Esperó 21 días por una operación de emergencia: Es duro que tu vida dependa de un cupo"
Ángel David Fúnez relató la pesadilla que vivió al esperar 21 días para ser operado en el Catarino Rivas, cuando le habían dado solo dos días más de vida
- 02 de noviembre de 2025 a las 21:00 /
Ángel David Fúnez Ortega tenía apenas 24 años cuando la vida lo llevó a la antesala de la muerte. Sampedrano de nacimiento, joven, casado, trabajador en un taller mecánico, con sueños y energía, jamás imaginó que un dolor abdominal sería el inicio de su prueba más dura.
Todo comenzó con los dolores estomacales, molestias que atribuía a un simple empacho. Los médicos hablaban de la “flora intestinal”, pero él seguía su vida con normalidad. A inicios del 2021, esos dolores se transformaron en punzadas insoportables que lo obligaron a dejar su trabajo, no podía mantenerse de pie, y en cualquier posición que intentaba, el dolor le partía el cuerpo.
"Trabajaba en un taller como carpintero, no tenía seguro social, así que la única opción era ir al hospital público", relató.
Esa mañana de enero decidió ir al Mario Catarino Rivas, llegó solo, sin conocer a nadie, sin seguridad social y sin respaldo. En ese hospital, recordó, "uno tiene que buscar su camilla si quiere ser atendido". Subió y bajó pisos hasta encontrar una que una señora le cedió al salir, solo así pudo mirar a un médico.
"El doctor me dijo: ´Necesito que te vayás a hacer un ultrasonido´. Eran como las 10:00 am, luego, para que ya un doctor de piso que está allí de turno, me atendiera, se hicieron casi las 6:00 de la tarde", continuó diciendo, aún con tono de molestia.
"Estuve desde las 6:00 de la mañana, que había salido de mi casa, hasta las 6:00 de la tarde, para que me pudieran atender, y solo para que me dijeran que me iba a dejar ingresado", rememoró.
"Me tuvieron, primero, en el área de de emergencias, donde llega toda la gente balaceada, apuñalada y de distintos tipos de accidentes, diferentes cuestiones. Más adelante me trasladaron a otro a otro piso, al piso de hombres, donde me tuvieron en observación", contó.
Lo internaron, pero el tiempo se detuvo, pasaban las horas, los días... y nada, el dolor seguía aumentando. “Me decían que era un paciente histérico porque me retorcía, me paraba, me sentaba, me acostaba de lado, no aguantaba el dolor en la parte derecha, ”, recordó, mientras conversaba con LA PRENSA Premium. Nadie parecía escuchar su cuerpo que se rendía poco a poco.
El diagnóstico posterior fue cálculos en la vesícula biliar, su vesícula explotó dentro de él, los cálculos se dispersaron por todo su organismo, bloqueando el conducto biliar, su piel y sus ojos se tornaron amarillos. La comezón era tan desesperante que casi se arrancaba la piel con las uñas, su cuerpo se contaminaba lentamente, pero aún no había cupo en quirófano.
Durante días, los médicos le decían que debía esperar un turno. “A veces solo cuatro de los 12 quirófanos estaban funcionando”, dijo, con impotencia. El hospital estaba lleno, colapsado, lo veían deteriorarse, perder peso, ponerse débil. Su hemoglobina descendió hasta ocho; lo normal en un hombre es 14, y le transfundieron cuatro pintas de sangre para mantenerlo con vida.
El 14 de febrero, Día del Amor y la Amistad, recibió la noticia de que sería operado al día siguiente, mientras su salud empeoraba, pero cuando llegó el momento y ya estaba preparado con la bata en el quirófano, le informaron que la operación no se realizaría, ya que el espacio había sido ocupado por pacientes en estado grave o en emergencia que acababan de llegar.
Esperó 21 días para ser operado, viendo morir a otros pacientes, escuchando gritos de dolor, oliendo el desinfectante y la sangre mezclados en los pasillos. “Vi personas morir”, confesó, “quizás no fue culpa de los médicos, sino del sistema, de la falta de atención”, comentó.
El 16 de febrero de 2021 finalmente lo operaron, pasó cuatro horas en quirófano. Cuando despertó, las piedras que le extrajeron estaban pegadas sobre su cuello, como el resultado de todo lo que había cargado dentro."Eran como 20 piedras, de diferentes tamaños", explicó.
Más de 20 cálculos, pero la pesadilla no terminó allí, un punto mal cosido lo hizo desangrarse lentamente en su cama durante dos días. "Pasaban las noches y no pasaba de botar sangre", relató. Lo tuvieron que abrir de nuevo, sin anestesia general, para suturarlo correctamente.
Se buscaron donantes para conseguir cuatro pintas de sangre, lo que permitió reponer lo que había perdido y estabilizar su nivel de hemoglobina.
Ángel estuvo casi un mes internado, sobrevivió por poco. “Me daban dos o tres días más de vida antes de la operación”, lamentó, con la voz quebrada, y aún así, habló sin rencor.
"Me iba a morir y mi cuerpo iba a quedar intoxicado completamente", enfatizó. “Somos la capital industrial del país, deberíamos tener los 12 quirófanos funcionando, no cuatro, el pueblo merece un trato digno”, cuestionó.
Habló de la saturación, del miedo que sintió al entrar al hospital y mirar morir a otros, de compartir habitación con cuatro enfermos, uno de ellos con COVID, mientras esperaba que alguien se acordara de él. “No se la deseo a nadie”, externó. “La enfermedad es difícil, pero lo más duro es sentir que tu vida depende de un cupo”, reflexionó.
Ángel fue “uno en un millón”, comentó con cierta ironía uno de los pocos hombres que se sometieron a una operación de vesícula y sobrevivieron. Ahora, cuatro años después, se siente mejor, cuida su alimentación y lamenta lo sucedido con su cuerpo, ya que reconoce que le fue extraído un órgano esencial.
Su hermana, desde el año pasado, enfrenta la misma condición y está a la espera de que se concrete una cita para una cirugía en el Catarino Rivas debido a problemas en la vesícula; ya ha sido diagnosticada con cálculos. Hasta ahora ha intentado aliviar los dolores con dieta y remedios caseros, pues cada vez que acude al hospital, le administran suero, le recetan pastillas y la dan de alta, esto ha sido lo único que ha recibido hasta el momento.
La vesícula biliar es un pequeño órgano en forma de saco ubicado debajo del hígado. Según estudios médicos, su función principal es almacenar y concentrar la bilis, un líquido producido por el hígado que ayuda a digerir las grasas en los alimentos.