Mire los programas deportivos en la televisión de ultramar y verá que en Europa y Norteamérica respetan a los jugadores. Se les señala por su nombre, patronímico, diminutivo, hipocorístico o apelativo. Los locutores de aquellos lados no andan con la pencada a flor de trompa como los especímenes que sufrimos a diario en las potras de la liga mayor y menor de estos andurriales.
Allá dicen la gracia correspondiente a: Antonio Puerta, Marek Jankulovski, Andrés Guardado, Andris Vanins, Rafael Márquez, Filippo Inzaghi, Thiago Motta, Diego Forlán, Miguel Ángel Angulo, Christian Abbiati,
James McFadden, Arjen Roben, David Suazo, Christoph Metzelder, Maxi Rodríguez, Javier Saviola, Edgard Álvarez, sólo para mencionar unos.
Sintonizar los medios del patio da frío. El jugador de Corruptonia muta su nombre por un catrachizante y penquificador apodo, véalos: Pantera Suazo, el Cuervo Maradiaga, Rambo de León, Lobo Guevara, el Mercenario Guerrero, Pescado Rodríguez, el Tiburón Mejía, el Perdidito Núñez, el Mosqui Álvarez, Pitbull Claros, Muma Bernárdez, Tizón Núñez, Harry Potter Palacios o Bob Esponja Palacios, el Niño de Vidrio, Balín Bennett, el Enano Turcios, la Tanqueta Flores, la Rata Brus, Bombero Ramírez o Pancho Rá, el Tanque Oseguera, Güicho Palacios, el Besón Caballero, el Avioncito Martínez, Roro
Rojas, el Gato Canales, el Puma Grant, Caralampio Castro, el Zancudo Ávila, el Gigantón Palacios, Pescado Bonilla, el Conejo Santana, el Pato Negreira, el Animal Vega, el Navajero Mendoza, la Baba Güitti, el Chunche Zepeda, el Gato Cuello, Calola Palacios, el Camello Soto, entre miles.
La culpa no es del barrio, tampoco es de la garra catracha, ni del club deportivo, mucho menos del subdesarrollo de este corrupto Pago. No, no hay que echarle la culpa al origen del jugador ni a sus progenitores. Quien tiene la culpa es la piara de procedencia del locutor deportivo, casi sin excepción. Pues este espécimen y su ralea de improvisados prosélitos, en un descocado afán de agrandar hazañas, expender atletas o ponderar imagen a micrófono abierto, es capaz de cualquier cosa porque con toda seguridad va por dentro en ese business, por eso es que se desgañita motejando al atleta con apodos que metan miedo.
¡El fútbol es así, caballeros, en los linderos de la garra catracha!