17/04/2024
01:05 AM

Llegan menos cortadores a las fincas agravando crisis de caficultores en Honduras

Los malos precios, una producción menos abundante y la migración afectan al sector caficultor
del occidente de Honduras.

    ATIMA, SANTA BÁRBARA.

    Aunque el precio en el mercado internacional ha experimentado un leve repunte en los últimos días, muchas fincas de café del occidente de Honduras se mantienen desoladas e imbuidas en un letargo porque los productores y cortadores todavía no reciben la suficiente dosis de entusiasmo para entregarse a la cosecha.

    Con un ritmo bastante lento, lejos de las aspiraciones de los cafetaleros, el precio tuvo un crecimiento de 24 centavos de dólar la libra en el mercado internacional en el último mes (pasó de 92.90 [17 de octubre] a 117.48 [27 de noviembre]). Sin embargo, a juicio de los productores, este incremento no es suficiente para alcanzar el punto de equilibrio.

    1,600
    Lempiras.Un productor de Atima invierte L1,600 para producir 200 libras (una carga) listas para venderlas a un exportador. Esta cantidad no incluye los gastos por fertilización. Un beneficio le paga en este momento L2,700 por 200 libras (libres de granos en mal estado y humedad).
    “En años pasados, en estos días, había una gran actividad en las fincas y gran movimiento económico. Ahorita las fincas están vacías, son pocos los cortadores de café que están trabajando”, lamenta Francisco Telmo Rodríguez, propietario de una finca de ocho manzanas de extensión.

    Este profesor jubilado de 76 años, protagonista de la vida local de Atima, percibe un “ambiente muy muerto en las fincas por los bajos precios y una reducción en la producción”.

    “Los palos de la finquita que tengo solo tienen el 40% de carga que tuvo en años pasados. Esta vez bajó la producción porque no logré fertilizar tres veces a causa de los malos precios de 2018. También, el cambio climático, con un verano que duró ocho meses, afectó la finca”, explica.

    Menos granos
    El extenso periodo de sequía de 2019 causó una reducción en la cantidad de granos en cada arbusto.
    Resignados, con un precio de 96.95 centavos de dólar la libra, los caficultores de todo el país advirtieron a finales de 2018 que la producción de 2019 decrecería por la falta de mantenimiento de las fincas dado a los pocos ingresos que percibirían por las ventas. El fin de semana, en la finca de Rodríguez, a más de 1,000 metros sobre el nivel del mar en la comunidad Los Cones, José Wilmer Mejía (44 años) era el único que desgranaba las ramas de los arbustos extrañando “los buenos tiempos”.

    “Este año hay menos granos en los palos de las fincas. Pienso que la roya y el mal tiempo han bajado la cosecha. En diciembre la cosecha es más fuerte, pero en otros años, en noviembre las fincas ya están cargadas y eso no lo estamos viendo esta vez”, dice Mejía, padre de cuatro hijos.

    Francisco Telmo Rodríguez muestra un arbusto de café con la mayoría de ramas sin granos.
    En “tiempos de producción normal”, ejemplifica Mejía, logra cortar entre 5 y 6 galones y gana entre L150 y L180 diarios (a L30 el galón), pero hoy solo L90.

    “Ahorita solo corto tres galones, pierdo tiempo buscando los palos, no todos están cargados y las fincas no maduran parejo, sino por partes.... por este motivo hay personas que no quieren venir a cortar: ganar L90 ya no es nada porque todo está caro”, dice Mejía.

    Migración

    Las fincas de Atima, cercanas a otros municipios productores de occidente como San Nicolás ( Santa Bárbara); La Unión, Lepara y La Iguala (Lempira), están menos concurridas de cortadores de café, pues muchos de ellos están trabajando en Estados Unidos o se encuentran caminado hacia ese país norteamericano.

    “Por los bajos precios del café, mi sobrino Rolando Reyes emigró a Estados Unidos hace un año. Él venía a cortar café a esta finca, era un buen cortador: cortaba de 8 a 10 galones al día, pero allá en Estados Unidos está ganando mucho más dinero”, dice Mejía.

