpes, y que no faltaran sus “negradas”, refiriéndose a su música rap, comentó una amiga que lo acompañó hasta que expiró en una cama del Seguro Social a eso de las siete de la mañana del domingo.

Esa muchacha, quien pidió el anonimato, estaba también cerca de Omar en el momento en que comenzó la discusión con el hombre que después le quitó la vida afuera de las instalaciones de la unidad militar, por eso puede decir con propiedad qué fue lo que realmente pasó esa noche, según relató.

La fiesta

El grupo de alegres amigos llegó antes de la medianoche a la fiesta amenizada por El Burrito y su family band que apagaba con su música alegre las pláticas de los bailadores.

Omar andaba con unas copas de más, pero no perdía la compostura. De vez en cuando metía la cabeza debajo del agua lluvia para que se le pasara un poco el efecto del licor.

De repente se puso a bailar un ritmo candente con una de las chicas que lo acompañaban cuando apareció la desconocida y comenzó a lanzarle unas miradas provocativas. Era una muchacha trigueña, algo gordita, ni fea ni bonita, que andaba con otro grupo de personas, dijo la relatora.

En medio del entusiasmo provocado por la música, “la intrusa” se fue acercando hasta pegar su cuerpo con el de Omar mientras se movía al ritmo que sonaba en ese momento.

El muchacho le siguió la onda al tiempo que le decía: ¡Uy, mami!. eso no le gustó a uno de los acompañantes de la trigueña, supuestamente su novio, quien saltó insultando a Omar. Este no se quedó atrás y le respondió que a quien tenía que poner quieta era a su compañera porque “es la que anda zorreando”.

Nadie pudo detener el pleito, ni los amigos de Omar que le decían “tranquilo gordo, venimos a divertirnos”. Lo que no sabía el otro hombre es que Omar era karateca con el grado de cinta negra y que hacía esfuerzos por no poner en práctica sus artes marciales.

Sin embargo, al no aguantar los insultos le puso un derechazo en la cara que lo lanzó al suelo.
El hombre se levantó y abandonó el local, no sin antes advertir a su agresor: “Me las va a pagar, hijo de p...”.

La alegría siguió, nadie se imaginó que el extraño cumpliría su amenaza con la pistola que había dejado en el carro, ya que adentro no se permiten armas. Como si la muerte lo llamara, Omar salió solo, a comprar cigarros aduciendo que adentro estaban muy caros.

Frente a una gasolinera lo esperaba su contendiente quien, después de cobrar su venganza se perdió de la escena.