    Héctor Vallecillo se prepara para despulpar el poco café que corta en su pequeña parcela.
    Los bajos precios del año pasado espantaron a centenares de habitantes, los obligaron a emigrar a Estados Unidos y dejaron sus comunidades casi vacías, como la aldea de Lempa, ubicada a unos cinco kilómetros del centro de Atima. “Familias completas se han ido de aquí porque no quieren morirse de hambre. La gente ha dejado botadas las fincas por los malos precios. De esta aldea se han ido como cien personas, se han ido en las caravanas y con coyotes”, relata Héctor Vallecillo (47 años), propietario de una parcela de cinco manzanas.

    José Tomás Vallecillo (21 años), hijo de Héctor, es uno de los habitantes de Lempa que se marchó en la corriente migratoria de los ultimos dos años. Ahora, él le envía remesas a su padre para que siga cultivando café, pues, en medio de la crisis, no pierde las esperanzas y tiene la fe de que “en el futuro, el precio tendrá que mejorar”.

    “El año pasado, cuando me dio un infarto, mi hijo me mandó remesas para pagar un hospital privado y hace unos días me envió como L30,000 para invertir en la manzana y media nueva que estoy sembrado. Él gana $200 al día en Estados Unidos, es una cantidad que nunca lograría ganar aquí trabajando la tierra”, dice.

    Roger Leiva, alcalde de Atima, cree que la economía local seguirá siendo afectada por lo malos precios que ya obligaron a un beneficio a cerrar operaciones en 2018.
    Hace poco, después de permanecer dos meses, Maynor Vallecillo, hijo menor de Héctor, regresó a Lempa luego de ser deportado por las autoridades migratorias de Estados Unidos.

    La municipalidad estima que entre 2018 y 2019 se marcharon alrededor de mil personas del municipio. Ahora, los familiares que se quedaron hacen todos los lunes extensas filas en una agencia bancaria para retirar las remesas.

    “Nuestro municipio es uno de los que está en los primeros lugares de la migración porque el 90% de la población ha dependido del café”, dice Roger Leiva, alcalde de Atima.

    El edil y todas las autoridades municipales están preocupadas porque también la recaudación de impuestos será golpeada a causa de la mala cosecha y los bajos precios.

    “Somos un municipio pobre y dependemos del café. Tenemos que pensar bien en qué vamos a invertir los pocos impuestos que captamos, por ejemplo, necesitamos una ambulancia, que puede costar un millón y medio de lempiras, pero no la podemos comprar porque no tenemos dinero”, dice. Los pésimos precios y altos gastos de operación (específicamente los de energía eléctrica) no solo han ahuyentado a los cortadores, han causado en Atima el cierre de un beneficio de café fundado por 25 productores (entre medianos y pequeños) con el apoyo de la Fundación Jicatuyo.

    Pequeños tostadores de café podrán exportar sus marcas

    CHINACLA, LA PAZ. Elisa Escobar y su familia han estado realizando gestiones para exportar café con su marca Itzayana, pero no han alcanzado ese sueño porque no logran cumplir los requisitos burocráticos.
    “Desde hace 4 años estamos haciendo papeleos y no logramos. Por ejemplo, no hemos podido hacer el análisis de ocratoxina al café porque solo lo hacen en San Pedro Sula, pero la máquina la han tenido mala”, dice.

    La familia Escobar produce café molido y en grano tostado que comercializa en el mercado nacional con la marca Itzayana y pretende enviar contenedores al exterior.

    Tampoco han cumplido uno de los requisitos que el Instituto Hondureño del Café (Ihcafé) exige para ser exportador: “Acreditar un capital social mínimo de un millón de dólares o su equivalente en lempiras”, establecido en el acuerdo 136/2015 del Consejo Nacional del Café (Conacafé).

    Pero esta exigencia ya no será una barrera para la familia Escobar. El Ihcafé y Conacafé ya decidieron eliminar este requisito para apoyar a tostadores como Elisa Escobar.